Algunas plantas invasoras podrían ayudar a combatir el cambio climático facilitando el almacenamiento de “carbono azul”, en ambientes costeros como marismas, manglares y pastos marinos.
Pero otras especies intrusas, sobre todo los animales, pueden hacer exactamente lo contrario, según un nuevo estudio.
“Éramos conscientes de los efectos de las invasiones en otras facetas de estos hábitats, pero esta fue la primera vez que profundizamos en el almacenamiento de carbono azul”, afirma el líder del estudio, Ian Davidson, biólogo de invasiones marinas en el ‘Smithsonian Environmental Research Center’ (SERC), Estados Unidos. Aunque el carbono azul se ha convertido en una palabra de moda en los círculos de cambio climático, no ha aparecido en muchas conversaciones sobre especies invasoras, especialmente en el ámbito marino.
El documento, publicado este lunes en ‘Global Change Biology’, es el primer metaanálisis que analiza exclusivamente los hábitats marinos al abordar el tema de las invasiones y el almacenamiento de carbono. La investigación previa sobre el almacenamiento de carbono se ha centrado principalmente en entornos terrestres como los bosques.
Pero las marismas y los manglares pueden almacenar carbono unas 40 veces más rápido que los bosques. Y a lo largo del último siglo, los biólogos estiman que el mundo ha perdido del 25 al 50 por ciento de sus hábitats de carbono azul, con 8.000 kilómetros cuadrados adicionales que desaparecen cada año. Comprender estos ecosistemas es fundamental, ya que los diseñadores de políticas trabajan para mitigar tanto el cambio climático como los impactos de las especies invasoras.
“Ahora es parte de las soluciones de cambio climático global obtener créditos de carbono en los bosques –señala la coautora Christina Simkanin, también bióloga marina de SERC–. Pero para los hábitats de carbono azul, la versión marina, ha sido más lenta en materializarse”.
Davidson, Simkanin y dos biólogos radicados en Irlanda (Grace Cott, ecologista de los humedales del ‘University College’ de Cork, y John Devaney, postdoctorado en el ‘Trinity College’ de Dublín) se unieron para realizar el estudio. Recopilaron datos de 104 estudios diferentes, cubriendo 345 comparaciones en todo el mundo. Cada estudio comparó un ecosistema de carbono azul invadido con uno no invadido similar.
Las marismas salinas obtienen el mayor impulso de biomasa de sus invasores
Los científicos emplearon los datos para calcular la cantidad de biomasa de origen vegetal o carbono del suelo cambiada en cada lugar en presencia de un invasor. Con el tiempo, los depósitos de biomasa basados en plantas pueden convertirse en valiosos “sumideros” de almacenamiento de carbono azul que están encerrados en los suelos debajo de estos hábitats.
Pero cuando los investigadores analizaron los números, descubrieron cuando las plantas más poderosas fueron las invasoras –las que Davidson llamó “ingenieros del ecosistema”– la biomasa se disparó. Con un aumento del 117 por ciento, duplicaron con creces la biomasa y el potencial de un ecosistema para almacenar carbono.
La razón, explican los autores, se debe a que la mayoría de esas plantas eran similares a las especies que usurparon. Debido a que los invasores crecieron más grandes y más rápido que las especies nativas, el ecosistema en su conjunto podría almacenar más carbono. “Cuando tienes estos esencialmente ‘ingenieros de ecosistemas’ en el sistema, no solo ayudan a construir un hábitat, sino que lo hacen de forma más agresiva y más eficiente”, afirma Davidson.
Sin embargo, no todas las plantas fueron tan útiles. Cuando las plantas más diferentes tomaron el control, como las algas que invaden un lecho de algas marinas, la biomasa disminuyó en más de un tercio y los animales redujeron la biomasa casi a la mitad, dejando a los ecosistemas como sumideros de carbono azul mucho más débiles. “Los animales introducidos básicamente van comiendo, pisoteando, cortando y destruyendo biomasa”, describe Davidson.
Las marismas salinas parecían obtener el mayor impulso de biomasa de sus invasores, alrededor del 91 por ciento en promedio. Esto se debió en parte a que la mayoría de los invasores de marismas pertenecían a la categoría de plantas “ingenieros de ecosistemas”. Sin embargo, señalaron los autores, las marismas constituyeron una gran parte de los datos que pudieron analizar. Los pastos marinos y los manglares han recibido mucha menos atención, por lo que los científicos no tienen tanta información.
La verdadera pregunta, según los autores, es cómo gestionar los entornos en los que una especie invasora ya se ha establecido y evaluar los verdaderos costos y beneficios de su erradicación.
Fuente:europaprees.es