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Empleados con ganas de emprender

Google Art Project, origen del actual Google Cultural Institute, no se gestó en ningún macrolaboratorio de innovación de Silicon Valley. Surgió de la idea de una empleada de la oficina del gigante en Madrid, a quien se le ocurrió que podría ser interesante reunir en una galería virtual las grandes obras de arte de los mejores museos del mundo. Una aventura personal que pudo desarrollar gracias a que la política de la compañía permite y estimula a sus trabajadores a destinar hasta un 20% de su jornada laboral a trabajar en sus propias iniciativas al margen de las responsabilidades que estipula su contrato. Así nacieron también Google News, AdSense o Street View.

En Google y en otras empresas están prestando mucha atención a lo que sus empleados tienen que decirles, hasta el punto de apoyar de diversas maneras su vena emprendedora. Porque «cuando los trabajadores tienen tiempo de desarrollar su ingenio y su creatividad, nacen grandes ideas», destaca Javier Martín, director de Recursos Humanos de Google España. Según esta visión, el concepto de innovación como algo que únicamente circula de arriba abajo está obsoleto. «Los empleados son la primera fuente de información de la compañía. Ellos son los que tienen el pulso de los clientes, conocen las dinámicas y saben qué funciona mejor y por qué», sostiene María Eugenia Muguerza, directora de Talento del Grupo Liberty Seguros.

Las empresas buscan fórmulas para tratar de canalizar y absorber esas aportaciones, de manera que todos salgan ganando. «El hecho de que el trabajador pueda invertir una parte de su tiempo en algo que le gusta, que puede liderar, ejecutar y que tiene una aplicación dentro de la compañía ayuda a la motivación de la plantilla y permite que la innovación continúe», resume Javier Martín.

Contribuir a la ansiada felicidad en el trabajo es uno de los objetivos que persiguen estas iniciativas. Aunque, precisa Fernando Botella, presidente de Think & Action, no el único. «Cuando se permite al empleado desarrollar sus propios proyectos se está generando un aprendizaje nuevo, tanto para él como para la organización». Además, añade, puede haber otros beneficios aparejados para la empresa como «la utilización de recursos desaprovechados o que se dé salida a excesos de stock».

IBM confía tanto en la opinión de sus empleados que les ha pedido sus ideas y su participación activa en el desarrollo del que está llamado a ser el núcleo del negocio de la multinacional en los próximos años: la computación cognitiva. Lo ha hecho a través del 2016 Cognitive Build, un programa en el que han participado 270.000 empleados de todo el mundo (el 74% del total), agrupados en 8.000 equipos. Cada uno de estos equipos debía trabajar en una idea basada en esta tecnología que tuviera aplicación interna o para los clientes de IBM. Los 50 mejores pasaron a una final en Houston (EE UU), donde sus creadores los defendieron ante un jurado compuesto por ejecutivos de la compañía. Ocho de esos proyectos se van a convertir en realidad. «IBM se redefine como una empresa de soluciones cognitivas y de plataforma iCloud. En este proceso de transformación necesitamos mucha involucración de nuestros profesionales. Y una manera muy rápida, intensa y efectiva de lograrla era hacer que pusieran las manos en la masa. Formándoles en computación cognitiva y animándolos a crear prototipos, para que tuvieran una inmersión completa en esta tecnología», explica Miguel Ángel Rodríguez Oller, director de IBM Comunicación y Marca en España.

Pero el intraemprendimiento también debe sortear obstáculos. Según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), sólo el 2,5% de los españoles emprenden en su trabajo. Y es que permitir que los trabajadores destinen parte de su jornada a «sus cosas» o dejar en sus manos la llave de la innovación de la compañía son cuestiones sensibles que generan no pocas resistencias internas. Javier Megías, presidente de StartupXplore, recuerda que los intraemprendedores pueden resultar elementos incómodos. «Están constantemente cuestionando dogmas y la forma en la que siempre se han hecho las cosas en la organización. Y esto provoca que a menudo tengan confrontaciones».

Además, a pesar de las buenas intenciones, no siempre las empresas pueden permitirse dar rienda suelta a la creatividad de su gente. Sin olvidar que una cosa es que la empresa se comprometa a permitir usar sus instalaciones y otra la disponibilidad real de estas, comenta Fernando Botella. «Cuando el empleado va a utilizar esos recursos para su proyecto, se encuentra con que no puede porque están en uso. Y a veces, ni siquiera dispone de esas horas libres que, en teoría, le corresponden porque la carga de trabajo lo impide».

María Eugenia Muguerza insiste en que la empresa debe poner los mecanismos necesarios para que las aportaciones de sus empleados no caigan en saco roto. «El trabajador necesita percibir que sus iniciativas son escuchadas y tenidas en cuenta, que tienen validez y le ayudan en su día a día».

Fuente: Elpais.com

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