Al igual que las personas, las células del cuerpo humano protegen su espacio personal. Parecen saber cuánto espacio necesitan, y si se vuelve demasiado estrecho, la mayoría de las células prefieren liberarse. El mecanismo que permite a las células evadir los ambientes concurridos parece involucrar un jugador inusual: el núcleo celular. Esto es lo que los investigadores del Instituto de Investigación de Cáncer Infantil Santa Ana de Viena, el King’s College de Londres, el Instituto Curie de París y el ETH de Zurich en Basilea han mostrado en su reciente trabajo.
El cuerpo humano está formado por trillones de células que crecen en volúmenes confinados, lo que a menudo conduce a un amontonamiento de células. El efecto de aglomeración se agrava cuando el crecimiento y la proliferación celular están fuera de control durante la formación del tumor. Esto crea un microambiente compresivo para las células constituyentes.
Para ello, utilizan su mayor y más rígido compartimiento interno, el núcleo. Al apretar las células hasta el punto de deformar físicamente el núcleo, las membranas nucleares se despliegan y estiran. Estos cambios son detectados por proteínas especializadas, activando la contractilidad celular. La capacidad de desarrollar fuerzas contráctiles ayuda a exprimir la célula de su microambiente compresivo en un mecanismo de “reflejo de evasión”. Por lo tanto, el estudio propone que el núcleo funcione como una regla. Permite que las células vivas midan su espacio personal y desencadenen respuestas específicas una vez que el espacio es violado.
Como los científicos describen en el documento, publicado en la revista ‘Science’, la fosfolipasa cPLA2 dependiente del Ca2+ es una proteína que detecta el estiramiento de la membrana nuclear al comprimirse la célula. El autor principal Alexis Lomakin, PhD, enfatiza que la cPLA2 representa un objetivo para los fármacos: “Las compañías farmacéuticas están probando actualmente pequeños inhibidores de la cPLA2. Basándose en nuestros datos, la reducción de la actividad de la cPLA2 en las células tumorales podría interferir con su capacidad para escapar del tumor primario y hacer metástasis en lugares distantes”.
Los inhibidores de cPLA2 impiden la producción de ácido araquidónico (ARA), lo que posteriormente afecta a la migración, el crecimiento y la supervivencia de las células. Sin embargo, el ARA también puede ser obtenido por las células de su entorno. La dieta occidental, por ejemplo, es una potente fuente de ácidos grasos omega-6, como el ARA. La restricción de grasas en la dieta y el consumo de ácidos grasos omega-3 en lugar de omega-6 podrían sinergizarse con los inhibidores de la cPLA2 para atenuar eficazmente el escape de células tumorales de las zonas superpobladas. “Probar estas hipótesis es una dirección emocionante para la investigación futura”, concluye Lomakin.
Identificar el núcleo de la célula como un actor activo que convierte rápidamente las entradas mecánicas en señales o salidas metabólicas es sorprendente. Hasta hoy, el núcleo era considerado como un almacén pasivo de material genético. “Estamos muy entusiasmados con lo que viene después”, señala Lomakin. Según él, los altos grados de deformación nuclear podrían predecir el potencial metastásico y la resistencia a la quimioterapia y a la inmunoterapia.
Fuente: infosalus.com