De los egipcios a la Guerra Fría, la afección acompañó a la humanidad por al menos 3 mil años y acabó con cientos de millones de vidas
En septiembre de 2019, una gran explosión acompañada de un incendio dentro de un laboratorio ubicado en Rusia del Este, provocó alarma ante la posible liberación de agentes infecciosos, entre ellos, el primer y más letal virus en ser erradicado.
El evento ocurrió en el Centro Estatal Ruso de Investigación sobre Virología y Biotecnología, conocido también como el Laboratorio Vector, ubicado en la Siberia rusa. Este espacio, junto con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedad de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) en Atlanta, se han convertido en los únicos lugares en el planeta en los que es posible encontrar a la viruela, enfermedad que acabó con la vida de cientos de millones de personas.
En aquel entonces se confirmó que ningún material biológico almacenado, incluido el antiguo virus, fue liberado durante el estallido, sin embargo, sí detonó un viejo debate ¿deberían ser destruidas aquellas muestras? Y es que, hoy en día, la viruela es considerada una potencial arma biológica.
Por ahora, y en virtud de un acuerdo de la OMS firmado en 1979, se ha optado en dar resguardo a las dos muestras, bajo el argumento de que siguen siendo útiles para la investigación.
Viruela: de su origen a su erradicación
La viruela acompaña a la humanidad desde hace miles de años, un estudio señala que apareció alrededor de 10 mil 000 a. C., en la época de los primeros asentamientos agrícolas en el noreste de África.
“Parece plausible que se extendiera desde allí a la India por medio de los antiguos comerciantes egipcios”, señala.
El virus marcó la caída de una dinastía egipcia al provocar la muerte de Ramsés V, mermó las fuerzas militares mexicas, terminó con la vida de uno de los hijos de Benjamín Franklin y estuvo presente en las tensiones globales ocasionadas por la Guerra Fría.
No fue descrita sino hasta el año 910: de acuerdo con el Colegio de Médicos de Filadelfia, Abū Bakr Muhammad Zakariyyā, doctor y alquimista persa, fue quien además la diferenció del sarampión.
Tuvieron que pasar cientos de años antes de que se lograra generar una vacuna que hiciera frente a esta enfermedad caracterizada por ocasionar fiebre alta, dolorosas llagas en la boca, vómitos y lesiones llenas de líquido.
Al ser sumamente infecciosa y no tener cura, un brote resultaba difícil de controlar, es por ello que desde la antigüedad ya se buscaban formas para hacerle frente.
Los primeros intentos de inmunización (conocidos como variolización) fueron aplicados en Asia y algunas regiones de África. Investigaciones proponen que las primeras prácticas de inoculación se dieron en el siglo XI, entre China y la India, no obstante, otras fuentes sugieren que estas prácticas se realizaban desde el año 200 a.C.
En el caso de China, las personas llegaron a utilizar tubos de bambú para inhalar un polvo creado con las costras secas de viruela. En otros países, la variolización consistía en aplicar pequeñas cantidades de secreción proveniente de las pústulas.
En Europa se adoptaron diversos remedios como las sangrías, lavativas, agua hervida con flores, ventosas en los muslos: ninguno tuvo la efectividad esperada. Entrados los años 1700, la variolización se extendió por el continente. Esto luego de que Lady Mary Wortley, esposa del embajador de Inglaterra, diera a conocer la técnica que aprendió durante su visita a Turquía.
Años más tarde, una joven consultó a un médico inglés de nombre Edward Jenner: quería tratar un sarpullido. Aunque no conocía la causa de las lesiones en la piel, estaba segura de que no se trataba de viruela, ya que, según le explicó al doctor, ya había contraído la viruela bovina y esto la protegía.
La observación llamó la atención del especialista, quien buscó poner a prueba la hipótesis: una infección con viruela vacuna podría proteger a una persona de la viruela de una forma más segura.
