Una rigurosa investigación, el profundo estudio de la jurisprudencia y la intrincada elaboración de argumentos: esos son los métodos que los abogados han utilizado durante cientos de años para ejercer su oficio. Pero más les vale cuidarse las espaldas, porque la inteligencia artificial (IA) está cercando el campo.
A partir de 2016, había más de 1.300.000 abogados colegiados y 200.000 paralegales en Estados Unidos. El grupo de investigación McKinsey estima que el 22% del trabajo de un abogado y el 35% del trabajo de un asistente legal podrían ser automatizados, lo que significa que aunque la humanidad no se verá totalmente superada, no queda mucho para que empecemos a ver reajustes en los principales bufetes y en las carreras profesionales. En algunos casos, ya se han hecho.
El socio de la firma de abogados McDermott Will & Emery Todd Solomon confiesa: «si yo fuese el padre de un estudiante de derecho, me preocuparía un poco. Ya hay menos oportunidades para que los jóvenes abogados se capaciten, y ese ya es así independientemente de la inteligencia artificial. Pero si añades la IA a eso, de algunas maneras es un avance, y de otras también nos está perjudicando».
Hasta ahora, las herramientas de descubrimiento de documentos alimentadas por inteligencia artificial son las que han tenido el mayor impacto en el campo. Al entrenarse con millones de documentos, archivos de casos y resúmenes legales existentes, un algoritmo de aprendizaje automático puede aprender a señalar las fuentes apropiadas que un abogado necesitará para elaborar un caso, a menudo con más éxito que los humanos. Por ejemplo, JPMorgan anunció a principios de año que está utilizando un software llamado Contract Intelligence (COIN), que en cuestión de segundos puede realizar tareas de revisión de documentos que les llevaron unas 360.000 horas completar a asistentes legales humanos.
Estos programas, en pocas palabras, están cambiando la forma en la que se lleva a cabo la investigación legal. Los trabajadores solían tener que recorrer montones de polvorientos libros de leyes y archivos de casos para encontrar información relevante. Esa tarea solía recaer en los asistentes legales, miembros vitales de cualquier bufete legal que generalmente no tienen título de abogado. Dado que sus responsabilidades básicas están siendo asumidas cada vez más por máquinas, los asistentes legales deben encontrar formas de colaborar con la tecnología o se convertirán en una especie en peligro de extinción.
Los recién salidos de la facultad de derecho tampoco se librarán del impacto de la automatización. El minucioso trabajo de búsqueda de documentos suele representar un campo de entrenamiento clave para los abogados principiantes y los productos basados en la inteligencia artificial ya están interviniendo en esto. CaseMine, una empresa de tecnología legal con sede en India, complementa el software de búsqueda de documentos con lo que llama su «asociado virtual», CaseIQ. El sistema toma un informe legal y sugiere cambios para hacerlo más autoritario, al mismo tiempo que proporciona documentos adicionales que pueden fortalecer los argumentos de un abogado.
El fundador de CaseMine, Aniruddha Yadav, afirma: «Creo que ayudará a hacer que [los abogados de nivel inicial] mejoren más rápido. Los hará más prolíficos. Si llevan un par de casos a la vez, aprenderán la ley más rápido». La compañía ya ha acumulado cientos de clientes de pago en Asia y América, y planea abrir una sucursal en Reino Unido.
Otras start-ups de tecnología legal basada en inteligencia artificial también han estado ganando fuerza. Kira Systems, que ha desarrollado una plataforma de revisión de contratos, tiene de clientes a cuatro de los 10 principales bufetes de abogados estadounidenses, así como a varios bufetes internacionales. Mientras tanto, los inversores inyectaron unos 82 millones de euros en Zapproved, una start-up que ha desarrollado una herramienta de descubrimiento electrónico basada en la nube. En general, ha sido un año sobresaliente para las start-ups de tecnología legal, con un aumento de financiación de hasta un 43% durante los primeros tres cuatrimestres de 2017 en comparación con el mismo momento del año pasado, según un informe de la entidad investigadora CB Insights.
Las facultades de derecho ya son conscientes de esta tendencia y están empezando a adaptarse: muchas han creado nuevos programas para enseñar a la próxima generación de abogados a utilizar estas plataformas y comunicarse con las personas que las desarrollan. La Universidad de Harvard (EE. UU.), por ejemplo, ofrece cursos de innovación legal y programación para abogados. El reciente graduado de la Facultad de Derecho de la institución y ahora abogado asociado Arman Moeini tuvo la oportunidad de utilizar el software de descubrimiento electrónico en la Universidad de Florida (EEUU). El joven señala: «Aunque es imperfecto, este software es bastante efectivo y reduce drásticamente el tiempo dedicado a realizar la revisión de documentos, una tarea generalmente asignada a asociados de nivel inicial en los bufetes nacionales más grandes».
Sin embargo, aún existen obstáculos para que la inteligencia artificial penetre aún más en la profesión legal. El principal de ellos es la falta de datos accesibles para entrenar al software. Considere la empresa de análisis de contratos Legal Robot. Para entrenar su programa, un equipo de desarrolladores construyó su propia base de datos de términos y condiciones mediante la recopilación de ejemplos de las principales páginas web. Pero eso no fue suficiente: la empresa también necesitó cerrar acuerdos con bufetes de abogados para obtener acceso a sus repositorios privados. En total, recopiló más de cinco millones de contratos.
El director administrativo del Laboratorio de Innovación de la Biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, Adam Ziegler, quiere eliminar esta barrera de entrada. Ha ayudado a dirigir el proyecto CaseLaw Access Project, un esfuerzo dirigido a digitalizar todo el registro histórico de las resoluciones de los tribunales estadounidenses y hacer que los datos estén disponibles para que los puedan leer los algoritmos legales y entrenarse con ellos. Sobre el impacto de este proyecto, el responsable opina: «Creo que habrá mucha más experimentación y los progresos se acelerarán. Es realmente difícil desarrollar una interfaz inteligente si no se puede acceder a los datos básicos». Su equipo completó este trabajo en enero, y la información ahora está públicamente disponible en línea de forma gratuita.
Aunque los abogados no son famosos por su rápida adopción de la tecnología, Ziegler anticipa su interés: «Creo que el hecho de que los clientes saben que la tecnología puede llevar a cabo muchas de las tareas repetitivas los hará cada vez más reacios a que los abogados se encarguen de ese trabajo. ¿Quién pagaría para que un abogado asociado haga un trabajo que la tecnología podría hacer más rápido?»
Fuente: MIT Technology Review