Si su nueva estrategia funciona, algo que está por verse, podría ayudar con varios de los mayores problemas de la empresa
Cuando Mark Zuckerberg apareció en Connect, la conferencia virtual de Facebook celebrada el jueves, sonriendo mientras caminaba por habitaciones impecables llenas de muebles modernos de mediados de siglo, parecía un hombre sin presiones.
¿Informante? ¿Cuál informante? ¿Una vieja crisis de confianza que tiene a los reguladores furiosos, a los empleados huyendo y a los legisladores comparando a Facebook con las grandes tabacaleras? Nada de eso.
En cambio, Zuckerberg y sus lugartenientes expusieron alegremente su visión para el llamado “metaverso”, el entorno virtual inmersivo que Facebook —una empresa que, a partir del jueves, pasó a llamarse Meta aunque todos, excepto algunos periodistas financieros muy comprometidos, probablemente seguiremos llamándola Facebook— está tratando de construir.
Al igual que la mayoría de los anuncios de estrategia de Facebook, el cambio de marca realizado el jueves formalizó un plan que ha estado en marcha durante años. La compañía ya tiene más de 10.000 personas trabajando en proyectos de realidad aumentada y virtual en su división Reality Labs, aproximadamente el doble de personas que en todo el personal de Twitter, y ha dicho que planea contratar a 10.000 más en Europa. A principios de esta semana, la compañía anunció que este año gastará alrededor de 10.000 millones de dólares en inversiones relacionadas con el metaverso, y ha estado adquiriendo empresas emergentes de realidad virtual en una suerte de acaparamiento de tierras en el metaverso.
Hay varias preguntas que uno podría hacer sobre esta estrategia de metaverso. La primera y más básica es: ¿Qué es un metaverso y cómo se verá la versión de Facebook de uno?
Esa pregunta fue respondida, al menos parcialmente, en la presentación del jueves. Zuckerberg pintó una imagen del metaverso como un mundo virtual limpio y bien iluminado, al que en un principio se ingresará con dispositivos de realidad virtual aumentada, y después se podrán incorporar sensores corporales más avanzados para que las personas puedan jugar juegos virtuales, asistir a conciertos virtuales, ir de compras para tener artículos virtuales, coleccionar arte virtual, pasar el rato con los avatares virtuales de los demás y asistir a reuniones de trabajo virtuales.
Esta visión de un reino digital inmersivo no es nueva, fue esbozada hace casi 30 años por el autor de ciencia ficción Neal Stephenson, pero Zuckerberg apuesta por el futuro de Facebook con la idea de que se volverá real, y dice que el metaverso será un “sucesor de internet móvil”.
Otra pregunta obvia que podrías hacer es: “¿Esto funcionará?”. Por supuesto, es imposible decirlo con certeza, aunque personalmente soy escéptico de que Facebook —una empresa caracterizada por una gran burocracia cuyos mayores avances en la última década se han producido principalmente con la compra de aplicaciones de la competencia o copiando sus características, en vez de desarrollar sus propias ideas— creará un universo digital inmersivo en el que la gente realmente querrá pasar el tiempo.
Pero, en mi opinión, la pregunta más interesante es: ¿por qué Zuckerberg está haciendo esto? Después de todo, no es el preludio de una reorganización corporativa enorme o una señal de un director ejecutivo que quiere facilitar su trabajo, como fue el caso cuando Google se renombró como Alphabet en 2015 y Larry Page delegó el control de los asuntos diarios a Sundar Pichai. Y aunque algunos han especulado que el cambio de marca está destinado a distraer la atención de los escándalos más recientes de Facebook, es extraño pensar que anunciar un plan radical para reinventar el mundo digital haría que los críticos fueran menos escépticos sobre los motivos de la empresa.
Para entender por qué Zuckerberg va con todo, es útil comprender que un metaverso exitoso podría ayudar a resolver al menos cuatro problemas grandes y espinosos que Facebook enfrenta en el mundo terrenal.
El primero es uno sobre el que ya he escrito: el negocio principal de las redes sociales de Facebook está envejeciendo, y los usuarios más jóvenes están abandonando sus aplicaciones por TikTok, Snapchat y otras alternativas más actuales. El problema de la juventud de Facebook todavía no lo ha afectado financieramente, pero los ingresos publicitarios son un indicador rezagado, y hay mucha evidencia de que incluso Instagram, la aplicación supuestamente saludable en la cartera de Facebook, está perdiendo la atención de los adolescentes y los veinteañeros.
La versión más sombría de lo que Facebook podría convertirse en los próximos años, si las tendencias actuales se mantienen —un lodazal dominado por personas maduras y lleno de videos de animales adorables y basura hiperpartidista— claramente no es el tipo de cosas que la compañía quiere como su producto estrella. (Zuckerberg apoyó una estrategia centrada en los jóvenes a principios de esta semana y dijo que el nuevo enfoque de la empresa estaba atrayendo y reteniendo a los usuarios jóvenes).
