Las altas temperaturas también tienen un impacto sobre el bienestar, sobre todo en personas vulnerables, como los ancianos, los niños o los enfermos crónicos
Tendemos a asociarlo solo con sensaciones positivas, pero el calor también enferma. Las altas temperaturas impactan en nuestra salud y pueden provocar desde problemas leves, como la falta de sueño, hasta complicaciones muy serias, como los golpes de calor o el agravamiento de distintas patologías crónicas.
Las cifras que avalan estos efectos negativos del calor son elocuentes. Según datos del Observatorio de Salud y Cambio Climático, las olas de calor provocan un aumento promedio del 10% los ingresos en urgencias y también tiene un impacto en la mortalidad. En 2024 se produjeron 3.521 defunciones atribuibles al exceso de temperatura, según datos del sistema de Vigilancia de la Mortalidad diaria (MoMo). En el pasado mes de junio, el más cálido desde que hay registros en España, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), se registraron 380 muertes vinculadas a las altas temperaturas, de las que 102 se han producido desde el pasado sábado, cuando arrancó la primera ola de calor del verano.
Tal y como explica Victoria Fernández Menéndez, responsable del Grupo de Trabajo de Urgencias y Emergencias de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), la exposición a temperaturas elevadas puede provocar una respuesta insuficiente del sistema termorregulador de nuestro organismo. «El cuerpo puede no regular bien el calor debido a un exceso de temperaturas», explica. Y si esa alteración no se revierta pueden verse afectadas distintas funciones vitales.
«El principal riesgo, sin duda, es la deshidratación. Y esta puede parecer leve al principio, pero si no se corrige, puede acabar teniendo consecuencias graves. También hay que tener en cuenta el golpe de calor, que es una situación extrema donde el cuerpo alcanza temperaturas altísimas, puede perder la conciencia y requiere atención médica inmediata», apunta Asensio López, médico de familia y coordinador del Programa de Actividades Preventivas y de Promoción de la Salud (PAPPS) de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC).
En general, se considera que una persona sana puede tolerar una variación de su temperatura interna de aproximadamente 3ºC sin que su estado se vea alterado. Sin embargo, a partir de 37ºC aumenta el riesgo de que se produzca una reacción fisiológica de defensa.
Personas más vulnerables
El calor no nos afecta a todos por igual, subrayan ambos médicos, quienes recuerdan que hay distintos factores que pueden convertir a un individuo en más vulnerable a los efectos de las altas temperaturas.
La edad es uno de los más importantes. Así, los mayores de 65 años y los menores de cuatro son especialmente susceptibles al calor. «Los ancianos pueden llegar a no sentir sed, que es el primer paso para la deshidratación, y los niños al estar entretenidos con el juego pueden olvidarse de beber», señala Fernández.
También las embarazadas, «que tienen un gasto energético mucho mayor, deben extremar las precauciones en días calurosos», añade.
Asimismo, son más susceptibles a los perjuicios del calor excesivo las personas con trastornos de la memoria o dependientes.
«Aquí es fundamental que los cuidadores o la familia estén pendientes de ofrecerles líquidos de forma constante, atractivos, apetecibles. También hay que prestar mucha atención a las personas que están tomando ciertos medicamentos, sobre todo diuréticos, ansiolíticos o antidepresivos», señala López, quien suma entre los colectivos vulnerables «los trabajadores que están expuestos al sol o al calor, que muchas veces no tienen posibilidad de parar, y eso los pone en riesgo».
Tanto López como Fernández recuerdan que algunas patologías pueden empeorar con el calor, como las enfermedades cardiovasculares, las respiratorias, las mentales, las pulmonares, la diabetes, etc. «Las enfermedades del corazón y la tensión arterial son especialmente sensibles al calor, sobre todo porque muchos de estos pacientes toman diuréticos, que hacen que se pierda más líquido», señala López. «También las personas con problemas de salud mental, que toman psicofármacos, pueden ver alterado su sistema de regulación térmica. Además, en personas polimedicadas, que toman muchos medicamentos juntos, es importante revisar si alguno de ellos puede aumentar la sensibilidad al calor», señala. Y añade: «Todo esto nos debe hacer estar muy pendientes de estos pacientes cuando hay olas de calor»
El agravamiento de enfermedades previas es, de hecho, la causa principal de mortalidad por calor en España, según datos del Observatorio de Salud y Cambio Climático, si bien hay que tener en cuenta que los golpes de calor también pueden resultar fulminantes.
Este problema se produce cuando el sistema de termorregulación del organismo falla y el cuerpo alcanza temperaturas muy elevadas. «Es una situación extrema que requiere atención médica inmediata», señala López.
El problema, continúa el especialista, es que «muchas veces no es fácil identificarlo desde el principio, porque los síntomas pueden confundirse con otras patologías».
Los primeros signos del golpe de calor se manifiesta como «cansancio, malestar general, dolor de cabeza, sensación de inestabilidad, un pequeño mareo… cosas que pueden parecer normales. Pero si estamos en pleno verano, hace mucho calor y además no hemos bebido lo suficiente, debemos estar atentos. Si además hay desorientación, pérdida de fuerza, e incluso pérdida de conciencia, eso ya nos está diciendo que puede haber un golpe de calor. En ese momento, lo primero es actuar: buscar sombra, refrescar el cuerpo, ofrecer líquidos poco a poco… Y si no mejora rápido, llamar al 112 o acudir a un centro de salud», señala López.
La medida clave para protegerse del calor es la prevención, coinciden López y Fernández. «Hay que evitar la exposición directa al sol, especialmente entre las 12 y las 17 horas. También es fundamental hidratarse con frecuencia, incluso aunque no tengamos sed. Además del agua, también sirven los caldos, los zumos, el gazpacho, las frutas con mucho contenido de agua… Las personas mayores deben tener siempre bebidas atractivas a su alcance, y hay que ofrecérselas con frecuencia. Si vamos a hacer esfuerzo físico o estar al aire libre, es fundamental llevar agua con nosotros y refrescarnos con frecuencia. Y nunca confiarse: el hecho de ser joven o estar entrenado no evita un golpe de calor. La clave siempre es anticiparse y protegerse».
Tanto el Ministerio de Sanidad como la web de la Agencia Estatal de Meteorología disponen de sistemas de alerta del riesgo por altas temperaturas, que es variable. La temperatura a partir de la cual el calor puede generar un efecto perjudicial en la salud es diferente en cada parte de España, debido a múltiples factores, como la adaptación de esa región a las subidas del termómetro. 28ºC en Galicia pueden ser más perjudiciales para la salud que 37ºC en Andalucía.
Fuente: elmundo.es