Clark Stanley aseguraba que su aceite de serpiente curaba casi todos los males. Los vendía por las ferias de varias ciudades norteamericanas a finales del siglo XIX. En el etiquetado de sus ungüentos enumeraba las bonanzas de su aceite: bien valía para un moratón, el lumbago, un dolor de garganta o una mordedura de un animal, entre otros pesares. “De alivio inmediato. Es bueno para todo lo que un linimento debe ser bueno”, rezaba el prospecto. Pero, en verdad, no era bueno para nada. Stanley fue uno de los grandes baluartes de la charlatanería. De hecho, la expresión aceite de serpiente en inglés (snake oil) todavía se emplea hoy para mentar algo engañoso o de una calidad o beneficio difícil de verificar. En el congreso de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO, por sus siglas en inglés) celebrado hace dos semanas en Múnich también se utilizó ese término para presentar una ponencia sobre los riesgos de las pseudoterapias.
“Las características de las pseudociencias son: teorías bizarras, abuso de la ciencia, uso de falacias y afirmaciones falsas”, arrancaba el doctor Edzard Ernst, de la Peninsula Medical School (Reino Unido), durante su ponencia en el congreso de ESMO, al que este diario asistió invitado por la compañía Roche. El médico, experto en el estudio de medicinas alternativas, desgranaba, socarrón, los parciales resultados de algunos estudios científicos que presuntamente validaban la eficacia, por ejemplo, de la homeopatía, una disciplina con 200 años de vida y que todavía no ha logrado demostrar ningún potencial curativo más allá del efecto placebo. Los oncólogos europeos alertaron de que las terapias alternativas o complementarias no siempre son inocuas y no están exentas de riesgos.
Durante el congreso, se presentó un estudio que analizó, precisamente, el uso de terapias alternativas en un grupo de pacientes con sarcoma. Los investigadores incluyeron en el grupo de esta medicina alternativa o complementaria una suerte de suplementos vitamínicos, homeopatía, acupuntura, yoga, taichí y algunas dietas especiales (veganas, por ejemplo), entre otras. El 15% de los pacientes incluidos en el estudio usaron alguna de estas terapias durante su enfermedad y el 24% admitía recurrir a tratamientos naturópatas asiduamente. La mayoría alegaba utilizar estas terapias para fortalecer el sistema inmune y el cuerpo, para “no dejar nada desatendido” o para “reducir la tensión y el estrés”, entre otras explicaciones.
Los investigadores detectaron, no obstante, una baja percepción del riesgo que pueden suponer estas prácticas, algunas de las cuales pueden interaccionar con el tratamiento convencional y reducir el beneficio de la terapia médica. El 60% de los pacientes admitieron, de hecho, que la información acerca de los problemas de seguridad de estos tratamientos alternativos, era insuficiente, pero tampoco mostraron preocupación por los riesgos. “Cuando observamos las fuentes de información sobre estas prácticas no convencionales, los oncólogos solo representaron el 7%”, apunta el doctor Peter Hohenberger, supervisor del estudio. Internet es la principal fuente de información para el 43% de los pacientes consultados en el estudio.
“Cuando recibe quimioterapia, el enfermo pregunta sobre los efectos secundarios y tú le tienes que explicar todo lo que puede pasar. En cambio, el conocimiento que tienen los enfermos de los efectos secundarios, de cómo se ha llegado a la conclusión de que estos tratamientos pueden ser efectivos o no, es nulo. En un país serio como Suiza, donde los enfermos exigen mucho, en la parte de los medicamentos lo sabían todo y en la parte de medicinas alternativas, no sabían nada, ni el mecanismo de acción por el cual la vitamina C y la D, la dieta hiperproteica, funcionaba. Hay falta de conocimiento, y nosotros lo que podemos hacer es promover ese conocimiento”, apunta el doctor Josep Tabernero, presidente de ESMO y responsable del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO) de Barcelona.
Los oncólogos insistieron en que no todo lo natural es inocuo. “Los pacientes tienden a creer que los suplementos o las hierbas son generalmente seguros, pero no están exentos de riesgos. En la práctica diaria, si no sabe qué está tomando su paciente como medicina alternativa, el riesgo de interacciones medicamentosas puede aumentar significativamente. Tiene un impacto en los resultados clínicos”, advirtió el doctor Markus Joerger, del Hospital Cantonal en Sant Gallen (Suiza).
Interacciones entre tratamientos
Al hilo de las posibles interacciones entre fármacos, el congreso científico también acogió la presentación de un estudio retrospectivo que medía las interferencias farmacológicas de las terapias alternativas con las convencionales. La investigación, también en pacientes con sarcoma, incluyó a 202 enfermos que se sometieron a quimioterapia o inhibidores de tirosina quinasa entre 2014 y 2018. Los científicos detectaron un 18% de interacciones farmacológicas importantes. “Sabemos por investigaciones anteriores que uno de cada tres pacientes ambulatorios con cáncer es susceptible a posibles interacciones farmacológicas”, apuntó la doctora Audrey Bellesoeur de la Universidad de París Descartes (Francia), autora principal.
Los investigadores encontraron más interacciones en aquellos pacientes que estaban recibiendo inhibidores de tirosina quinasa y, de todas las interferencias detectadas el 29% estaban asociadas a medicamentos alternativos. “Los riesgos de las interacciones con medicamentos no convencionales son los mismos que para otros medicamentos compartidos: principalmente, mayor toxicidad y pérdida de eficacia de los tratamientos contra el cáncer. Sin embargo, a menudo tenemos menos información sobre la composición de estos productos y su riesgo de toxicidad o interacción cuando se utilizan en combinación con otros agentes», indicó Bellesoeur.
Tabernero admitió que, como sociedad científica, tienen poco margen de maniobra para combatir los riesgos que suponen algunas pseudoterapias. “Lo que hay que promover es que haya mayor información, que los pacientes sean conscientes porque esto puede ser perjudicial. Nosotros no tenemos ningún poder ejecutivo. Lo que podemos hacer es educar, promover el conocimiento”, argumentó el presidente de ESMO. Tabernero rechaza, no obstante, criminalizar todas las terapias no convencionales. “Esto no quiere decir que toda la medicina alternativa no sea favorable. La acupuntura en algunos pacientes funciona de maravilla para controlar el dolor, la ansiedad… Pero la acupuntura no cura el cáncer. Pero ayuda a llevar la enfermedad mejor y todo esto hay que integrarlo. Hay que ser receptivo, pero siempre con evidencia. Hay que buscar la evidencia, porque si no, vamos perdidos”, advirtió.
Fuente: elpaís.com