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La cruzada científica por llevar la terapia con hongos de psilocibina a la salud pública en México

Científicos del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH) y el Instituto de Medicina Intercultural Nierika, trabajan para que México se sume a la tendencia mundial en el uso de psicodélicos como auxiliares de la salud mental

La incansable lucha científica para integrar la terapia con hongos de psilocibina en el sistema de salud pública ha llegado a México. Un grupo de científicos mexicanos presentó ante el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz (INPRF) una propuesta de ensayo clínico para brindar terapia asistida con hongos de psilocibina a pacientes con depresión severa. De hacerse realidad, México retomaría la investigación científica con psicodélicos que quedó suspendida desde la década de los 70 del siglo pasado y se sumaría a la actual carrera mundial sobre su uso médico para atender la salud mental.

El primer paso fue la publicación, en noviembre de 2023, de un ensayo preclínico en ratones que probó que la psilocibina no causa neurotoxicidad: “Actividades antidepresivas y ansiolíticas y evaluación de la toxicidad aguda del hongo Psilocybe cubensis en modelos experimentales en ratones”. La segunda fase, actualmente bajo análisis del Comité de Ética del Instituto, es una propuesta de ensayo clínico para administrar dosis de psilocibina a pacientes sanos. Una eventual tercera fase plantea un ensayo abierto para suministrar la sustancia a pacientes con trastorno depresivo mayor, es decir, aquellos casos en los que antidepresivos y terapia no muestran resultados.

El doctor Raúl Escamilla, subdirector de Consulta Externa del INPRF, y quien coordina los esfuerzos de los académicos involucrados — químicas, biólogas, psiquiatras, psicólogos, filósofos e historiadores—, es claro en sus aspiraciones a futuro: crear un área o clínica de terapia asistida con psicodélicos dentro del Instituto, que integre los conocimientos de los pueblos indígenas que siguen conservando el uso tradicional de plantas y hongos como parte de sus sistemas de atención a la salud.

México es el único país en el mundo en el que los pueblos indígenas conservan el uso terapéutico de los hongos de psilocibina hasta la actualidad.

El doctor Raúl Escamilla es claro en sus aspiraciones a futuro: crear un área o clínica de terapia asistida con psicodélicos dentro del Instituto, que integre los conocimientos de los pueblos indígenas

“Hemos encontrado apertura, buena recepción, entre colegas y autoridades, pero el marco legal es complicado”, admite Escamilla. Y no es para menos: la Ley General de Salud mexicana incluye a la psilocibina y otros psicodélicos (LSD, mescalina, MDMA y DMT) en el llamado Grupo 1, es decir, como sustancias que tienen “escaso o nulo” valor terapéutico y son “un problema especialmente grave para la salud pública”.

Mientras en Estados Unidos, Canadá y países de Europa cada semana o mes surgen nuevos estudios que muestran su efectividad para el tratamiento de diversos trastornos de índole mental además de no desarrollar dependencia, México continúa con un marco regulatorio obsoleto, anticuado y sin fundamento.

“Hemos encontrado apertura, buena recepción, entre colegas y autoridades, pero el marco legal es complicado”.

Raúl Escamilla

La propuesta que se evalúa en el INPRF pondría fin a más de 50 años de que la investigación científica mexicana con psicodélicos quedó suspendida a causa de la ‘guerra contra las drogas’ impulsada desde Estados Unidos, durante el gobierno de Richard Nixon.

Un acto fortuito

Era 2019, meses antes de que el mundo se detuviera por la pandemia de Covid-19. Los doctores Anja Loizaga-Velder y Jesús M. González coincidieron en el proyecto “Diálogo de saberes en torno a las potencialidades terapéuticas de los hongos que contienen psilocibina. Un estudio transdisciplinario…”, financiado por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt). Ella, mexico-alemana, trabaja en el Instituto de Medicina Intercultural Nierika A.C.; él, de origen español, hizo estudios de posgrado en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). A ambos los unió su pasión por el legado psicodélico mexicano, la medicina tradicional, su potencial uso farmacéutico y tuvieron una idea.

“Conocimos al doctor Rodrigo Pérez Esparza, del Instituto Nacional de Neurología, y le propusimos presentar un protocolo para dar terapia asistida con psilocibina. Lo hicimos y recibimos buena retroalimentación del Comité de Ética del Instituto, teníamos esperanza”, recuerda Loizaga-Velder.

Pero el doctor Pérez Esparza falleció de manera repentina y nadie en el Instituto de Neurología alzó la mano para continuar con el proyecto. Un año después, a finales del 2020, el proyecto presentado a Conahcyt fue aprobado. Comenzó una etapa de trabajo muy fértil en el que un equipo de investigadores y estudiantes de diferentes ámbitos trabajaron para explorar las propiedades terapéuticas de los hongos que contienen psilocibina, con especial interés en los usos tradicionales de los pueblos indígenas de México. Consideraron que esa era la principal contribución que podían hacer a la creciente ciencia psicodélica mundial, que suele desestimar los conocimientos de los pueblos originarios.

