Vera Rubin, la astrónoma que puso patas arriba la ley de la gravedad de Newton con el descubrimiento de la materia oscura, murió el año pasado sin haber recibido nunca el premio Nobel de Física. Desde que se entregara el primer galardón en 1901 hasta ahora, la Real Academia de las Ciencias de Suecia sólo se lo ha otorgado a dos mujeres en esta categoría: Marie Curie en 1903 y Maria Goeppert-Mayer en 1963. De las 589 personas a las que se les ha concedido el premio en el área de la Física, la Química, la Fisiología o la Medicina, sólo 17 son mujeres.
¿Se porta mal la Ciencia y en concreto la Astronomía con las féminas? Parece ser que sí, según un estudio publicado este viernes en la revista Nature Astronomy, que no sólo apunta a una cuestión de premios. El astrofísico Neven Caplar, coautor del estudio, ha demostrado que la discriminación femenina existe incluso en la cantidad de citas científicas que los investigadores emplean, con un sesgo de un 10,4% en contra de la mujer.
Este es el cálculo que han obtenido Caplar y sus colegas, del Instituto de Astronomía de Zúrich, tras analizar hasta más de 200.000 publicaciones y comprobar cómo el sexo del autor, en este caso autoras, condiciona la importancia que se le da a un escrito por encima de su calidad, o de la repercusión que éste pueda tener en su área. “Creo que se hace de un modo inconsciente. La mayoría de hombres y mujeres en realidad piensan que valoran el trabajo de ambos sexos por igual, pero numerosos estudios han demostrado que esto a menudo no es cierto”, ha afirmado Neven Caplar en declaraciones a EL MUNDO.
Caplar ha relatado para este medio lo que ha llevado a un astrónomo especialista en la evolución cósmica de las galaxias y los agujeros negros a estudiar el sesgo entre hombres y mujeres en la Astronomía. “La motivación para hacer este proyecto vino de la charla sobre mujeres en la Ciencia, que dio en nuestro centro la astrónoma de la Universidad de Yale, Meg Urry. Ella nos mostró cómo a las mujeres y a los hombres se les trata de un modo diferente en el mundo académico y cómo la calidad de sus trabajos se evalúa de una forma distinta. Quisimos usar este enfoque, basado en una aproximación científica, para tratar un tema que se discute a menudo en Astronomía, pero del que hay pocos datos”, ha explicado.
Colocar a las mujeres en posiciones posteriores en la lista completa de autores o aplicar criterios más estrictos a las investigadoras cuando se revisan los trabajos que luego son publicados en las revistas especializadas, son algunos de los trucos que los científicos hombres emplean para relegar a sus compañeras de laboratorio. Estas son algunas de las observaciones que arroja Caplar, que además se hace eco de la baja representación de las mujeres en las revistas de mayor prestigio, otro estudio que ya publicó la revista Nature en 2012.
Citarse a sí mismos, citar a sus colegas, denegar fondos a investigadoras mujeres, reducir su participación en conferencias y simposios o no asignarles determinados proyectos, forma parte del extenso listado que Caplar sugiere que debería revisarse para tener una idea más exacta de los motivos que podrían estar detrás de sus conclusiones.
Las consecuencias en todo caso, lejos de reprimir el ego de una mujer científica, afectan a su propia estabilidad laboral, pues la Ciencia se nutre de becas y contratos que se basan en lo que se publica, dónde se publica y cuántas veces se menciona. El impacto del trabajo se mide no solo en calidad sino en cantidad y determina el futuro de los investigadores.
“Las personas citan trabajos que ya son de por sí muy nombrados, lo que afectaría en mayor medida a las mujeres. Pero existe un efecto adicional que podría estar en juego y es que las mujeres abandonan la ciencia con más frecuencia que los hombres. Por lo tanto, sus estudios tienden a ser menos citados ya que no promueven activamente su investigación y los hombres que permanecen en la Ciencia son por lo tanto capaces de obtener más menciones”, ha añadido Caplar.
Cómo lo calcularon
Para llegar a estas conclusiones el equipo de Caplar ha analizado las publicaciones aparecidas en las revistas de Astronomía de mayor impacto desde el año 1950 hasta 2015.
Los investigadores han cruzado los datos de todos los autores, de los que normalmente sólo se conocen los apellidos y las iniciales del nombre, con las bases de datos de cuatro instituciones científicas para extraer los nombres completos que corresponden a estas iniciales. Desechando aquellos para los que es imposible identificar si se trata de un hombre o de a una mujer, los científicos se han centrado en el primer autor de su extensa colección y han comprobado que las citas se producen con un 10,4% menos de frecuencia cuando se trata de mujeres.
“En Astronomía, el primer autor es el investigador principal y la persona que escribió la mayoría del artículo. Este no es el caso en todas las disciplinas. Por eso resulta muy difícil llevar a cabo este proyecto a través de múltiples áreas que usan diferentes criterios en el orden de los autores”, ha aclarado Caplar.
Pero a la hora de citar, ¿cómo sabe un científico si un autor es hombre o mujer? Aunque solo el 50% de las publicaciones incluyen el nombre completo de las personas que intervienen en una publicación, “la Astronomía es un mundo pequeño en el que las personas que trabajan en los mismos temas se conocen”, ha manifestado Caplar. En cuanto a si la desproporción entre hombres y mujeres a la hora de establecer referencias ocurría más en el pasado que ahora, Caplar ha puntualizado que el sesgo parece haber sido mayor en el pasado. “Pero el error en los cálculos también es mayor para esos años porque había menos documentos escritos y además había menos mujeres en Astronomía. Si nos fijamos en los últimos años, el sesgo es mucho menor que antes, pero llega un momento en el que no continúa disminuyendo, por lo que no podemos decir que en el futuro este sesgo de género desaparezca”, ha concluido.
Fuente: elmundo.es