Durante mucho tiempo, las células B silenciadas, una clase de células inmunitarias que reaccionan espontáneamente, fueron consideradas inútiles o incluso peligrosas para nuestra salud. Los científicos se preguntaban por qué el cuerpo mantiene estas células en gran cantidad, si sus anticuerpos representan un riesgo real para la salud, en lugar de destruirlos por completo. Ahora, un trabajo publicado en Science muestra que estas células podrían ser un arma secreta de nuestro cuerpo, preparada para combatir las infecciones peligrosas.
Usando ratones, investigadores del Instituto Garvan de Investigación Médica (Australia) descubrieron que las llamadas células B “silenciadas”, que son linfocitos aparentemente inactivos, que cuando se activan pueden dañar nuestro propio cuerpo, pueden redimirse atacando microbios dañinos, nuestro sistema inmunológico de lo contrario luchar para luchar.
Esta adaptación representa un tipo de inmunidad hasta ahora desconocida. El hallazgo, según sus autores, podría allanar el camino para descubrir nuevas vacunas para combatir infecciones como el VIH y Campylobacter, que se esconden de nuestro sistema inmunológico por su capacidad de imitar efectivamente nuestro propio material biológico. “Lejos de obstruir el sistema inmune sin una buena razón, estas células proporcionan armas para combatir a los invasores con la táctica del lobo con piel de cordero, lo que hace que sea casi imposible para las otras células del sistema inmune luchar contra ellas”, explica en un comunicado la autora principal del estudio, Deborah Burnett.
Hasta ahora, solo se han demostrado sus cualidades en un modelo de ratón. Las mutaciones de ADN de los genes de los anticuerpos en los centros germinales, que es donde las células B se activan durante la respuesta inmune, reprograman estos anticuerpos autoreactivos, haciendo que dejen de unirse al tejido del ratón y aumentando su capacidad vinculante contra invasores en hasta 5.000 veces.
Nuestro cuerpo está compuesto por infinidad de elementos aún desconocidos por la ciencia, o incluso inútiles. Y no se libra ni nuestro ADN. La mayor parte del genoma humano es información genética basura: de hecho, para ser más precisos, un 75% no tiene uso o importancia, según un reciente estudio del biólogo Dan Graur de la Universidad de Houston, publicado en la revista Genome Biology and Evolution.
Fuente: nmas1.org