Meses más tarde, un acto fortuito hizo que el doctor Jesús M. González conociera al Dr. Raúl Escamilla. “Yo tenía un paciente que acabó en emergencias del Instituto Nacional de Psiquiatría y fue Escamilla quién lo atendió. Así nos conocimos y empezamos a platicar”, recuerda González.

Los doctores Anja y Jesús le plantearon retomar el proyecto que se quedó suspendido en Neurología para dar terapia asistida con psilocibina. Escamilla no lo dudó, y desde su puesto en Psiquiatría comenzó a buscar cómplices que los acompañaran en esa aventura.

El laboratorio

La Dra. Eva González es farmacóloga y trabaja con plantas medicinales en un laboratorio del Instituto Nacional de Psiquiatría. Admite que siempre ha sido ansiosa y de ahí nació su interés por las plantas y sus propiedades médicas. Aunque ella y el Dr. Escamilla trabajan en el mismo Instituto, no se conocían. “Él estaba buscando quien podía ayudarlo en un ensayo clínico y le dijeron que yo trabajaba con plantas, y platicamos”, recuerda la Dra. González.

Lo primero que ella le dijo fue que no trabajaba con hongos, pero estaba dispuesta a ponerse a estudiar: “Encontré un mundo fascinante. Los hongos son fantásticos”. Y así, desde el Laboratorio de Neurofarmacología de Productos Naturales del INPRF, la doctora González comenzó a diseñar un ensayo preclínico para evaluar los efectos ansiolíticos, antidepresivos y la toxicidad de la psilocibina en ratones. Pero había un problema: tenían que conseguir los hongos con psilocibina, que en México son ilegales.

Escamilla y ella pidieron ayuda al Dr. Jesús M. González, quien forma parte del Proyecto Teonanácatl, un grupo multidisciplinario de académicos (médicos, antropólogos, sociólogos, historiadores y más) que desde hace años estudian los hongos con psilocibina. Gracias a él dieron con la Dra. Leticia Romero, una bióloga que dirige un laboratorio de micología en la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo (UAEH). Su pasión por los hongos es tal que en WhatsApp está registrada como Dra. Espora.

“Los hongos conectan”, dice la Dra. Romero, con una sonrisa que irradia paz. “Debajo, en el subsuelo, los hongos tienen el micelio, que es una red que los conecta entre sí y con los árboles, es como un internet con el que se comunica la naturaleza. Pero los hongos también conectan a las personas”. Y ella, como el micelio, sirvió de enlace para dar con Aylín Rocío Tabal, una estudiante de maestría de la UAEH que hacía su tesis sobre el Psilocybe cubensis, una de las múltiples especies de hongos con psilocibina que se dan en México.

“La gente cree que sólo en Oaxaca se dan los hongos de psilocibina, pero se dan en todo México e Hidalgo tiene muchos”, dice Tabal, una estudiante que no pasa de los 30 años.

Desde su tesis de licenciatura, Aylin Rocío estudió esa especie de hongo, no sin críticas: “Había profesores que decían ‘son drogas’; había muchos prejuicios”. Para su maestría decidió aislar los diferentes compuestos del hongo. “No sólo tienen psilocibina y psilocina, que son las sustancias activas que causan el efecto psicodélico; también hay alcaloides, azúcares y más sustancias que trabajan de forma conjunta y la idea fue estudiar las propiedades de cada una y cómo interactúan entre sí”.

“Mucha gente está recolectando mal, dañan el micelio y no crecen más hongos de forma silvestre. Ahora es más difícil hallarlos y eso afecta la diversidad”

Aylin Rocío Tabal

Los hongos fueron recolectados por ella y su novio, un micólogo aficionado, en la sierra de Hidalgo. Pero al no ser suficientes, también recurrió a hongos cultivados en un laboratorio de la Universidad. “Mucha gente está recolectando mal, dañan el micelio y no crecen más hongos de forma silvestre. Ahora es más difícil hallarlos y eso afecta la diversidad”, explica.

Ansiedad y desesperanza

Los hongos recolectados y la psilocibina aislada por Tabal en la UAEH fueron enviados a la Dra. Eva González del Instituto Nacional de Psiquiatría para su ensayo en ratones. El ensayo preclínico incluyó generarle situaciones de estrés (ansiedad) y depresión (desesperanza). Un experimento incluyó ponerlos a correr y en otro a nadar por 15 minutos sin posibilidad de salir del agua para causarles un trauma. “El ratón intentaba por muchos movimientos escapar, sin éxito.

Al día siguiente se les ponía otra vez en el agua y a los 5 minutos dejaba de nadar, de luchar. A eso lo llamamos desesperanza, parecido a la depresión”, explica la Dra. González.

