Con la nueva legislación hay riesgo de alejar del bloque el desarrollo de la tecnología transformadora
La conjugación de la tecnología moderna tiende a ser: Estados Unidos innova, China emula y Europa regula. Sin duda, ese parece ser el caso de la inteligencia artificial.
Después de meses de intenso cabildeo y casi 40 horas de discusiones nocturnas, los exhaustos responsables de la formulación de políticas de la Unión Europea aprobaron la Ley de Inteligencia Artificial la noche del viernes pasado y celebraron la legislación más exhaustiva del mundo que rige esta tecnología transformadora. Todavía pasarán muchos meses antes de que se acuerde el texto final y la ley sea adoptada por las legislaturas nacionales y el Parlamento Europeo. Pero los resoplidos de burla no se hicieron esperar desde el otro lado del Atlántico.
Anand Sanwal, director ejecutivo de la empresa de datos CB Insights, con sede en Nueva York, escribió que la Unión Europea ahora tenía más regulaciones sobre inteligencia artificial que compañías significativas de IA. “Así que felicitamos de todo corazón a la Unión Europea por su histórica legislación sobre inteligencia artificial y sus continuos esfuerzos para seguir siendo un mercado insignificante para la innovación tecnológica. ¡Bravo!”
Los legisladores europeos responderían que incluso las grandes compañías estadunidenses de inteligencia artificial, incluidas Google, Microsoft y OpenAI, aceptan que la regulación es esencial y que la Unión Europea está decidida, aunque sea de manera imperfecta, a abordar uno de los mayores desafíos de gobernanza de nuestra época. Buena suerte a la hora de aprobar cualquier legislación federal comparable en EU, dado el estancamiento político en Washington.
Además, la ley sin duda contiene algunas restricciones valiosas al uso de la inteligencia artificial. El libertario civil que hay en mí aplaude la prohibición del uso indiscriminado de la tecnología de reconocimiento facial, la calificación social y la vigilancia policial predictiva (incluso si los Estados miembros crearon algunas exenciones por motivos de seguridad nacional). Los ciudadanos de la mayoría de los países se rebelarían si los obligaran a proporcionar sus huellas digitales mientras salen de compras todos los sábados por la tarde. ¿Por qué la tecnología de reconocimiento facial basada en inteligencia artificial debería ser diferente?
Por una buena razón, la ley también obliga a las empresas a señalar cada vez que un usuario interactúa con un chatbot y a etiquetar el contenido sintético generado por inteligencia artificial para evitar engaños. Con suerte, esto puede ayudar a frenar la propagación de desinformación, como la que recientemente estuvo dañando las elecciones en Bangladesh. Los ciudadanos también podrán denunciar los abusos de la tecnología ante la recién creada Oficina Europea de Inteligencia Artificial. Los reguladores tendrán el poder de multar a los bribones con hasta el 7 por ciento de su facturación global.
Pero, como siempre, la preocupación sobre la regulación es si va a frenar la innovación en las fases iniciales. Hasta cierto punto, por supuesto, ese es el objetivo. En un momento en que muchos investigadores de inteligencia artificial piden una pausa en el desarrollo de modelos de frontera, la intención de los legisladores es evitar innovaciones dañinas. La pregunta más complicada es: ¿también va a obstaculizar inadvertidamente el bien? Desafortunadamente, la respuesta probablemente es que sí.
Los gobiernos francés y alemán ya habían diluido borradores anteriores de la ley para ayudar a restringir los requisitos de pruebas y transparencia de sus campeones nacionales de inteligencia artificial, Mistral y Aleph Alpha. Aun así, en un discurso pronunciado en Toulouse esta semana, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, expresó su descontento con el complicado compromiso.
“Podemos decidir regular mucho más rápido y mucho más fuerte que nuestros principales competidores. Pero vamos a regular cosas que ya no vamos a producir ni a inventar. Eso nunca es una buena idea”, dijo.
Algunas startups europeas, incluida Aleph Alpha, dicen que ahora podrían encontrarse en desventaja competitiva y tendrán que gastar más en abogados y menos en ingenieros de software.
Cuando le pregunté a Nathan Benaich, inversor de la firma de capital riesgo Air Street Capital, con sede en Londres, si sería más o menos probable que invirtiera en compañías de inteligencia artificial con sede en la Unión Europea como resultado de la ley, respondió: “Menos probable”. Tal como están las cosas, Air Street ya invirtió el 86 por ciento de sus fondos enfocados a la inteligencia artificial en EU, el Reino Unido y Canadá, y menos del 10 por ciento se destinó a startups con sede en la Unión Europea. “Es innegable que los emprendedores vuelven a sentir la energía de San Francisco”, dice Benaich.
Además de preocuparse por los riesgos de la inteligencia artificial, la Unión Europea debería ser mucho más activa en la promoción de las posibilidades productivas de la tecnología, especialmente en áreas como la atención de salud, la educación y la transición energética. Para eso, el bloque debería trabajar con las universidades, la industria y los inversores para crear una “pila europea” que fortalezca sus capacidades de investigación y desarrollo y construya una infraestructura digital pública, respaldada por un fondo de soberanía digital de 10 mil millones de euros, sugiere Francesca Bria, expresidenta. del Fondo Nacional de Innovación de Italia.
Sería imprudente confiar en el enfoque de Silicon Valley para desarrollar la tecnología y simplemente limitarse a redirigirlo. Europa necesita aprender a amar la inteligencia artificial e inventar un futuro alternativo propio.
Fuente: milenio.com