Fue así que, el 14 de mayo de 1796, Edward inoculó a un pequeño de ocho años con materia de una llaga de viruela bovina. El niño tuvo una reacción local y enfermó por varios días, pero se recuperó por completo. Solo dos meses después, el médico concluyó su experimento: infectó a su paciente de nuevo, esta vez con el virus de la viruela.
La enfermedad no tuvo efecto, el niño permaneció sano.
Pese a sus hallazgos, sus investigaciones no fueron recibidas con mucho ánimo, incluso se llegó a acusar que la aplicación de las vacunas terminaría convirtiendo a las personas en vacas. Fue hasta años después y tras varias pruebas realizadas, que se comenzó fomentar la vacunación contra la viruela. Entre 1840 y 1850 la aplicación del inmunológico se volvió obligatoria en Gran Bretaña y Estados Unidos.
A partir de entonces la aplicación de vacunas no paró, por lo que en 1958 la OMS se propuso erradicar la viruela. Nueve años más tarde, en medio de la Guerra Fría, se lanzó un programa intensificado en el que epidemiólogos de la Unión Soviética y de los Estados Unidos de América trabajaron “codo a codo”.
El mapa mundial se fue librando del virus, uno a uno, los continentes fueron declarando su eliminación: América del Sur en 1971, Asia en 1975, el último caso oficial se reportó en África dos años después (1977).
Finalmente, y tras siglos de su letal paso por el mundo, la OMS declaró en 1980 la erradicación de la viruela. Se desconoce el número exacto de muertes que causó, sin embargo, y como referente, se contabilizaron cerca de 300 millones de muertes tan solo en el siglo XX.
La viruela en México
La historia del territorio mexicano quedó marcada por la viruela. La presencia de “la lepra de granos mayores” (como la bautizaron los pobladores en el periodo prehispánico) pudo haber contribuido a que los españoles obtuvieran la victoria en el Nuevo Mundo.
En 1520, la viruela comenzó a esparcirse en Tenochtitlan, justo cuando se libraba una batalla en defensa de la capital del imperio mexica. Al ser una enfermedad nueva, los pueblos nativos no contaban con inmunidad, por lo que fue un gran golpe para las fuerzas militares aztecas.
De hecho, los conquistadores europeos no solo provocaron masacres en Mesoamérica, sino que además trajeron consigo la primera pandemia en la región. Se calcula que el virus mató a más de 2 millones de pobladores originarios en territorio mexicano.
“Desde entonces y hasta 1950, la viruela nunca dejó de atacar en forma epidémica a México, si bien con menos intensidad relativa en el siglo XX”, señala un artículo publicado en agosto de 1952.
El último brote que se registró en México ocurrió en Parangaricutiro, Michoacán, y concluyó en febrero de 1951, esto gracias a la aplicación de vacunas que lograron producirse en el entonces Instituto de Higiene.
¿Cómo se conecta con la mpox y en qué se diferencian?
La viruela y la mpox, antes conocida como viruela del mono, tienen varios puntos en común, el primero: pertenecen a la misma familia, Orthopox.
Al ser virus, hasta cierto punto parecidos, provocan síntomas similares: fiebre, vómitos, malestar corporal, cansancio, dolor muscular y en la garganta, así como la aparición de úlceras. Además, hasta ahora, ninguna de las dos enfermedades tienen un tratamiento específico, pero sí existen vacunas para prevenir las infecciones.
El artículo publicado en The Egyptian Journal of Internal Medicine(2022), señala que, aunque ambas están estrechamente relacionadas, la mpox causa una forma más leve de enfermedad.
La mortalidad entre ambas está lejos de ser similar, en el caso de la viruela, en su forma más letal provocó la muerte del 30 por ciento de las personas infectadas. En el caso de la mpox la tasa de mortalidad es inferior al uno por ciento (para el clado II) y de uno de cada 10 en el caso del clado I.
En cuanto a la transmisión, la viruela sólo podía transmitirse entre humanos, la mpox se transmite entre otro tipo de animales infectados. Además, el contagio de la antigua enfermedad era mucho más fácil.
Fuente: milenio.com