Un estudio reveló que el COVID-19 grave puede dañar el tronco encefálico, causando efectos físicos y psiquiátricos persistentes como fatiga y ansiedad
Un estudio reciente realizado por las Universidades de Cambridge y Oxford ha identificado que el daño al tronco encefálico, una región crítica del cerebro, podría ser la causa principal de los efectos duraderos que padecen las personas que sufrieron infecciones graves de COVID-19. La investigación utilizó una tecnología de vanguardia, los escáneres de resonancia magnética de ultra alta resolución 7 Tesla (7T), para examinar en detalle cómo el virus afecta al cerebro, proporcionando nuevas perspectivas sobre las secuelas físicas y psiquiátricas que pueden persistir mucho después de que la infección inicial haya pasado.
El estudio analizó a 30 personas que habían sido hospitalizadas por COVID-19 grave durante la primera ola de la pandemia, antes de que las vacunas estuvieran disponibles. Los investigadores observaron que el virus afecta directamente al tronco encefálico, una estructura cerebral que controla funciones vitales como la respiración, la presión arterial y la frecuencia cardíaca, así como funciones cognitivas relacionadas con la fatiga y la ansiedad. Esta parte del cerebro, que conecta el cerebro con la médula espinal, es un centro de control fundamental para el organismo.
El equipo de investigación descubrió que varias regiones del tronco encefálico, incluyendo el bulbo raquídeo, la protuberancia y el mesencéfalo, presentaban signos de inflamación, lo que sugiere una respuesta neuroinflamatoria persistente. Estas áreas específicas están vinculadas con la regulación de la respiración y otras funciones críticas, lo que podría explicar los síntomas continuos como la disnea (dificultad para respirar), la fatiga extrema y el dolor en el pecho que muchos de los pacientes han experimentado incluso semanas después de su hospitalización.
El uso de escáneres 7T fue clave para lograr estos hallazgos, ya que estos dispositivos pueden detectar cambios en el cerebro con un nivel de detalle mucho mayor que los escáneres tradicionales. Según la Dra. Catarina Rua, autora principal del estudio, hasta ahora, el tronco encefálico no había sido examinado de manera tan precisa en personas vivas debido a su pequeño tamaño y su ubicación difícil de alcanzar. En estudios anteriores, solo se había logrado observar la inflamación de esta área mediante autopsias.
La importancia del tronco encefálico radica en su papel como mediador entre el cerebro y el cuerpo, funcionando como un “puente” que controla muchas de las interacciones entre ambos. Por lo tanto, cualquier daño en esta región puede tener consecuencias significativas tanto en la salud física como mental. De hecho, el estudio también encontró que el daño en el tronco encefálico podría estar relacionado con la aparición de síntomas psiquiátricos, como la ansiedad y la depresión. Según el profesor James Rowe, quien codirigió la investigación, aquellos pacientes que mostraban una respuesta inmunitaria más intensa presentaban niveles más altos de síntomas psiquiátricos.
Antes de este estudio, investigaciones post mortem de pacientes que habían fallecido por COVID-19 ya habían mostrado signos de inflamación en el tronco encefálico. Sin embargo, los científicos pensaban que estas alteraciones eran el resultado de una respuesta inmunitaria posterior a la infección, más que de una invasión viral directa. Ahora, gracias a los escáneres 7T, es posible ver con mayor claridad cómo la COVID-19 afecta al cerebro de los sobrevivientes, lo que ha permitido a los investigadores medir la inflamación cerebral en pacientes vivos.
El estudio también abre la puerta a nuevas investigaciones sobre cómo otras enfermedades que involucran inflamación del tronco encefálico, como la esclerosis múltiple y la demencia, podrían estar relacionadas con procesos similares. Además, se espera que esta tecnología avanzada permita evaluar la efectividad de diferentes tratamientos para enfermedades cerebrales y neurodegenerativas en el futuro.
El profesor Rowe destacó que la colaboración entre diferentes equipos de investigación, que incluyó expertos en neurociencia y tecnología de escaneo, fue clave para lograr estos resultados en un momento tan crítico de la pandemia. Según la Dra. Rua, esta investigación proporciona una comprensión más profunda de los efectos a largo plazo del COVID-19 en el cerebro y cómo tratar mejor a quienes han sufrido infecciones graves.
Este descubrimiento subraya la complejidad de las secuelas del COVID-19 y sugiere que los problemas de salud tanto físicos como mentales que presentan los pacientes recuperados de la enfermedad podrían estar vinculados a la inflamación prolongada en una región crítica del cerebro. Las implicaciones de estos hallazgos pueden ser de gran ayuda para tratar los síntomas persistentes en los sobrevivientes de COVID-19 y para diseñar estrategias terapéuticas más efectivas.
Fuente: laopinion.com