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¿Por qué «vivimos colonizados» por algoritmos y cómo la élite tecnológica se aprovecha de ello?

Puede que esta visión suene algo derrotista, pero Adam Greenfield, un reconocido escritor estadounidense y crítico futurista, asegura que es la mejor manera de describir los tiempos que vivimos.

Para Greenfield, nuestra vida diaria ha sido colonizada por algoritmos que procesan nuestra información. Y muchas veces ni siquiera somos conscientes de ello.

En su último libro, «Radical Technologies», publicado en junio, analiza una sociedad adicta a los celulares, absorta en pantallas brillantes y enganchada a juegos de realidad aumentada y a todo de tipo de aplicaciones que se alimentan de datos personales.

Una sociedad en la que cada vez hay más accidentes peatonales, más fotos y mensajes en redes sociales, y más anuncios personalizados.

Y las principales favorecidas, según Greenfield, son las grandes corporaciones y sus millonarios propietarios, que se ven favorecidos por nuestro propio comportamiento y nuestra complicidad con un sistema dominado por algoritmos.

Un ejemplo, asegura, son los juegos que usan miles de personas a través del celular.

«Los diseñadores de juegos y de otras experiencias virtuales lo han hecho muy bien a la hora de engañar nuestros sistemas neuronales, haciéndonos sentir que nuestra realización personal está en el próximo clic, en la próxima pantalla, en el próximo like», le cuenta el escritor a la BBC.

«Pero esto no se hace de forma neutral; siempre hay algún tipo de incentivo financiero para capturar nuestra atención hasta ese punto. Y creo que esto es algo de lo que la gente debería ser consciente».

Greenfield asegura que se impacta al observarlo día tras día.

«Cuando voy en el autobús y miro a mi alrededor, en torno a un 75% de la gente que me rodea está usando el smartphone y muchos de ellos están jugando a juegos, moviéndose nerviosamente», cuenta.

«Si prestas atención, empiezas a percibir el mundo a través de diferentes lentes. Y a veces es inquietante y muy desconcertante».

Utopismo tecnológico

Greenfield advierte que es importante no caer en un «utopismo tecnológico»; esa idea de que los celulares y otros dispositivos y tecnologías digitales incrementarán nuestra libertad personal y nos liberarán de las élites burocráticas.

Según el autor, la situación es preocupante.

«Algunas personas, como mi pareja, usan el acceso a esa información para aprender o investigar sobre cosas que le interesan -la historia de Afganistán y las invasiones mongolas- pero ella es una excepción. La mayoría de la gente juega a Candy Crush».

Pero ¿es eso tan malo, si es lo que quieren hacer?

«Bueno, no soy yo quien debe juzgar eso. Pero no es como lo elijo gastar mi tiempo», responde. «Hay demasiadas grandes instituciones interesadas en la idea de simplificar la manera en que vivimos. Y es muy difícil para nosotros, como individuos, contrarrestar eso».

«Es muy difícil para cualquier decir: ‘NO quiero tener un smartphone. NO quiero tener estos aparatos en mi casa’. Puedes hacer esas elecciones como individuo, pero no evitarán el efecto de los algoritmos o las políticas públicas en torno a ellos, o que los bancos decidan extender tu crédito o no de acuerdo con ellos…», lamenta.

«No podemos excluirnos de estos procesos ni cambiar cómo afectan a la sociedad. Si no nos gusta cómo pinta este futuro, tiene que haber una acción colectiva. Es lo único que podría cambiarlo».

El valor de los datos

Greenfiled también habla en su libro sobre los datos que las grandes empresas acumulan de los ciudadanos en su propio beneficio.

«Hay valor en esos datos y casi nunca se devuelve a quien los genera», dice Greenfield.

«Hay terceras partes involucradas que le ofrecen algo a la gente, por supuesto; ciertas formas de placer, de facilitarles la vida, conveniencia… pero lo que obtenemos a cambio no es tanto como debería ser».

La tecnología, explica Greenfield, nos promete una trascendencia en nuestra vida. Pero él no cree que debamos hacerle caso.

«Personalmente, no estoy interesado en ese concepto de trascendencia. Cuando invertimos en trascendencia, nos olvidamos de invertir en lo normal, en lo cotidiano».

El escritor asegura que «cuanto más perfecta es la realidad virtual, menos atención prestamos al significado del día a día».

«Yo no creo que la tecnología tenga que superar al hombre. Tengo una visión bastante diferente, una tradición que sostiene que ya tenemos todo lo que necesitamos y que todo ello ya está ante nuestros ojos», asegura.

«Tan sólo necesitamos tiempo para poder apreciarlo».

Fuente: bbc.com

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