Investigadores de la Universidad de Ginebra han descubierto que las personas egoístas no pueden asumir las consecuencias futuras de sus actos porque su cerebro reacciona de forma diferente al de las personas altruistas. Los resultados se publican en la revista Cognitive, Affective & Behavioral Neuroscience.
La investigación se desarrolló con 36 participantes que tenían que responder a un cuestionario sobre su jerarquía de valores, lo que permitió determinar las tendencias egoístas o altruistas de cada uno.
Los investigadores les expusieron a continuación las advertencias de los expertos sobre la evolución del clima (GIEC) y sus posibles efectos, como la disminución de las reservas de agua potable, el aumento de los conflictos fronterizos y la proliferación de las catástrofes naturales. A cada una de estas advertencias, los investigadores le adjudicaron un año más o menos lejano en el cual este pronóstico se cumpliría.
IMR
Los participantes tenían que asignar, en una escala del 1 al 8, si los pronósticos sobre las consecuencias del cambio climático las consideraban graves o si sentían miedo ante esa posibilidad. En este momento, sus cerebros eran sometidos a observación mediante imágenes de resonancia magnética (IRM), que utilizan el fenómeno de la resonancia magnética nuclear para obtener información sobre la estructura y composición del cerebro.
Lo primero que descubrieron los investigadores, según se explica en un comunicado, es que las personas definidas como “egoístas” sentían que el futuro inmediato es mucho más preocupante que el futuro lejano, el que ocurrirá después de su muerte. Lo segundo, que las personas con tendencias altruistas consideraban tan grave el futuro inmediato como el que amenaza a las personas que vivan después de su muerte.
Para explicar estas diferencias entre unos y otros, los psicólogos se centraron en la actividad de la corteza prefrontal ventromedial, una zona del cerebro situada por encima de los ojos y utilizada cuando el sujeto se proyecta hacia al futuro e intenta visualizarlo.
Cerebros diferentes
Y observaron que en las personas altruistas, esta zona cerebral se activa más fuertemente cuando el sujeto considera las consecuencias de un futuro lejano en relación con el futuro próximo, mientras que en una persona egoísta esta zona del cerebro no registra ningún aumento de actividad, ya sea que el sujeto piense en un futuro lejano o próximo.
Eso significa, según los investigadores, que la falta de actividad en esta región del cerebro explica que las personas con tendencias egoístas no se sientan afectadas por lo que pueda ocurrir después de su muerte. En ese caso, ¿para qué adoptar un comportamiento sostenible?
Aunque este resultado se puede aplicar a otros dominios diferentes al del cambio climático, los investigadores proponen un nuevo enfoque para despertar la sensibilidad de las personas indiferentes ante las consecuencias del calentamiento global: entrenar esa zona cerebral, por ejemplo, con programas de realidad virtual, que pongan a la vista de estas personas las consecuencias remotas del cambio climático. De esta forma, tal vez asuman las responsabilidades por las consecuencias futuras de sus comportamientos actuales.
Fuente: tendencias21.net