El virus del sarampión, altamente contagioso, sigue matando cada año a casi 100.000 personas en todo el mundo. En la mayoría de los casos, las muertes se deben a complicaciones, como la neumonía. Según la Organización Mundial de la Salud, el número de casos desde enero de 2019 se ha triplicado en todo el mundo en comparación con el año 2018, debido principalmente a la disminución de la vacunación, que en Europa se explica por la desconfianza en ella. Sin embargo, un nuevo argumento refuerza la necesidad de esta vacunación. En 2015, Michael Mina, actualmente en el Instituto Médico Howard Hugues, en Maryland, y sus colaboradores demostraron mediante estudios epidemiológicos una asociación entre el sarampión y el aumento de la mortalidad durante años después de la infección, aunque se desconocían las razones de ellos. Este mismo investigador, con un equipo internacional, acaba de entender por qué: el virus del sarampión borra la memoria inmunitaria de las personas infectadas.
Esta memoria se halla presente en el cuerpo, sobretodo, en forma de anticuerpos que conserva el organismo después de un primer encuentro con un patógeno. Pero la inmunodepresión relacionada con el sarampión hace que las personas se vuelvan vulnerables a infecciones posteriores con otros patógenos. Y, lo que es más importante, este fenómeno no ocurre con la vacunación. «S sabe desde hace tiempo que el sarampión es una enfermedad inmunodepresora, que conlleva complicaciones frecuentes, especialmente respiratorias, a los dos meses de la infección. Este trabajo demuestra la grave amnesia que sufre el sistema inmunitario como consecuencia de la infección con este virus», explica Paul-Henri Consigny, director del centro médico del Instituto Pasteur, que no participó en el trabajo.
Michael Mina y sus colaboradores compararon la reserva de anticuerpos de memoria en la sangre de 77 niños holandeses no vacunados, antes y unos dos meses después de una infección por sarampión en 2013. Mediante una herramienta de identificación de anticuerpos contra la mayoría de los patógenos víricos y bacterianos denominada VirScan, los investigadores demostraron que el sarampión elimina entre el 11 y el 73 por ciento del repertorio de anticuerpos presentes antes de la infección. El 20 por ciento de los niños más gravemente afectados perdieron más del 50 por ciento de los anticuerpos específicos contra ciertos patógenos. No es solo que algunos anticuerpos han dejado de estar representados, sino que la cantidad de los que quedan contra muchos otros patógenos también se ha reducido notablemente. El equipo confirmó esta observación en macacos. Las personas que han sufrido sarampión se vuelven «vírgenes» de nuevo con respecto a muchos patógenos, como los recién nacidos.
Esta inmunodepresión, a diferencia de la inducida por el virus del sida, no es permanente. Los autores observaron, gracias a un seguimiento de las epidemias en el entorno de los niños, que gradualmente restauran su memoria inmunitaria a medida que se reinfectan con virus transmisibles. Esta reconstrucción no está exenta de peligro. «Las primeras exposiciones en recién nacidos y niños pequeños son de mejor calidad porque el bebé desarrolla respuestas inmunitarias amplias y completas. Durante una segunda exposición después del sarampión, la respuesta puede ser de peor calidad, limitada por la memoria imperfecta que ha quedado, y por lo tanto implica más riesgos», explica Frédéric Tangy, investigador del Instituto Pasteur.
Para completar el estudio, el equipo de Michael Mina también analizó la sangre de niños pequeños vacunados contra el sarampión. En estos pacientes no se observa inmunodepresión, ni en la diversidad ni en la cantidad de anticuerpos. «Esto es totalmente consistente con lo que se esperaba. El virus atenuado utilizado para la vacunación tiene unas 50 mutaciones que le han hecho perder la capacidad de infectar y destruir las células del sistema inmunitario», observa Frédéric Tangy. La vacunación contra el sarampión no va acompañada de infecciones posteriores.
Aunque estos estudios no revelan los mecanismos precisos que subyacen a esta profunda reestructuración de la memoria inmunitaria, sí refuerzan el valor de la vacuna contra el sarampión, una enfermedad que podría ser erradicada por este medio. «Los autores señalan las numerosas implicaciones de su trabajo, como la necesidad de revacunar a las personas infectadas por el sarampión contra otros patógenos. Puede ser prematuro extraer conclusiones de este estudio sobre los calendarios de vacunación, pero sin embargo es un hito importante en la comprensión de los riesgos de infección después del sarampión», opina Paul-Henri Consigny.
Fuente: investigacionyciencia.es