Accidentes fatales y desastres son, por desgracia, algo habitual. Y también lo es ver cómo mucha gente se acerca y fotografía a los accidentados, incluso si están muertos.
Teniendo en cuenta que estas personas pueden perder sus puestos de trabajo, su reputación e incluso su libertad… ¿qué les lleva a hacerlo?
Un policía de Staffordshire, Reino Unido, fue despedido el pasado mes de noviembre por mostrar a sus colegas imágenes tomadas tras un accidente entre una moto y un camión. Andrew Parry transfirió las imágenes de su cámara del cuerpo a su teléfono celular y después las compartió con sus compañeros, quienes lo reportaron a sus jefes. Los responsables de la policía local dijeron que sus acciones suponían una falta de respeto y que el agente había traicionado sus «responsabilidades» hacia la víctima fallecida. Uno podría esperar más de un miembro de las fuerzas de seguridad, pero lo cierto es que este tipo de actuaciones no son aisladas.
Episodios similares ocurrieron durante todo el año pasado, aunque en esos casos fue la policía la que criticó al público en lugar de a uno de sus agentes.
El pasado mes de agosto, una mujer de 30 años murió en un accidente en la localidad inglesa de Derbyshire. En este caso, no solo se tomaron fotos sino que se publicaron en Facebook . La policía calificó las imágenes de «angustiosas».
El mismo término se usó para las fotos tomadas por los ciudadanos que presenciaron un accidente en el que murieron seis personas en Birmingham a finales de 2017, y que también circularon por redes sociales.
La familia de una de las víctimas atacó duramente a los responsables de estas imágenes al asegurar que habían perdido su humanidad y habían atentado contra la dignidad de los muertos.
¿Perdimos realmente la humanidad? ¿Falta algún filtro necesario? ¿La brújula de la moral no está funcionando? ¿Pueden los muertos, una vez fotografiados, ser víctimas más allá de la causa que les arrebató la vida?
«Algo mecánico»
Lasana Harris, profesor de psicología experimental en el University College de Londres, ha investigado el comportamiento de las personas en situaciones de emergencia.
El experto tiene una teoría sobre por qué las personas recurren a sus teléfonos en esos momentos: no es tanto por lo que pasa por sus mentes, sino por lo que no.
«Vivimos en una cultura donde [fotografiar con los teléfonos] es lo que hace la gente; es un comportamiento normativo», asegura.
Harris cree que fotografiar a los muertos o heridos es, por lo tanto, «algo mecánico»: la gente saca sus teléfonos de manera automática para grabar escenas «buenas, malas o indiferentes». Pero ¿se puede explicar qué es lo que lleva a las personas a actuar así?
Omega Mwaikambo sacó fotos de uno de los cuerpos recuperados de uno de los mayores desastres que se recuerdan en Reino Unido: el incendio en la torre Grenfell en 2017.
Su explicación al programa BBC Newsnight parece confirmar esa manera de actuar casi sin pensar a la que señala el profesor Harris.
Usando un iPad, comenzó a fotografiar a distancia un cadáver envuelto en plástico. Luego levantó la sábana para tomar primeros planos. Dice que se le escapan las razones de por qué actuó así. Después publicó las fotos del cadáver en Facebook. «Dios sabe lo que estaba pensando por mi cabeza. Simplemente pasó. Ninguna explicación. ¿Por qué alguien haría algo así?», dijo.
La privacidad de las víctimas
Es poco frecuente que en las imágenes de escenas de accidentes tomadas por fotógrafos profesionales para usar en las noticias aparezcan los cuerpos, aunque a veces los medios deciden mostrar a los muertos en el contexto de algunas historias.
Estas noticias suelen ser incluidas con advertencias y las imágenes mostradas son breves y rara vez de contenido explícito. Si los medios comparten sus informes en redes sociales, los tuits y las publicaciones no suelen mostrar las imágenes. Esto contrasta con las personas anónimas que comparten estas fotos online de manera clara, que deja a aquellos que tropiezan con ella sin otra opción que verla.
