El catedrático más influyente del mundo de los negocios revela que esta conducta no es necesariamente negativa y puede ser un motor de aprendizaje
Según el último informe anual del Sistema de Salud de España, el 10% de la población padece ansiedad, un trastorno que se ha incrementado exponencialmente en todo el mundo. A partir de la pandemia de COVID-19 y con el aumento de la vida digital, este se ha vuelto frecuente en personas de todas las edades.
Una amiga le preguntó a Arthur Brooks, el catedrático de Harvard y experto en felicidad, cómo tratarla. A raíz de la consulta, este psicólogo social que es una de las voces más escuchadas en el mundo de los negocios, ha publicado una columna en The Atlantic titulada: “Cómo transformar a la ansiedad en aventura”.
¿Para qué sirve la ansiedad?
Como primera medida sugiere desmentir que se trata de una conducta negativa, citando los estudios científicos de los biólogos evolutivos, que ya lo habían descrito como una adaptación del cerebro ante posibles amenazas. El riesgo, reconoce, es el efecto que genera cuando esta alerta se activa con demasiada frecuencia. Ahí es cuando se convierte en un problema:
“Si este sistema de alarma tiene un umbral demasiado bajo, como una alarma de humo que salta cada vez que cocinas, su sensibilidad se convierte en un problema. Estímulos cotidianos, como ir a una fiesta o hablar delante de unas pocas personas, no deberían producir ansiedad; si lo hacen, puede que estés experimentando una desregulación”, explica.
Hay condiciones similares como el miedo, la preocupación o el estrés que difieren de la ansiedad, a la que Brooks define como “una parte integral de la vida que puede aportar aprendizaje, mejorar el rendimiento e incluso convertir la vida en una aventura”. Pero todo debe comenzar por identificarla correctamente.
Para aprovecharla es necesario cumplir con ciertos pasos, según el autor. En primer lugar, no reprimirla. Esto suena difícil porque durante muchos años se ha difundido que esta conducta era dañina. Sin embargo, está comprobado que genera un efecto contrario:
“Experimentos de 2009 descubrieron que las personas a las que se les indicó suprimir sus conductas ansiosas sintieron que su ansiedad aumentaba, en comparación con quienes aceptaban esos sentimientos. Ya sea en el trabajo o en casa, cuando se activa la alarma y suben las hormonas del estrés, intenta simplemente decirte: ‘Esto es solo mi cerebro avisándome de algo fuera de lo normal’”.
La ansiedad, el vértigo de la libertad
El segundo paso es reformular la ansiedad para transformarla en una oportunidad emocionante. Es decir, tomar lo “fuera de lo normal” como una posibilidad de aventura y no de “amenaza”. No se trata de eliminar la ansiedad, sino de cambiar el marco: “Puede ser tan simple como decir, cuando algo te estresa: ‘esto es emocionante’”.
El filósofo danés Søren Kierkegaard ya decía en el siglo XIX que era “una aventura a la que todo hombre ha de enfrentarse si no quiere ir a la perdición” y la definía como el “vértigo de la libertad”. Brooks lo cita y explica a raíz de la consulta de su amiga que le consulta, que es “el coste de dedicarse al negocio de estar plenamente vivo. Siempre hay que pagar ese precio, y no se supone que deba resultar agradable. Se supone que debe valer la pena”.
El académico no dice que la ansiedad sea necesaria para ser feliz, pero sí reconoce que ante su posible aparición existen fórmulas para transformarla en algo positivo.
Fuente: nationalgeographic.com.es