El metaverso podría ayudar con la crisis demográfica de la empresa, si logra que los jóvenes usen sus dispositivos de visores Oculus y pasen el tiempo en Horizon, la red social virtual de Facebook, en lugar de ver videos de TikTok en sus teléfonos.
Otro problema que la estrategia del metaverso podría abordar, si funciona, es el riesgo de la plataforma. Durante años, Zuckerberg ha expresado su molestia porque las aplicaciones móviles de Facebook se ejecutan en iOS y Android, lo que hace que su éxito dependa en gran medida de Apple y Google, dos empresas cuyas prioridades suelen ser diametralmente opuestas a las suyas. Los cambios de este año en la “transparencia de seguimiento de aplicaciones” de Apple, por ejemplo, afectaron al negocio de publicidad de Facebook al dificultar la recopilación de datos sobre la actividad móvil de los usuarios. Y si los teléfonos inteligentes siguen siendo la forma dominante en que las personas interactúan en línea, Facebook nunca controlará su destino.
Desde 2015, Zuckerberg ha hablado de los beneficios estratégicos del metaverso cuando le escribió a sus colaboradores que debían “triunfar en la construcción de una plataforma importante y aplicaciones clave para mejorar nuestra posición estratégica en la próxima plataforma”.
Una estrategia de metaverso, si funciona, podría acabar la dependencia que Facebook tiene de Apple y Google, al dirigir a los usuarios a plataformas suyas, como Oculus, donde no tiene que preocuparse por ser expulsada de la tienda de aplicaciones por espiar la actividad de los usuarios o facilitar el tráfico ilegal de trabajadores domésticos. Eso significaría que si, por ejemplo, Facebook quisiera cobrar por ropa virtual dentro de una de sus aplicaciones del metaverso, podría hacerlo sin pagar una tarifa del 30 por ciento a un rival. (El jueves, Zuckerberg criticó indirectamente a Apple y Google, diciendo que su control del ecosistema de aplicaciones móviles estaba “sofocando la innovación, impidiendo que las personas construyeran cosas nuevas y frenando toda la economía de internet”).
El tercer problema que Facebook enfrenta es el riesgo regulatorio. La empresa no está en peligro, pero los reguladores están haciendo tanto ruido para restringir su crecimiento (al implementar nuevas leyes de privacidad o al impedir que adquiera el próximo Instagram, por ejemplo) que tiene sentido hacer apuestas en otras áreas, como la realidad virtual y aumentada, que es menos probable que se regulen a corto plazo. Además, como muchos de los problemas regulatorios de Facebook se derivan de la forma en que se utilizan sus aplicaciones para el debate político conflictivo, el metaverso podría permitirle incursionar en un universo social más amable y gentil que aún no ha sido cooptado por los partidarios iracundos. (¿Qué grupo no fue mencionado durante la presentación del jueves? Los políticos).
El cuarto problema, por supuesto, es el daño que ha sufrido la reputación de Facebook por sus errores y escándalos frecuentes a lo largo del tiempo. Durante años, todo lo que hace Facebook, incluso proyectos que no tienen nada que ver con las redes sociales, como lanzar una billetera de criptomonedas, se han visto afectados. Y como decenas de medios de comunicación todavía analizan sus investigaciones internas, es probable que la imagen pública de la empresa empeore antes de mejorar.
Zuckerberg, cuya nueva personalidad pública es algo así como un “futurista que está por encima de todo”, dice que el cambio de nombre no estuvo motivado por el deseo de escapar de esos escándalos. Pero la marca tóxica de Facebook ha tenido consecuencias reales. Ha desmoralizado a la fuerza laboral de la empresa y dificulta que atraiga y retenga empleados talentosos. Ha hundido asociaciones, genera nerviosismo en los anunciantes y convirtió a Zuckerberg —quien, a pesar de su manifiesta ambivalencia, quiere ser recordado como un tecnólogo visionario en vez de ser visto como un destructor de la democracia— en un villano mundial.
Construir el metaverso no resolverá ninguno de estos problemas de la noche a la mañana. De hecho, probablemente no los resolverá y podría ocasionar que Facebook sea sometida a nuevos escrutinios que no habría enfrentado si simplemente se hubiera enfocado durante los próximos años en solucionar los problemas de sus productos actuales.
Pero sería un error descartar el metaverso de Facebook como un simple truco de mercadeo o una táctica estratégica destinada a incrementar la influencia de la empresa sobre sus rivales (aunque tiene un poco de ambas cosas). Si funciona, el metaverso de Zuckerberg marcaría el comienzo de una nueva era de dominio, una que extendería la influencia de Facebook a nuevas formas de cultura, comunicación y comercio. Y si no es así, será recordado como un intento desesperado y costoso de darle un toque futurista a una red social geriátrica, mientras se desvía la atención de los problemas sociales urgentes. Vale la pena tomar en serio cualquier posibilidad.
Sin embargo, esto no es un truco de vanidad para Zuckerberg. En el metaverso, ha encontrado una especie de vía de escape: una forma de huir del desordenado y turbulento presente de Facebook yocupar una nueva e inmaculada frontera. No es de extrañar que se vea tan feliz.
Fuente: NYT