Harris cree que esta manera de compartir, en una cultura de tecnología ubicua, es otro acto de inconsciencia. «A menudo, solo estamos ejecutando el piloto automático y no estamos pensando, y es por eso que no parece algo intrusivo para quienes lo hacen».
Las nociones de privacidad pueden parecer sencillas, pero resulta que no están tan claras cuando se aplica a las fotos tomadas después de la muerte. ¿Se puede decir que la privacidad de un cuerpo ha sido invadida?
La respuesta de las leyes de muchos países es simple: suelen referirse a proteger al público de lo que considera indecente, más que de proteger a los que han muerto. Y significa que, si bien la fotografía no está prohibida en sí misma, el intercambio de imágenes angustiosas puede serlo.
En el caso de Reino Unido, Mwaikambo fue sentenciado a tres meses de prisión después de declararse culpable de violar la Ley de Comunicaciones de 2003 al publicar imágenes ofensivas en redes sociales.
Pero ¿deberían estas personas tener una explicación para compartir tales imágenes?
«Si presionaras a la gente en busca de una respuesta, creo que dirían que estaban ayudando», afirma Harris. «Sabemos que si algo se hace público, tiene el poder de hacer cambiar opiniones, por lo que algunas personas pueden pensar que están cumpliendo ese propósito».
Grabar y no intervenir
Pero algunos pueden argumentar que lo que hacen es justo lo contrario, ya que grabar imágenes en una crisis no puede calificarse como ayuda práctica en ese momento.
De hecho, Harris asegura que actuar así es una forma de «no intervención»: «Es poco probable que ayudes si estás jugando con tu teléfono».
Él considera que aquí es donde el problema comienza a fusionarse con el llamado ‘efecto espectador’, el nombre dado a los casos en los que un grupo ignora a una persona necesitada porque, según los psicólogos, temen que otros espectadores juzguen su intervención.
Según esta teoría, la gente asume que si nadie más está actuando es porque no hay necesidad de hacerlo. Y siguiendo esta lógica, cuanto mayor sea la multitud, mayor será la posibilidad de no actuar.
Estos elementos pudieron identificarse en un incidente ocurrido durante un vuelo de Ryanair el pasado octubre. Un pasajero comenzó a atacar a otro con insultos racistas, momento que fue filmado y publicado en Facebook por el pasajero David Lawrence, quien confirmó que los espectadores estaban «congelados» ante la situación.
Las imágenes mostraron que un hombre intervino de manera puntual. Pero, según Lawrence, su actuación pasiva tenía su propio objetivo: su publicación se volvió viral y, por lo tanto, ayudó a «dar a conocer al mundo» la historia de la víctima.
«Si hubiera intervenido, no creo que habrías visto las imágenes que grabé», le dijo a la BBC.
Este tipo de grabaciones puede tener incluso beneficios en tiempo real, según Jackie Zammuto, gerente de proyectos de Witness.
Esta organización enseña a las personas a filmar videos con sus teléfonos para documentar injusticias. En una entrevista con BBC Radio 4, Zammuto dijo que en el momento en que las personas ven que alguien está grabando, la tensión a veces puede disminuir y hacer que los ataques desaparezcan, aunque nadie intervenga de manera física.
Pero ¿se puede ayudar así en un accidente donde alguien está gravemente herido? Es difícil de imaginar.
Harris cree que decir que una foto puede ayudar en las escenas más graves es un acto de autoengaño por parte de quienes se arrepienten de sus acciones.
«Podés dar explicaciones, similares a ‘estaba documentando’ para seguir creyendo que eres una buena persona», dice.
«Encontrás formas de salvar tu moralidad. Pero es una excusa de último momento para justificar el comportamiento. Insisto, en ese momento, no creo que estén pensando», concluye.
Fuente: lanacion.com.ar