La gran tarea pendiente de las HoloLens de Microsoft, unas gafas de realidad mixta, es encontrar una aplicación real que las haga, más allá de un dispositivo innovador, indiscutiblemente útiles. Con ello en mente, nos sumergimos hasta las profunidades del hospital Gregorio Marañón en Madrid para ver como se están utilizando en operaciones de cáncer.
Lo bueno
Cuando un cirujano está en el quirófano, necesita toda una serie de información relevante relativa al paciente que está operando. Esta a menudo se encuentra cerca en pantallas digitales (si el hospital es moderno) o en negatoscopios (las clásicas ventanitas blancas que se iluminan para ver mejor la radiografía) si el hospital es más antiguo.
El problema de ambos métodos es que están atados a unas arcaicas dos dimensiones y, cuando se trata de operar un cáncer en el cóccix, como es el caso, poder ver en 3 dimensiones las estructuras anatómicas del paciente o una recreación del tumor dando vueltas delante de tus ojos resulta extremadamente útil.
El sistema ha sido desarrollado por Exovite, una empresa española, y se puso a prueba experimentalmente en una operación de cáncer que se realizó en abril de este año.
Utilizando las manos, el médico puede dejar “flotando” encima del paciente todo tipo de información como radiografías, un TAC que mostraba la ubicación exacta del tumor y un atlas anatómico 3D tamaño real. El médico puede operar bien con las gafas puestas, dado que no interfieren su visión, o ponérselas puntualmente para consultar lo que necesite en lugar de estar levantando la mirada continuamente. Utilizando únicamente las manos puede mover y disponer “virtualmente” de toda esa información a su alrededor tal y como se le antoje.
Aunque las HoloLens son autosuficientes (todo lo necesario para hacerlas funcionar se encuentra en la propia gafa, no necesita un cable) pueden enviar en tiempo real toda la información a una pantalla para que el equipo que acompaña al cirujano pueda ver lo que él ve.
Lo malo
Contemplar a un cirujano con las Hololens puestas moviéndose por un quirófano y haciendo pellizcando el aire para ampliar una radiografía o moviendo un atlas 3D virtual a esa esquina del quirófano donde no molesta a momentos se sentía más como una escena de Minority Report que como algo real ocurriendo en 2017. Gran parte del efectismo se cayó, sin embargo, cuando después de la demo yo mismo probé las HoloLens con todo el software médico funcionando.
Ahí pude comprobar en primera persona lo que yo ya sabía que era el principal problema de las HoloLens: su limitado campo de visión. Aunque desde la pantalla (tal y como se ve en el vídeo de más arriba, de hecho) en todo momento lo había percibido como una verdadera interfaz en 3D en la práctica mi visión se limitaba a un recuadro mediano justo en el centro, no pequeño pero definitivamente no suficiente.
El resultado era que, aunque desde luego podía ver radiografías y diversas partes del cuerpo flotando en el aire si miraba a la dirección adecuada, la incomodidad de tener que mirar a un punto muy concreto del espacio para conseguirlo arruinaba gran parte de la experiencia resultante.
Mi sensación final se debate entre lo cínico y lo esperanzado. Creo que es injusto decir que las HoloLens, al menos por el momento, no sirvan dentro de un quirófano pero su madurez como producto creo que lo deja lejos de lo que cualquier cirujano desearía para sus operaciones quirúrgicas en el día a día.
Por definirlo de algún modo, digamos que esto, por supuesto, es un primer paso. Pero es un primer paso dentro de todos los primeros pasos que la realidad virtual y mixta tendrá que dar para abrirse camino en la medicina primero y en los quirófanos después, es algo incipiente.
Mientras tanto, y a la espera de que Microsoft siga perfeccionando las HoloLens, ya podemos ir tachando otro ítem más en esa lista de “Solo ocurre en la ciencia-ficción”.
Fuente: gizmodo.com