Científicos del Instituto Karolinska, en Suecia, emplearon técnicas optogenéticas con las que pudieron controlar la agresión en roedores estimulando o inhibiendo estas células, como se informa en ‘Nature Neuroscience’. Los hallazgos de este trabajo contribuyen a entender mejor los mecanismos biológicos detrás del comportamiento agresivo.
La hostilidad es un comportamiento que se encuentra en todo el reino animal y que configura la vida humana desde los primeros encuentros en el patio de la escuela hasta, en su expresión más extrema, el conflicto armado y global. Como todo comportamiento, la agresión se origina en el cerebro, pero la identidad de las neuronas que están involucradas, y cómo sus propiedades contribuyen a la expresión estereotipada que a menudo se manifiesta en los conflictos interpersonales, sigue siendo en gran medida un misterio.
Ahora, investigadores del Instituto Karolinska ahora muestran que un grupo de neuronas antes relativamente desconocido en el núcleo premamilar ventral (PMv) del hipotálamo, una parte del cerebro evolutivamente bien conservada que controla muchos de nuestros impulsos fundamentales, desempeña un papel clave en el inicio y la organización del comportamiento agresivo.
Estudiando ratones machos, los autores de este trabajo descubrieron que los animales que mostraban agresión cuando se colocaba un nuevo macho en la jaula de su casa también presentaban neuronas PMv más activas. Al activar las PMv a través de la optogenética, mediante la cual las neuronas se controlan con luz, pudieron iniciar un comportamiento agresivo en situaciones donde los animales normalmente no atacan, y al inhibir PMv, interrumpen un ataque continuo.
El mapeo de las neuronas PMv también mostró que a su vez pueden activar otras regiones del cerebro, como los centros de recompensa. «Eso podría explicar por qué los roedores llegan naturalmente a un lugar donde han experimentado una situación agresiva», ha afirmado el autor principal del estudio, Stefanos Stagkourakis, estudiante de doctorado en el Departamento de Neurociencia del Instituto Karolinska.
«También descubrimos que la breve activación de las células PMv podría desencadenar un estallido prolongado, lo que podría explicar algo que todos reconocemos: cómo después de que una pelea ha terminado, la sensación de antagonismo puede persistir durante mucho tiempo», ha añadido.
La agresión entre ratones machos a menudo se ritualiza y se centra menos en causar daño que en establecer una jerarquía grupal determinando el miembro más fuerte. Esto se puede estudiar experimentalmente en la llamada prueba de tubo, en la que dos ratones se encuentran en un corredor estrecho, desde donde se pueden hacer observaciones sobre la sumisión y el dominio. Al inhibir las células PMv en un macho dominante y estimular las mismas células en un macho sumiso, losinvestigadores pudieron invertir su estado jerárquico mutuo.
«Uno de los hallazgos más sorprendentes de nuestro estudio fue que el cambio de roles que conseguimos al manipular la actividad de PMv durante un encuentro duró hasta dos semanas», ha dicho el líder del estudio Christian Broberger, profesor asociado del Departamento de Neurociencia del Instituto Karolinska.
Los investigadores esperan que los resultados puedan contribuir a nuevas estrategias para manejar la agresión. «El comportamiento agresivo y la violencia causan lesiones y traumas mentales duraderos para muchas personas, con costosas consecuencias estructurales y económicas para la sociedad. Nuestro estudio agrega conocimiento biológico fundamental sobre sus orígenes», ha concluido Broberger.
Fuente: Tecnoxplora