Marcelo Ebrard Casaubón hace un llamado para que los establecimientos se mantengan cerrados. El país es azotado por un virus que no se detiene. Los primeros casos detectados en marzo en la capital del país, pronto se convierten en miles de infectados; y para octubre, todo el territorio nacional es el epicentro de una crisis sanitaria. Para finales del año, el Gobierno federal anuncia las primeras vacunas destinadas al sector salud. Corre el año 2009. Ebrard Casaubón aún no es Canciller de México y encabeza el Gobierno capitalino. La influenza A-H1N1 demanda cantidades ingentes de inyecciones, y las autoridades tienen poco tiempo para salvar vidas.
La pandemia de hace 11 años suscitó una reacción similar a la que vemos hoy en día; y de igual manera, el Gobierno de México suscribió contratos de adquisición de “vacuna pandémica” con diferentes laboratorios internacionales, ya que el país no tenía la capacidad de producirla, pese a que en 1999 constituyó una empresa estatal dedicada a desarrollar, producir y comercializar vacunas: los Laboratorios de Biológicos y Reactivos de México (Birmex).
Inclusive en 2009, Birmex llegó a un acuerdo con los laboratorios franceses Sanofi Pasteur para invertir en una planta “con la finalidad de que sea apta para producir vacunas”, se lee en el documento de la Memoria de gestión Vacuna Pandémica AH1N1 de la empresa de participación estatal mayoritaria. Con todo y la inversión de más de 957 millones de pesos, el proyecto no llegó a buen puerto y quedó pendiente desde entonces, abunda el informe de Asociación público privada Birmex-Sanofi (2012-2018).
En un contexto de carencias para el desarrollo de recursos propios, México está invirtiendo en 19 proyectos para desarrollar pruebas de detección, tratamientos y vacunas contra la COVID-19, de acuerdo con el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. Entre ellos se cuenta un acuerdo entre Birmex y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) para desarrollar una inyección mexicana.
La información más reciente indica que la mayor parte de dichos proyectos aún está en fase preclínica debido a los pocos recursos e infraestructura que tienen los grupos de investigadores a nivel nacional. Por ello, México depende en gran medida de los laboratorios internacionales para abastecerse de una vacuna.
Hasta el corte del 4 de diciembre de 2020, México confirmó la compra de 159 millones 900 mil dosis, o la cantidad suficiente como para inocular al 76 por ciento de su población, de acuerdo con cifras de la Universidad de Duke de Estados Unidos.
Aunque Ebrard ha hecho hincapié en la necesidad de cambiar el pesimismo o incredulidad que persiste sobre la capacidad de innovación tecnológica en México para resolver la crisis sanitaria actual, la falta de inversión en sexenios anteriores implica el abandono del sector de la ciencia y la tecnología por parte del Estado mexicano.
Al menos en las últimas dos décadas, México ha destinado menos de lo que mandata la Ley a Ciencia y Tecnología, que en su Artículo 9 Bis estipula que la inversión del Estado en actividades de investigación científica y desarrollo tecnológico “no podrá ser menor al 1 por ciento del Producto Interno Bruto [PIB] del país”.
El año que viene, el Gobierno federal destinará 102 mil 720 millones de pesos a la ciencia y la tecnología, de acuerdo con el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación. Aunque el monto previsto supone un incremento del 4.2 por ciento en comparación con el presupuesto de 2020, su proporción es equiparable al 0.6 por ciento del PIB registrado al tercer trimestre de éste año por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.
Al bajo nivel de inversión se suma la incertidumbre por la reciente extinción de 91 fideicomisos vinculados al sector de la ciencia y la tecnología, que obligó la reorganización de mecanismos financieros para el sustento de proyectos científicos, entre ellos la reintegración a la Federación de ingresos generados por centros de investigación.
La fábrica de vacunas
“Los modelos actuales predicen que no habrá suficientes vacunas para cubrir a la población mundial hasta 2023 o 2024. La capacidad de fabricación puede ser ampliada con inversiones específicas, pero sólo hasta cierto punto y seguirá siendo un factor limitante”, se lee en el sitio oficial del Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke.
