En nuestro país se diagnostican cada año más de 33 mil nuevos casos de cáncer de próstata, el tipo de tumor más común entre la población masculina. Un cáncer que, si bien en un gran número de casos no resulta mortal dado su lento crecimiento, causa cada año el deceso de cerca de 6 mil españoles. Y es que este tipo de cáncer presenta una gran capacidad para expandirse e invadir otros órganos –el proceso denominado ‘metástasis’–. De hecho, hasta un 90 por ciento de los pacientes que acaban falleciendo a consecuencia del tumor presenta metástasis óseas. De ahí la importancia de un estudio dirigido por investigadores de la Universidad Estatal de Washington en Pullman (Estados Unidos), en el que se describe no solo el mecanismo por el que el cáncer de próstata llega a los huesos, sino también una molécula que, ya presente en algunos antidepresivos ‘antiguos’, es capaz de detener todo este proceso.
Como explica Jason Wu, director de esta investigación publicada en la revista “Cancer Cell”, “nuestros hallazgos ofrecen una justificación para evaluar el nuevo uso de estos ‘antiguos’ antidepresivos para el beneficio de los pacientes con cáncer de próstata en estadios avanzados que ya presentan signos y síntomas de metástasis”.
Hacerse un hueco
Para llevar a cabo el estudio, los autores emplearon un modelo animal –ratones– al que inocularon distintas líneas celulares del cáncer de próstata en humanos. Y lo que vieron es que existe una enzima denominada ‘monoamino oxidasa A’ (MAO-A) que activa una cascada de señales moleculares que facilitan que las células tumorales invadan y crezcan en los huesos. Pero, dado que los tejidos óseos, aun porosos, no son ni mucho menos huecos, ¿cómo es posibles que las células cancerígenas encuentren un lugar donde ‘anidar’ y crecer? Pues porque promueven la destrucción del hueso para hacerse un hueco.
Por lo general, el hueso se construye a partir de unas células llamadas osteoblastos y se ‘destruye’ –o ‘reabsorbe’– para su crecimiento o curación mediante unas células denominadas ‘osteoclastos’. Y en este contexto, la enzima MAO-A activa tres proteínas que potencian la función de los osteoclastos.
Como indica Jason Wu, “las células tumorales tienen la capacidad para activar específicamente a los osteoclastos para que degraden el hueso. Un fenómeno en el que, como hemos visto en nuestros experimentos, hay mucha más destrucción ósea que formación de nuevo hueso”.
Y esta capacidad destructora vía MAO-A del cáncer de próstata, ¿es exclusiva de alguna línea celular específica o común a todas las células tumorales? Pues después de utilizar distintas líneas celulares humanas, los autores comprobaron que se trata de una firma característica de todos los tumores de próstata.
Es más; como destaca el director de la investigación, «la reducción de la expresión de esta enzima en las células del cáncer de próstata conllevó a una menor tasa de metástasis óseas de este tipo de tumor. Por el contrario, cuando expresamos la MAO-A en estas células cancerígenas observamos un incremento de las metástasis óseas en los ratones».
Rebuscar en el botiquín
La buena noticia es que esta destrucción del tejido óseo y, por ende, la expansión del tumor a los huesos, se puede prevenir. Y para ello, tal y como muestran los resultados, tan solo hay que utilizar un inhibidor de la MAO-A. Más concretamente, la administración de un inhibidor específico de esta enzima denominada ‘clorgilina’ provocó la interrupción de la cascada de señales que desencadenan la invasión y proliferación de las células tumorales. Y esta clorgilina, ¿está ya comercializada para su uso en la práctica clínica? Pues la verdad es que no; nunca pasó de la fase experimental. Pero hay otros fármacos muy similares que, aprobados en la década de los años setenta, se han empleado durante muchos años en el tratamiento de la depresión.
Sin embargo, como reconoce Jason Wu, “no hay ningún ensayo clínico en el que se haya comunicado un menor riesgo de cáncer de próstata en pacientes en tratamiento con antihipertensivos. Sea como fuere, nuestro trabajo muestra unos resultados muy prometedores en ratones que merecen ser investigados en mayor profundidad, caso de un ajuste de la formulación, dosis y vía de administración de los inhibidores de la MAO-A antes de su aplicación en la clínica”.
Fuente: abc.es