Ante la bajísima frecuencia de trombos asociados, las autoridades de EE. UU. han reanudado la vacunación con Johnson & Johnson. A pesar de que han actuado tal y como deberían, la población cada vez confía menos en las inyecciones. Es imprescindible que médicos y políticos comuniquen correctamente los riesgos, beneficios y opciones disponibles
A finales de abril, los reguladores de EE. UU. Recomendaron reanudar el uso de la vacuna Johnson & Johnson (J&J), tras concluir que un efecto secundario que involucraba coágulos de sangre era demasiado poco frecuente como para justificar mantener la suspensión: solo se informaron 15 casos de trombos en ocho millones de dosis administradas. Pero, a pesar de que la pausa duró solo 11 días, generó nuevas preocupaciones sobre la confianza en las vacunas. Encuestas recientes muestran que la confianza en la vacuna de Johnson & Johnson en particular es muy baja, y el 73 % de los estadounidenses no vacunados afirma que rechazaría la dosis si se le ofreciera.
Eso podría plantear nuevos desafíos para los proveedores de atención médica, los departamentos de salud pública y otros responsables políticos que trabajan para vacunar a toda la población lo antes posible. El director de Servicios Médicos de la Oficina de Gestión de Emergencias del Condado de Milwaukee (EE. UU.), Ben Weston, confirma que la ciudadanía ha perdido confianza y que restaurarla requerirá tiempo y esfuerzo. Wetson detalla: «Todavía estamos tratando de encontrar la mejor manera de enviar el mensaje de que es una vacuna muy segura. Tenemos mucho trabajo por delante para seguir infundiendo confianza en todas las vacunas a nivel nacional e internacional».
Sin embargo, no todo el mundo piensa que la pausa haya significado un retroceso de estos esfuerzos. La profesora asistente de Ética Médica e Universidad de Pensilvania (EE. UU.) Holly Fernandez Lynch, que estudia a la FDA y sus políticas, cree que la suspensión temporal de la vacuna, incluso por un efecto secundario tan raro, podría hacer que las personas se sientan más seguras, si los funcionarios del gobierno logran comunicar el mensaje de manera efectiva. La experta afirma: «Los reguladores existen para mantener a la gente a salvo. Hicieron una pausa cuando vieron un problema de seguridad. Si deciden que se puede reanudar la vacunación, hay que confiar en eso. El sistema regulatorio está funcionando exactamente como debería».
La experta en bioética del Hospital Infantil Lurie en Chicago (EE. UU.) Seema Shah cree que, aunque la pausa no fuera algo ideal, haber mantenido la distribución de la vacuna de Johnson & Johnson sin detenerse a investigar los coágulos habría sido peor. Y sentencia: «Sigo pensando en lo contrafáctico. Si la FDA no se hubiera detenido, ¿qué tipo de señal habría enviado?»
Tener opciones puede aumentar la confianza
Muchos proveedores de atención médica y funcionarios gubernamentales ven la vacuna Johnson & Johnson, que utiliza tecnología convencional basada en virus para entregar instrucciones genéticas, como una alternativa útil a las vacunas de ARNm de Pfizer y Moderna. Dado que solo requiere una dosis, resulta muy adecuada para personas que no permanecen en el mismo lugar el tiempo suficiente para programar su segunda dosis, como los universitarios y las personas sin hogar.
Muchas otras personas simplemente prefieren la opción monodosis, ya sea por conveniencia o porque, para empezar, no les gustan las agujas. Los trabajadores temporales o los que funcionan por turnos pueden tener opciones limitadas para llegar a una cita de vacunación, lo que hace que la de Johnson & Johnson sea una mejor opción.
La vacuna Johnson & Johnson también es más fácil de distribuir y administrar porque no necesita las temperaturas de almacenamiento ultrafrías que requieren las de ARNm. Eso las hace más adecuadas para pacientes confinados en casa, personas de comunidades rurales y pacientes de clínicas emergentes que pueden no tener congeladores especiales.
«Si la FDA no se hubiera detenido, ¿qué tipo de señal habría enviado?», Seema Shah, bioética del Hospital Infantil Lurie de Chicago.
Pero, a pesar de estos beneficios, la vacuna generó desconfianza tras sus problemas de fabricación y los estudios que demostraron que era menos efectiva para prevenir infecciones: mientras que las vacunas Pfizer y Moderna demostraron una eficacia del 95 % y 94 % contra infecciones sintomáticas de coronavirus respectivamente, la de Johnson & Johnson tiene una eficacia del 72 % para casos moderados y graves. Aunque la comparación no es perfecta, ver titulares sobre su inferioridad puede contribuir a la desconfianza, y aquellos que están trabajando para generar confianza deben tenerlo en cuenta.
Fernandez Lynch añade: «Va a ser necesario que se lancen mensajes importantes para ayudar a las personas a entender que no le estamos imponiendo la vacuna mala. Si hubiera una vacuna mala, no permitiríamos que se siguiera usando». También señala que los médicos deberán comunicarse con los pacientes para ganarse su confianza. Son los que pueden explicar el riesgo relativamente bajo de efectos secundarios y ofrecer alternativas para los más preocupados.
Construir esa confianza es proceso a largo plazo y concluye: «No se trata solo de hoy; no se trata solo de la vacuna J&J; no se trata solo de vacunas contra el coronavirus. Se trata de confianza en la ciencia, el gobierno y la salud pública».
Fuente: technologyreview.es