La línea entre el sueño y la vigilia puede ser a veces tan fina como un hilo de seda. Mientras dormimos somos capaces de vivir otras vidas, cumplir metas o incluso volar, pero algunas de las experiencias oníricas pueden modificar nuestro estado de ánimo o provocar cambios en nuestro cuerpo, como taquicardias, sudoracion o incluso un orgasmo.
Según el informe Kinsey, alrededor del 37% de las mujeres experimentan clímax dormidas cuando llegan a los 45 años de edad, sin embrargo, los hombres parecen gastar todos estos orgasmos dormidos entre la adolescencia y los 20 años, y no les quedan muchas de estas experiencias pasados los 30.
La mayoría de momentos de excitación ocurren durante la fase REM del sueño, porque es en ese momento en el que el sistema nervioso envía señales que pueden llevar a una excitación sexual. Aunque la exitación y el posteror clímax son procesos multifactoriales, si durante el sueño el cerebro percibe la necesidad de que llegue una mayor cantidad de riego sanguíneo al pene o al clítoris, puede producirse una erección de estos órganos que puede derivar en un orgasmo.
No existen muchos estudios sobre este fenómeno, porque es obviamente un terreno difícil de estudiar, y además, es muy probable que si pasa, no nos acordemos. Incluso se puede tener un sueño erótico que no termine en orgasmo, aunque la excitación acabe despertándote. “Al igual que cualquier otro sueño, puede ser que no lo recordemos, aunque puede haber restos físicos como bien son las poluciones nocturnas, es decir eyaculaciones durante el sueño en los chicos, un evento más común en los jóvenes, pero que también ocurre en los adultos, sobre todo en periodos de menor actividad sexual. En las mujeres, puede notarse una mayor lubricación, incluso restos en la ropa interior”, explica a N+1 la sexóloga Silvia Carpallo. Pero también es posible que tengas un sueño sexual que te haga llegar al clímax, pero que no te haga eyacular o mojarte, así que las pruebas no son exactamente fiables.
El cerebro, el verdadero órgano sexual
Para esta experta, aunque nuestro cuerpo tiene un papel muy importante en la sexualidad, “el verdadero órgano sexual es nuestro cerebro. No existe un orgasmo de clítoris o un orgasmo de vagina, ni un orgasmo de pechos o de pene, sino que se trata de una explosión cerebral que provoca una reacción en nuestro cuerpo, a la que se puede llegar por muchos caminos, de forma consciente, o como ocurre en sueños, también a través del subconsciente”.
Existe la idea que hay a quien le resulta más fácil tener orgasmos dormido que despierto. Ante esto, Carpallo opina que no es que sea “más fácil, lo que ocurre es que en ocasiones personas que no son capaces de lograr un orgasmo despiertos, sí lo tienen en sueños.O incluso precisamente el cuerpo, que es sabio, ante esa acumulación de tensión sexual no resuelta, provoca un orgasmo para liberarla”. Según relata, la explicación de este fenómeno es que durante el sueño nos sentimos liberados, libres de presión, expectativas, miedo a lo que pueda pensar la otra persona, capaces de dejarnos llevar por nuestras fantasías o deseos ocultos, y todo ello facilita un orgasmo que a veces está bloqueado por una cuestión más psicológica que física.
“En este sentido, de nuevo, la idea de las fantasías resulta fundamental. Ya que son un estímulo muy potente, que durante los sueños no se encuentra reprimido. Sin embargo, no hay que interpretar estos sueños o fantasías de forma literal, a veces, como en otros sueños, pueden ser bastante simbólicos, o simplemente un popurrí de ideas, escenas, o momentos que hemos vivido durante el día, a los que no hay que darles un especial significado”, concluye la sexóloga.
Fuente: namas1.org