La psilocibina fue administrada a unos 150 ratones en trozos directos de hongos e inyectada. Los animales posteriormente fueron sacrificados y sus cerebros analizados. El estudio concluyó: “Nuestros resultados proporcionan evidencia preclínica de los efectos ansiolíticos y antidepresivos del hongo Psilocibe cubensis sin producir neurotoxicidad. Este estudio refuerza los beneficios del hongo en la salud mental y en la terapia para la ansiedad y la depresión”.

Con esa evidencia científica, necesaria para comprobar que no hay efectos adversos en seres vivos, el Dr. Escamilla y sus colegas comenzaron a dar forma al diseño de su experimento titulado “Una propuesta para estudiar la seguridad y eficacia de Psilocybe cubensis en estudios preclínicos y clínicos como alternativa terapéutica para el trastorno depresivo mayor”, presentado el año pasado ante el Instituto de Psiquiatría mexicano.

El proyecto busca evaluar los efectos de hongos Psilocybe cubensis en adultos sanos y realizar “un ensayo abierto en una muestra de pacientes con trastorno depresivo mayor para evaluar la seguridad y eficacia en un tratamiento de dos dosis únicas (con psicoterapia asistida)”.

Estos proyectos han abierto la puerta a que se hagan más experimentos en el INPRF con hongos de psilocibina, como un estudio que apunta a la eficacia de las microdosis, un tratamiento alternativo que ha ganado popularidad durante los últimos años.

Legado histórico

Los científicos mexicanos tenían claro que ensayos similares han surgido en diversos países durante la última década, por lo que decidieron aportar algo distinto, darle un toque mexicano a la propuesta: incluir en la argumentación la historia y el legado de la medicina tradicional.

“No tiene ningún sentido hacer el ensayo si no se incorpora el conocimiento de la medicina tradicional mexicana, porque fueron los pueblos originarios quienes le enseñaron al mundo que el acompañamiento terapéutico y espiritual es clave”.

Osiris Sinuhé González Romero

El desarrollo de las diferentes líneas de investigación que llevan a cabo este grupo de científicos ha estado inspirado desde el comienzo por el reconocimiento de la medicina tradicional indígena, de sus saberes, sus especialistas rituales y métodos de sanación. Teniendo en cuenta los resultados de las investigaciones internacionales, la valoración y legitimación de dichos conocimientos en México, los científicos buscan posicionar al país como una región de punta para el desarrollo de terapias innovadoras que valoren la medicina tradicional y la integren al ámbito científico nacional e internacional.

“Para nosotros, no tiene ningún sentido hacer el ensayo si no se incorpora el conocimiento de la medicina tradicional mexicana, porque fueron los pueblos originarios quienes le enseñaron al mundo que el acompañamiento terapéutico y espiritual es clave, en cada uno de los diferentes usos culturales que tienen los psicodélicos”, dice el Dr. Osiris Sinuhé González Romero, uno de los historiadores que forman parte del grupo de académicos que impulsan el protocolo.

Los doctores Anja Loizaga-Velder y Jesús M. González lo secundan: el mundo conoció las propiedades terapéuticas de este género de hongos gracias a los médicos tradicionales indígenas de México, como María Sabina, y para ellos es importante integrarlos al protocolo que hoy se analiza en el INPRF, ya que ellos son los especialistas en cómo a acompañar a las personas que ingieren dichos hongos.

“Por eso hablamos de terapia asistida con psicodélicos, no sólo se trata de consumir psicodélicos. En eso queremos ser muy enfáticos. Tenemos claro que la terapia, el acompañamiento, es clave, en el éxito de la terapia”, dice el Dr. Escamilla

“A largo plazo, nuestra aspiración es tener una clínica de terapia asistida con psicodélicos en el Instituto, desarrollar una línea de medicina psicodélica”

Raúl Escamilla

Por ahora, en el Senado mexicano se analiza una propuesta para reclasificar a la psilocibina en la Ley General de Salud, a fin de reconocer su uso médico. Pero mientras eso ocurre, los científicos mexicanos saben que el protocolo aún necesita autorizaciones del INPRF y autoridades sanitarias, aunque confían en que la evidencia científica que ha surgido en los últimos años por todo el mundo les permita seguir adelante.

“A largo plazo, nuestra aspiración es tener una clínica de terapia asistida con psicodélicos en el Instituto, desarrollar una línea de medicina psicodélica. Sería algo que, sin duda, permitiría dar paz y esperanza a tantas personas que enfrentan problemas de salud mental, pero también representa un desafío porque se tendría que cambiar la formación de médicos y psiquiatras mexicanos para abrirnos a estas sustancias que, a pesar de prejuicios históricos sin sustento, está demostrando grandes beneficios médicos”, dice el Dr. Escamilla.

Fuente: es.wired.com

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