Afectará a 80 millones de personas en 2020 y a 111,5 en 2040, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Se trata del glaucoma, una enfermedad crónica y degenerativa que causa la pérdida gradual de la visión.
Según la OMS, el glaucoma es la primera causa de ceguera irreversible en el mundo.
El mayor problema es que, como en un inicio es asintomático, mucha gente desconoce que lo padece.
¿Qué es exactamente el glaucoma?
El término «glaucoma» describe un grupo de enfermedades oculares que afectan al nervio óptico.
Es, junto con las cataratas, una de las principales causas de pérdida de visión y ceguera.
Se asocia con el aumento de la presión intraocular, medida que indica la tensión en el interior del ojo.
La mayoría de las personas no experimentan ningún síntoma o signos de alerta temprana en un inicio.
El glaucoma puede ser tratado, pero no es curable: el daño al nervio óptico debido al glaucoma no se puede revertir.
En sus primeras etapas el glaucoma resulta en pérdida de la visión periférica, es como mirar a través de un tubo o en un túnel estrecho.
Este efecto conocido como «visión de túnel» hace que sea difícil caminar sin tropezar con los objetos que están a un lado, cerca de la cabeza, o al nivel del pie.
¿Cuáles son los tipos de glaucoma?
Hay varios tipos de glaucoma.
El más común es el primario de ángulo abierto, que representa casi el 80% de los diagnósticos. Es asintomático y aparece a partir de 40 años.
En este caso, la presión intraocular sube lentamente debido al mal funcionamiento del ángulo de drenaje del ojo, responsable de la salida del líquido ocular (humor acuoso).
Por regla general, la pérdida de visión comienza en los extremos del campo visual y, si no se trata correctamente, acaba por comprometer toda la visión.
El primario de ángulo cerrado, de menor incidencia, ocurre cuando el ángulo de salida del humor acuoso es bloqueado, generalmente por el iris, y el fluido no puede ser drenado.
En general, provoca un aumento repentino de la presión intraocular, y el paciente puede tener dolor fuerte en los ojos y la cabeza y quedarse con la visión borrosa.
El glaucoma congénito se da cuando el niño o niña nace con una malformación en el sistema de drenaje del fluido del ojo. Sus síntomas incluyen ojos sin brillo y coloración azulada, lagrimeo, fotofobia y aumento del tamaño del globo ocular. Puede manifestarse inmediatamente después del nacimiento o en la infancia.
«Este es un tipo poco frecuente, pero es fundamental el diagnóstico precoz para el tratamiento inmediato», puntualiza Wilma Lelis Barboza, del Consejo Brasileño de Oftalmología y presidenta de la Sociedad Brasileña de Glaucoma (SBG).
Otro tipo de glaucoma es el de presión normal. A diferencia de los demás, el daño al nervio óptico ocurre incluso sin el aumento de la presión intraocular. Sus causas son desconocidas, pero se sabe que tiene una asociación con problemas vasculares.
También está el glaucoma secundario, desencadenado por factores externos, como inflamación, trauma y uso de colirios de corticoides por tiempo prolongado sin indicación ni supervisión médica; el pigmentario, causado por la oclusión del ángulo de drenaje del ojo por pigmento que se suelta del iris, y el pseudoexfoliativo, provocado por la obstrucción del sistema de drenaje del humor acuoso por depósitos fibrilares anormales.
¿Quién puede padecer la enfermedad?
La patología tiene orígenes variados, siendo la genética una de las más relevantes. Así, los hijos de portadores de glaucoma tienen entre 6 y 10 veces más posibilidades de desarrollarlo.
La edad avanzada también eleva los riesgos. En general, la incidencia aumenta a partir de los 40 años, llegando al 7,5% a los 80. También aumenta los riesgos el uso de colirios con corticoide de forma indiscriminada y sin acompañamiento médico, ya que pueden causar aumento de la presión intraocular.
La atención debe redoblarse en el caso de diabéticos, personas con cardiópatas y víctimas de trauma o lesiones en el ojo.
¿Cuáles son las opciones de tratamiento?
Una vez diagnosticado el glaucoma, el tratamiento se da en función del tipo y la fase en que se encuentre.
La oftalmóloga Lelis Barboza enfatiza que no tiene cura, pero sí se puede controlar.
«Es una enfermedad crónica y progresiva, y el objetivo del tratamiento, cualquiera que sea, es estabilizarla, pero no hará que el paciente recupere la visión perdida. De todos modos, incluso los casos avanzados, cuando hay pérdida importante de la visión, necesitan ser tratados de forma regular, a fin de evitar la ceguera», asegura.
Las terapias se realizan con procedimientos clínicos, quirúrgicos o la combinación de los dos. Al principio de la enfermedad, normalmente se recomienda la aplicación diaria de colirios específicos.
En algunas situaciones también se hace necesario el uso del láser. Las primeras etapas del glaucoma de ángulo cerrado, por ejemplo, se tratan de esa forma. La cirugía, a su vez, se usa en cerca del 10% de los casos y en el glaucoma congénito.
Según Lelis Barboza, el compromiso con el tratamiento, que es continuo y sin duración predeterminada, es importantísima para su éxito.
«Al no percibir la evolución de la enfermedad, muchos pacientes tienden a descuidar la administración de los medicamentos», agrega.
Fuente: BBC