Crear un nuevo Bitcoin requiere de electricidad. Mucha.
En el mundo de las monedas virtuales, este proceso de creación se llama “minar”. No involucra una excavación física, pues los bitcoines son solo digitales. Sin embargo, la capacidad informática que se necesita para crear cada moneda digital equivale por lo menos a la electricidad que consume en promedio un hogar estadounidense durante dos años, según cifras de Morgan Stanley y de Alex de Vries, un economista que monitorea el uso de energía en la industria.
Toda la red de computadoras conectadas a la red de Bitcoin consume tanta energía al día como algunos países de tamaño mediano (qué país depende de las estimaciones en las que confíes). Y cada día la red que abastece a Ethereum, la segunda moneda virtual mejor valuada, devora el equivalente a la electricidad de otro país.
El consumo de energía de estos sistemas ha aumentado debido a que los precios de las monedas virtuales se dispararon, lo cual ha producido un debate acalorado sobre el derroche de electricidad entre los aficionados a Bitcoin y Ethereum.
El creador de Ethereum, Vitalik Buterin, está llevando a cabo un experimento para encontrar una manera en la que la energía que requiere de la creación de las monedas se utilice de forma más eficiente, en parte porque le preocupa el efecto que podría tener el uso de electricidad de la red en el calentamiento global.
“Me sentiría muy triste si mi principal contribución al mundo fuera sumar el equivalente al consumo de electricidad de Chipre al calentamiento global”, comentó Buterin en una entrevista.
No obstante, muchos aficionados a las monedas virtuales argumentan que el consumo de energía vale la pena porque hay una causa superior: asegurar las redes de Bitcoin y Ethereum y crear un nuevo tipo de estructura financiera, libre de la intervención de los bancos o los gobiernos.
“El uso de electricidad en verdad es esencial”, afirmó Peter Van Valkenburgh, el director de investigación de Coin Center, un grupo que defiende la tecnología de las monedas virtuales. “Debido a los costos, sabemos que las únicas personas que participan son serias y están involucradas económicamente. Esto crea los incentivos para cooperar”.
Esta disputa tiene sus orígenes en los sistemas complejos que producen monedas como los bitcoines; ether, la moneda de la red de Ethereum, y muchas otras nuevas monedas virtuales.
Todas las computadoras que intentan minar las monedas están en una carrera informática, en la cual intentan encontrar una respuesta particular relativamente aleatoria a un algoritmo matemático. Sin embargo, el algoritmo es tan complicado que la única forma de encontrar la respuesta anhelada es hacer muchas suposiciones diferentes. Mientras más suposiciones haga una computadora, mejores son las oportunidades de ganar. No obstante, cada vez que las computadoras intentan nuevas suposiciones, utilizan capacidad de procesamiento y electricidad.
Las carreras para minar tienen como propósito ser difíciles para que nadie pueda dominar la contabilidad y amañar los registros. En el trabajo de 2008 que describió por primera vez a Bitcoin, el misterioso creador de la moneda virtual, Satoshi Nakamoto, escribió que el sistema estaba diseñado para frustrar a un “atacante codicioso” que quisiera alterar los registros y “estafar a la gente robando los pagos que ya hizo esta persona”. Gracias a las reglas del minado y de la contabilidad, el atacante “debe encontrar más rentable acatar las reglas”.
Las reglas han mantenido a raya a los atacantes en los nueve años que lleva activa la red. Sin este proceso, la mayoría de los informáticos coinciden en que Bitcoin no funcionaría.
No obstante, hay un desacuerdo sobre el verdadero valor del bitcóin y de la red que lo respalda.
Para la gente que considera que el bitcóin no es nada más que una burbuja especulativa —una que ha permitido la venta de drogas y solicitudes de rescates en línea—, lo más probable es que no valga la pena que se produzca ninguna nueva contribución al calentamiento global.
Pero los amantes de Bitcoin retrucan que esta moneda ha permitido la creación de la primera red financiera que no está en manos de ningún gobierno ni empresa. En países como Zimbabue y Argentina, ha habido ocasiones en que Bitcoin ha ofrecido un refugio más estable que la moneda local para guardar el dinero. Y en algunos países con economías más estables, Bitcoin ha llevado a la creación repentina de inversiones, trabajos y empresas emergentes.
“Quien califique el minar bitcoines como un ‘desperdicio’ es incapaz de ver el panorama”, escribió en su blog Marc Bevand, minero y analista. Tan solo los trabajos “son un impacto directo, medible y positivo que ya ha provocado Bitcoin en la economía”, agregó.
No obstante, incluso algunos de los interesados en todo este proceso innovador están preocupadas por el enorme uso de electricidad.
De Vries, por ejemplo, quien mantiene un registro de este uso de energía en el sitio Digiconomist, calculó que hoy, para procesar cada transacción de bitcoines, se requiere de 80.000 veces más electricidad que para cada transacción de tarjetas de crédito Visa.
Pese a esto, la inquietud por el uso de la electricidad aún no ha tocado fibras sensibles en muchos lugares de la industria. Las monedas virtuales conocidas como Ripple y Stellar, las cuales fueron creadas después de Bitcoin, se diseñaron para que el minado no necesitara electricidad.
Fuente: The New York Times.es