Su proyecto más ambicioso actualmente es el desarrollo del Laboratorio Nacional de Acceso Espacial
México se alista para lanzar en 2021 su primera misión a la Luna, de la mano del astrofísico y doctor en Ciencias, Gustavo Medina Tanco, con quien Sputnik conversó. A su juicio, el avance del país en la última década en el sector espacial es parte de una «revolución».
Medina Tanco es argentino. En su país natal se formó en Física en la Universidad Nacional de Tucumán. Más tarde, en Brasil, obtuvo su doctorado en Ciencias en la Universidad de San Pablo, pero lleva 13 años trabajando en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM, es el encargado del Laboratorio de Instrumentación Espacial (Linx) y cabeza detrás de una particular misión con 50 estudiantes: enviar a la Luna mini-robots que funcionan de manera autónoma.
«Si bien esta misión va a volar en 2021, su proyección va mucho más allá del futuro inmediato y tiene como objetivo ser la primera de muchas que deberían llevarnos a desarrollar un nicho de micro-robótica para aplicaciones espaciales en México», dijo Tanco a Sputnik.
¿México en la carrera espacial?
El trabajo en el Instituto es múltiple: además del desarrollo del sector espacial mexicano (tanto desde el punto de vista científico como ingenieril), se dedican a formar recursos humanos y la infraestructura necesaria, inexistente hasta ahora en el país.
«Por un lado, trabajamos con astrofísica de partículas como motivador del desarrollo de los elementos de infraestructura, recursos humanos y know how; por otro, colaboramos internacionalmente en el área de rayos cósmicos de altas energías», explicó.
A fines de agosto, el cohete ruso Soyuz 2 fue lanzado con un instrumento llamado «mini-euso». Se trata de una cámara ultravioleta para la Estación Espacial Internacional, que permitirá una observación sistemática de la atmósfera terrestre.
«Contribuimos con el desarrollo de este instrumento que sirve tanto para la observación de partículas como para otras cosas importantes, como la contaminación de océanos o el cambio climático», contó el astrofísico. «Nosotros diseñamos un sistema de housekeeping –el sistema nervioso- que se utilizó para este instrumento», agregó.
Fuera de su oficina en el campus universitario está la maqueta del Euso Super Pressure Ballon (EUSO-SPB), un «telescopio para detección de rayos cósmicos de ultra altas energías» que en 2017 lanzaron desde Nueva Zelanda en colaboración con la Nasa.
«Participar en proyectos de colaboración internacional te da un nivel de calidad que cumplir, así como cronogramas importantes para un desarrollo consistente», sostuvo Tanco.
Su proyecto más ambicioso actualmente es el desarrollo del Laboratorio Nacional de Acceso Espacial (Lanae) que estará situado en el estado de Hidalgo. Lo que se pretende es echar a andar un sistema de formación práctica de los estudiantes y de promoción de pequeñas empresas dedicadas al rubro espacial.
«Aunque todavía el Lanae no está funcionando, desde hace dos años lanzamos desde allí globos a la estratósfera con instrumentación científica y tecnología, en base a los que estamos construyendo un nuevo nano-satélite que sí vamos a lanzar al Espacio en fecha próxima», adelantó.
Esto fue posible gracias a un cambio de paradigma en el sector espacial, que hasta hace una década estaba reducido a seis países en el mundo. «Hoy con la miniaturización y la entrada de la industria privada, ha cambiado la tecnología y la filosofía de trabajo reduciendo los costos de acceso al Espacio de manera impresionante», afirmó Tanco.
De acuerdo al astrofísico, en la última década se ha «democratizado» la tecnología espacial permitiendo el acceso a los países emergentes, abriendo la participación a las academias, empresas y hasta organizaciones no gubernamentales.
