La nieve cae pronto sobre la cordillera Teton y, cuando lo hace, los berrendos de pelaje inferior blanco que viven aquí sienten la urgencia de mudarse.
Conforme a un ritmo antiguo, migran más de 320 kilómetros hacia el sur, donde la altitud es menor, el invierno no es tan crudo y es más fácil encontrar pasto. Cuando la hierba comienza a salir en la primavera, completan la segunda mitad del viaje redondo, de regreso al Parque Nacional de Grand Teton.
Después de miles de años, a los biólogos les preocupa el futuro de este patrón migratorio. Aunque ha habido esfuerzos por proteger esta travesía, como pasos a desnivel en la carretera y bardas que no impiden el paso a los berrendos, siguen cerniéndose algunos obstáculos. El más inmediato es el proyecto de 3500 nuevos pozos de gas cuya construcción está planeada en tierras federales, en el extremo sur de la ruta migratoria de este animal. También está cerca el yacimiento de gas natural Jonah, ya ampliamente desarrollado.
“El reto es entender cuántos hoyos puedes hacer en el paisaje”, dijo Matthew Kauffman, profesor de Biología de la vida silvestre de la Universidad de Wyoming, “antes de que se pierda una ruta migratoria”.
Un buen espacio para moverse es crucial para una amplia gama de especies, pero desde hace mucho ha sido difícil para los investigadores captar dónde y cuándo viajan.
Sin embargo, un nuevo campo en crecimiento llamado “ecología del movimiento” está arrojando luz sobre los movimientos sigilosos de los animales salvajes y cómo están cambiando sus hábitats.
Un estudio global con 57 especies de mamíferos, publicado en la revista Science, reveló que los animales silvestres se mueven mucho menos en los paisajes alterados por los humanos, un hallazgo que podría tener consecuencias en diversos asuntos, desde qué tan bien funcionan los sistemas naturales hasta descubrir maneras de proteger a las especies migrantes.
El extenso estudio conjuntó a 114 investigadores de todo el mundo que habían recabado información de 803 animales individuales. Los clasificaron de los más pequeños a los que podía ponérseles un collar —ratón mochilero— a los más grandes, los elefantes. Mediante el uso de collares con GPS que actualizaban la ubicación del animal con regularidad, así como otros datos, el proyecto encontró que la vagilidad —la capacidad de diseminación de un organismo— decae en áreas con huella humana hasta la mitad o dos tercios de la distancia en comparación con lugares donde hay poco o nula actividad humana.
“Es fundamental que los animales se muevan, pues al hacerlo llevan a cabo funciones ecológicas importantes como transportar nutrientes y semillas entre zonas diferentes”, dijo Marlee Tucker, bióloga del Centro de Investigación del Clima y la Biodiversidad Senckenber, en la Universidad Goethe, en Fráncfort, y autora principal del estudio. La capacidad de ir de un lugar a otro y encontrar comida ayuda a mantener la viabilidad de algunas especies en peligro.
Ha habido un crecimiento exponencial de los datos sobre el movimiento animal conforme la tecnología ha evolucionado, lo que ha abierto ventanas hacia la vida secreta de los animales. “Antes teníamos un puntito en un mapa dos veces al día”, dijo Roland Kays, biólogo de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, quien participó en el estudio. “Ahora vemos un puntito cada segundo y sabemos exactamente a dónde van, cómo evitan a la gente, cómo cruzan el camino y cazan presas. Es muy importante para determinar cómo o dónde mueren los animales y cómo afecta eso a las poblaciones”.
De hecho, la ciencia ha avanzado tanto que está claro que la protección de estos corredores críticos está quedándose atrás. Ryan Zinke, secretario del Departamento del Interior, acaba de anunciar una nueva iniciativa para hacer un recuento de las migraciones a largas distancias que cruzan tierras federales.
El nuevo estudio sobre migración pudo realizarse gracias a Movebank, un repositorio global de investigación científica sobre desplazamiento animal que ha hecho investigación extensa sobre la vagilidad. Los registros sobre a dónde se trasladan los animales pueden compartirse con otros investigadores y se combinan con datos sobre recubrimiento vegetal, elevación y temperatura, de cualquier parte del mundo, provenientes de la NASA y otras fuentes.
“Es un ejemplo de datos abiertos y compartición de datos que te permite responder nuevas preguntas y dar una segunda vida a los datos”, dijo Kays, que también es uno de los directores de Movebank.
Se necesita más investigación para determinar las razones de la reducción de la vagilidad y su significado para las especies.
Las amenazas de construcción condujeron a que se creara la Iniciativa Migratoria de Wyoming, que busca identificar, estudiar y proteger la migración de los berrendos, los ciervos mulos y otros animales, que están cada vez en mayor riesgo en las planicies altas debido a nuevas extensiones de viviendas, construcciones para la obtención de petróleo y gas, carreteras y otras barreras.
Bloquear u obstruir las migraciones puede significar que los animales pierdan el acceso a las fuentes alimentarias que necesitan. En 2011, los investigadores descubrieron que el ciervo mulo de Wyoming hacía una travesía de 240 kilómetros dos veces al año, siguiendo una ola de pastos verdes y nutritivos desde el desierto rojo hasta Hoback.
“Es como una mezcla de ensalada primavera”, dijo Kauffman, fundador y director de la iniciativa sobre la migración y autor del nuevo artículo. “Se dirigen hacia la primera zona donde crezca pasto, pero conforme este se va secando se van al siguiente punto y continúan desplazándose así”.
En el oeste, la aceleración de construcciones en territorios públicos durante el gobierno de Trump para obtener petróleo y gas, entre otros desarrollos, podría incrementar la pérdida de rutas migratorias. Muchas de estas rutas silvestres han desaparecido.
Un menor desplazamiento en una población animal también puede ser el resultado de nuevas fuentes de alimentos creadas por los humanos que los animales pueden aprovechar. Un estudio de martas, miembros de la familia de las comadrejas, observó el desplazamiento de los animales en diversos hábitats cerca de Albany, Nueva York, desde zonas fragmentadas a otras intactas. “Los animales en el Albany suburbano tienen extensiones reducidas para vivir, en tanto que los animales en los bosques y parques del estado tienen dominios más amplios”, dijo Kays. “Es más probable que a los animales en las ciudades los golpeen los autos, pero también parecen tener más comida debido a la cantidad de conejos y ardillas que hay en los suburbios”.
Los depredadores podrían sufrir más que otros animales por un desplazamiento restringido puesto que recorren zonas más extensas y encuentran más construcciones a su paso. “Los lobos están atrapados en un juego de rebotar de un lado a otro, entre bardas y carreteras, y no pueden trasladarse tanto como los que viven en áreas más silvestres”, dijo Mark Hebblewhite, biólogo de vida silvestre de la Universidad de Montana, quien dirige un amplio estudio en curso sobre lobos y ciervos canadienses en la Columbia Británica y contribuyó con datos para el nuevo artículo.
Comprender la movilidad de las especies es particularmente importante pues el cambio climático las lleva a buscar más terrenos habitables. Los parques y las reservas pueden ofrecer menos protección conforme los animales migran y aumenta la necesidad de proteger corredores para que algunos de ellos puedan dirigirse a otros lugares.
“Los animales salvajes en un paisaje intacto se desplazan en sincronía con sus necesidades”, dijo Kauffman. “Cuando construyes en ese paisaje, hay menos movilidad y pierden la sintonía con el pulso natural de la tierra”.
Fuente: NYT