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El cemento se convierte en una esponja de sus propios gases de efecto invernadero

Si construye un edificio, probablemente utilizará cemento y, con ello, contribuirá al calentamiento global. Pero una nueva investigación sugiere que quizá no resulte tan perjudicial a largo plazo.

Producir cemento es, en esencia, una cuestión de calentar piedra caliza y arcillas en un horno hasta que la mezcla se transforma y produce dióxido de carbono. Eso lo convierte en un doble emisor de gases de efecto invernadero: tanto el proceso utilizado como el combustible para calentar el horno emiten un montón de dióxido de carbono.

Además, a la humanidad le encanta el cemento. Solo el año pasado produjimos alrededor de 4 mil 100 millones de toneladas de cemento para hormigones y morteros. Las emisiones producidas representaron alrededor del cinco por ciento de todo el carbono generado por el hombre y liberado a la atmósfera. 

Sin embargo, según un nuevo estudio publicado en la revista Nature Geoscience, una vez que se ha construido un edificio (incluso después de derribarlo) el mortero, hormigón o escombros vuelven a absorber una cantidad de dióxido de carbono importante a través de reacciones químicas con el aire y el agua. En total, y según el estudio, este efecto esponja de podría recuperar hasta el 43% de las emisiones iniciales. 

Eso no va a librar al cemento de su culpa por contribuir al calentamiento global. Pero una reseña de la revista Science sobre el estudio citado asegura que este descubrimiento podría ofrecer claves para encontrar formas de reducir la huella de carbono de la industria cementera. Según la reseña, no tenemos que preocuparnos tanto por los materiales que componen el cemento, pues éstos reabsorben gran parte del carbono que emiten. En su lugar, indica, sería mejor centrarnos en averiguar cómo calentar los hornos utilizados con algo que no sea un combustible fósil.

Fuente: technologyreview.es

 

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