Además de los problemas de producción, la distribución de vacunas a nivel mundial implicará “varios desafíos críticos”, entre los que destacan la insuficiente capacidad de las cadenas de frío (refrigeración de vacunas) en zonas rurales y remotas, la falta de suministro de agujas y de eliminación adecuada de desechos de riesgo biológico, la carencia de proveedores capacitados para la aplicación de vacunas, así como deficiencias en el seguimiento de las vacunas aplicadas, sobre todo en casos en que sea requerida más de una dosis.
En el caso específico de México, el problema es que “aún cuando empiece un programa de vacunación serio a mediados de 2021, no van a haber recursos y logística suficientes para conseguir y distribuir tantas dosis como para vacunar al 75 u 85 por ciento de la población, que es la proporción base de personas que tendrían que ser inoculadas para frenar el avance de la pandemia”, explicó a SinEmbargo el doctor Fidel Alejandro Sánchez Flores, investigador en jefe de la Unidad Universitaria de Secuenciación Masiva y Bioinformática (UUSMB) del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (IBT-UNAM).
Si México tuviera la misma capacidad de producción de vacunas que países como Estados Unidos e Inglaterra, la situación sería mucho menos complicada. Pero aún en un escenario como ese, el proceso de evaluación y aprobación de vacunes “es muy largo”, de acuerdo con la virotecnóloga del IBT-UNAM Laura Alicia Palomares Aguilera.
“De cada 100 [vacunas] que se evalúan, solo siete pueden ser más o menos exitosas. Por eso no debemos descuidar ninguna porque al final serán muy pocas. También está involucrada la capacidad de producción de las vacunas y finalmente su fabricación, lo cual va sumando tiempo hasta poderlas llevar al mercado. Se debe demostrar si son seguras y eficaces”, abundó en entrevista con éste medio digital.
Al respecto, el doctor Sánchez Flores refirió que pese a los avances en materia de ciencia y tecnología que han habido en el país, “hubiera sido muy importante que en los últimos 20 años México hubiera fortalecido su industria biotecnológica; que México hubiera fortalecido su capacidad de diagnóstico microbiológico local, con insumos y con producción local, para que no estuviéremos dependiendo tanto de los insumos que vienen de afuera”.
En la situación actual, en que “el abandono [a Birmex] ha sido de parte de las políticas públicas” y en que “no se ha puesto como una prioridad nacional a la fabricación de vacunas en México, sino como algo secundario”, la consecuencia es que aunque en México son producidas vacunas contra la Hepatitis B (Probiomedic) y parte de las inyecciones contra la influenza (Sanofi Pasteur), el cuadro básico de vacunas es de importación, refirió Palomares Aguilera.
De acuerdo con la virotecnóloga de la UNAM, si comparamos la producción de vacunas de México con la de Argentina y Brasil, que son los países de América Latina que están produciendo vacunas activamente, “ahí estamos por debajo de ellos”. Y en comparación con Estados Unidos, India o China, México produce “prácticamente ninguna vacuna”.
Pese a que el actual Gobierno federal ha mostrado interés en apoyar a Birmex y en respaldar la producción de vacunas y de farmacéuticos, el desgaste de la infraestructura y de la cadena productiva durante los últimos tres sexenios fue tan amplio que será imposible enmendarlo en un sexenio.
Sólo en materia presupuestaria, la información de la Cuenta Pública indica que Birmex recibió presupuesto insuficiente desde el sexenio de Enrique Peña Nieto. Entre 2015 y 2019, la empresa sumó 5 mil 119 millones 872 mil 813 pesos en erogaciones excedentes sobre su presupuesto total acumulado durante el periodo. A lo anterior se suma la ristra de recortes presupuestarios del sexenio pasado y la insuficiencia presupuestaria actual, pese al incremento del 107 por ciento real en los últimos dos años.
