La primera central nuclear flotante del mundo, construida por Rusia, inicia este viernes 23 de agosto una travesía de 5,000 kilómetros por el Ártico, desde Múrmansk hacia el Extremo Oriente ruso, a pesar de los temores de los ecologistas sobre las consecuencias para esta frágil región.
Destinado a alimentar el desarrollo de la producción de hidrocarburos en zonas sumamente aisladas, el Akademik Lomonosov zarpó de Múrmansk, puerto del Gran Norte ruso, donde fue cargado con combustible nuclear, con destino a Pevek, pequeña ciudad de Siberia oriental en el distrito autónomo de Chukotka.
El viaje debería durar entre cuatro y seis semanas, dependiendo del clima y de la calidad del hielo en el camino, aunque el Paso del Noroeste -que une el océano Atlántico con el océano Pacífico bordeando la costa norte de Rusia- es cada vez más accesible debido al deshielo provocado por el calentamiento del planeta.
Sin motor propio, el Akademik Lomonosov, de 21,000 toneladas, será remolcado para su viaje. La central lleva dos reactores de una capacidad de 35 megavatios cada uno, similares a los de los rompehielos nucleares, frente a los más de 1,000 MW de los reactores de nueva generación.
Pintado con los colores de Rusia y de Rosatom, la agencia nuclear rusa, el Akademik Lomonosov será conectado en Pevek a la red eléctrica local y deberá entrar en funcionamiento para finales de año.
Aunque la población de esta ciudad no supera los 5,000 habitantes, la central cubre el consumo de 100,000 personas y servirá sobre todo para alimentar las plataformas petroleras instaladas en la región, donde Rusia quiere desarrollar su producción de hidrocarburos.
El Akademik Lomonosov, cuya construcción comenzó en 2006 en San Petersburgo antes de ser llevado a Múrsmansk el año pasado, reemplazará a una central nuclear y una planta de carbono obsoletas.
Mientras tanto, los ecologistas denuncian este proyecto y advierten de los peligros de un “Chernóbil flotante” o de un “Titanic nuclear”, en un momento en el que una explosión en agosto en una base de pruebas de misiles en el Gran Norte hizo aumentar brevemente la radiactividad en la zona.
“Cualquier central nuclear produce desechos radiactivos y puede tener un accidente, pero el Akademik Lomonosov es además vulnerable a las tormentas”, estimó Rashid Alimov, del departamento de energía de Greenpeace Rusia.
Sobre todo porque en el Ártico, el clima es extremo e imprevisible.
“El pontón es remolcado por otros navíos por lo que, en caso de tormenta, puede haber colisiones […] cualquier incidente tendría graves consecuencias para el frágil medio ambiente del Ártico, sin olvidar que no hay infraestructura de limpieza nuclear allí”, añadió.
La idea de una central nuclear flotante proviene de la industria nuclear, que quiere reinventarse ante el estancamiento del mercado. Actualmente desarrolla pequeños reactores, modulares y menos caros, para atraer a nuevos clientes.
Se inspiran en la construcción naval, que usa la energía nuclear para propulsar submarinos, rompehielos o portaaviones, destinados especialmente a las regiones aisladas con poca infraestructura.
Fuente: tecreview.tec.mx