«En vez de pagar por componentes de uso espacial que cuestan mil veces más caros que los de un teléfono inteligente aunque sean iguales, el uso de esta tecnología permitió correr riesgos. Hacerlo, cambió el punto de vista financiero, estratégico, político y social del juego. Los actores del sector espacial pasaron a estar en todo el mundo», añadió.
¿Robots mexicanos en la Luna?
El equipo encargado del Instituto que lidera se concentró en el área de los robots pequeños.
«Hay dos tipos de robótica: la que siempre imaginamos del robot hiper-inteligente con personalidad y los nuestros que no se diferencian entre sí, pero trabajan en equipo y obedecen a ciertas reglas de su ambiente que los llevan a hacer cosas complejas», señaló.
«En vez de usar un robot único y muy caro que construya una casa, podrías hacer de cada ladrillo un robot, que se auto-organicen y solos construyan la casa», ejemplificó el astrofísico de la UNAM.
Los micro-robots mexicanos que viajarán a la Luna tienen apenas ocho centímetros de diámetro y cuatro de espesor. Durante la entrevista con Sputnik, Tanco sostenía dos prototipos de tamaño real en la palma de su mano. Explicó que por dentro tienen una parte electrónica alimentada por los paneles solares que coronan ambas capas, y que fueron construidos por una compañía en Silicon Valley, Estados Unidos.
De un lado, están equipados con sensores y microprocesadores; y del otro con antenas, ya que navegan de manera autónoma gracias a un radar. Estos micro-robots serán catapultados a la superficie lunar en un radio de 10 metros, a partir de los que se activarán y comenzarán a navegar hasta encontrarse para conformar un panel solar mayor.
Sobre la mesa central del laboratorio de instrumentación espacial hay una maqueta a escala de una de las cuatro partes que conforman el «Lander», la base que albergará en cada lado la pequeña catapulta.
Tanco señaló la importancia del diseño propio de los instrumentos que se realiza en este espacio y, para probarlo, mostró un pequeño telar utilizado para tejer manualmente la tela que recubrirá a los robots, protegiéndolos en su viaje espacial.
Según el astrofísico, la puesta a prueba de los elementos hace la diferencia en el éxito o fracaso de la misión: como estarán viajando en el Espacio durante tres meses antes de llegar a la Luna, deben buscarse materiales que no cambien sus propiedades al experimentar los súbitos cambios de la temperatura espacial.
«El principal problema de trabajar en la Luna es que, como no tiene atmósfera, es constantemente golpeada por micro-meteoritos y asteroides, produciendo una especie de arena que se llama regolito y conforma una capa de entre 20 y 100 metros de profundidad en la superficie de la Luna», explicó.
Si se tratara de un robot humanoide, dijo, sólo se ensuciaría los zapatos pero para los micro-robots «ese es el ambiente en el que tienen que poder desarrollarse».
Gracias a la reproducción del regolito a partir de lava volcánica y de las muestras que fueron tomadas por las misiones Apolo a la Luna, los científicos del Linx prueban los motores y el diseño de las ruedas de los micro-robots mexicanos destinados a nuestro satélite natural.
«Se hace todo aquí con un equipo multidisciplinario que trabaja junto, buscando soluciones a problemas complicados», expresó y completó: «Hace diez años era impensable hacer una carga para la Luna con 50 estudiantes en un solo laboratorio. Eso es parte de esta revolución».
La carga será lanzada al Espacio por medio de una empresa privada estadunidense llamada Astrobotic, que el Linx contrata para trasladar sus mini-robots a la superficie lunar.
«Ellos tampoco hacen todo el trayecto a la Luna, sino que contratan otro cohete que los lleva hasta un tercio del camino y luego se separan; así se abarata el servicio porque cada uno se especializa en lo suyo y va creando un ecosistema», remarcó Tanco.
«A diferencia de las grandes empresas del siglo XX, acá hay un sistema conformado de unidades pequeñas, donde cada parte mantiene el espíritu de innovación de las empresas chicas», concluyó.
Fuente: planoinformativo.com