La crisis de la ciencia
En la actualidad, un grupo de científicos realiza una plataforma de vacunas que pueda ser utilizada para la producción de vacunas contra varios virus, entre ellos el del SARS-CoV-2.
“La idea es tener todo eso listo para una vacuna en particular y después sólo cambiar una parte que es lo que la haría específica para un virus u otro”. De acuerdo con la doctora Laura Alicia Palomares Aguilera del IBT-UNAM, quien coordina el grupo de investigación, lo que están desarrollando es una “proteína que se autoensambla en una partícula similar a un virus, y estas proteínas que se autoensamblan son muy buenas porque el cuerpo las reconoce como vacunas y prende las alarmas ante un virus”.
En otras palabras, explicó la investigadora, es como si ellos estuvieran “construyendo un reproductor de discos [la partícula similar a un virus] al que le puedes poner la canción que quieras [el virus específico que simula] sólo cambiando el disco [la proteína que se autoensambla]”.
Al igual que éste proyecto, en México hay al menos cinco más respaldados por el Gobierno federal con la finalidad de producir pruebas, fármacos y vacunas que contrarresten la pandemia.
De acuerdo con la doctora Cecilia Buñuelos Barrón, quien forma parte de éste equipo multidisciplinario creado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, gran parte de los proyectos está en fase preclínica por la falta de recursos e infraestructura en laboratorios e instituciones académicas nacionales.
La ingeniera biotecnóloga explicó a SinEmbargo que dicha situación pone a México en desventaja en comparación con otros países, además de hacer patente que la comunidad científica nacional está desprotegida, ya que “efectivamente no hay recursos económicos suficientes” para investigación y desarrollo.
Para Buñuelos Barrón, “aunque ahorita tratemos de responder como comunidad científica mexicana, no se pueden enmendar años de descuido en ciencia y tecnología. […] Si el Gobierno dijera: ´te doy todo lo que no te he dado´, no va a funcionar porque es un proceso de comprar equipos, preparar a la gente y eso lleva tiempo”, abundó la también patóloga experimental.
Actualmente hay siete empresas que tienen acuerdos bilaterales con México para realizar ensayos preliminares clínicos de Fase 3 en el país: Janssen (Estados Unidos), Sputnik V (Rusia), Casino (China), Novavax (Estados Unidos), Curevac (Alemania), Sanofi-Pasteur (Francia) y ReiThera (Italia). Además está el acuerdo con AstraZeneca-Universidad de Oxford, a partir del cual México producirá el terminado y el envasado de la vacuna que será distribuida en América Latina.
Más allá de las vacunas extranjeras están los seis proyectos mexicanos apoyados por el Gobierno federal y distintas organizaciones internacionales, que incluye investigaciones con base en la vacuna basada en el virus de la enfermedad de Newcastle (Laboratorios Avimex, IMSS, Cinvestav y UNAM); nanoplásmidos npJS19 (ITESM, Universidad de Baja California e IPN); despliegue de epítopos (Instituto de Biotecnología de la UNAM); quimera recombatiente multiepitópica (Universidad de Querétaro); péptidos sintéticos (Grupo Neolpharma e IBT-UNAM) y la proteína “spike” (Cinvestav y Neolpharma).
Acerca de los esfuerzos de la ciencia mexicana y de la falta de presupuesto coligada, la doctora Buñuelos Barrón dijo que “a la ciencia no se le regatea” porque es la base de respuestas y tecnología, no sólo en casos de pandemia, sino también para resolver los desafíos y las necesidades de desarrollo a nivel nacional.
El problema, abundó, es que “dependemos mucho de la voluntad de los políticos” en un contexto en que es necesario que instancias como el Conacyt apuntalen y aglutinen sus programas en torno a los principales problemas del país. “Se ha desvelado una serie de requerimientos y esfuerzos con ésta pandemia, y la necesidad de trabajar en equipo. No es posible que cada institución tenga un laboratorio equipado. A lo mejor habría que replantear la estrategia e invertir en una infraestructura disponible para todos”, concluyó.
Fuente: sinembargo.mx