“Entre los blancos y los negros hay diferencias en los resultados de las pruebas de inteligencia. Yo diría que la diferencia es genética”. El polémico biólogo James Watson, ganador del premio Nobel de Medicina en 1962 por ser uno de los descubridores de la estructura del ADN, ha vuelto a lanzar al mundo sus teorías racistas, esta vez en el documental Decoding Watson [descodificando a Watson], estrenado anoche en la televisión pública estadounidense PBS.
Watson, nacido en Chicago hace 90 años, está muy solo con sus elucubraciones. Hace apenas dos meses la Sociedad de Genética Humana de EE UU emitió un comunicado “alarmada ante el resurgimiento social de grupos que rechazan el valor de la diversidad genética y utilizan conceptos genéticos distorsionados o ya desacreditados para reforzar afirmaciones falsas sobre la supremacía blanca”. La genética, continuaba la nota, “demuestra que los humanos no pueden dividirse en subcategorías biológicamente distintas”. En palabras del genetista español Carles Lalueza Fox, “las poblaciones no han estado suficientemente aisladas como para que surjan diferencias genéticas en rasgos cognitivos”.
Watson fue hace cuatro décadas uno de los mayores impulsores de la lectura del genoma humano y de la investigación de las bases moleculares del cáncer. Su defenestración llegó en 2007, cuando, en una entrevista con el semanario británico The Sunday Times, declaró que era “pesimista” sobre el futuro de África. Las políticas de cooperación al desarrollo, aseguró, “se basan en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra, mientras que todas las pruebas dicen que no”. Existe el deseo de que todos los seres humanos sean iguales, añadió Watson, pero “las personas que tienen que tratar con empleados negros saben que no es cierto”.
El racismo sin base científica de Watson desató la indignación mundial. El biólogo pidió disculpas, pero fue empujado a abandonar su puesto de rector del prestigioso laboratorio Cold Spring Harbor, en Long Island (EE UU), y fue repudiado por gran parte de la comunidad científica. En 2014 decidió subastar su medalla de oro del Nobel para compensar la caída de sus ingresos y se la vendió por 4,8 millones de dólares al magnate ruso Alisher Usmánov, dueño de un imperio metalúrgico.
El documental Decoding Watson es el regreso del científico apestado a los focos. El filme, dirigido por Mark Mannucci, sigue a Watson y a su entorno durante un año. Era la oportunidad perfecta para matizar sus declaraciones racistas de 2007, pero el científico nonagenario ha optado por mantenerlas. Preguntado por si había cambiado de opinión, Watson responde: “En absoluto. Me gustaría haber cambiado, que hubiese habido nuevos descubrimientos científicos que mostrasen que lo adquirido es mucho más importante que lo innato, pero no los he visto”.
“Es decepcionante que alguien que ha hecho contribuciones tan innovadoras a la ciencia esté perpetuando creencias tan dañinas y tan infundadas científicamente”, ha declarado al diario The New York Times el director de los Institutos Nacionales de la Salud de EE UU, Francis Collins. La mayoría de los expertos en inteligencia considera que las diferencias detectadas en los tests no surgen de factores genéticos, sino ambientales, subraya Collins. Las personas con mayor nivel socieoconómico, mejor alimentación y mejor educación tendrán, en promedio, mejores resultados en las pruebas de inteligencia. Y es más habitual que estas personas con recursos sean blancas.
El documental no esquiva otra de las grandes polémicas de Watson: la marginación histórica de su compañera Rosalind Franklin, la química británica cuya fotografía con rayos X de la molécula de ADN fue esencial para determinar que tenía forma de doble hélice. Esta estructura —similar a dos escaleras de caracol enroscadas en las que los peldaños enfrentados siguen reglas de emparejamiento— permite que la molécula haga fácilmente copias heredables de sí misma. La doble hélice es, en palabras de Watson, “el secreto de la vida”.
“Rosalind Franklin tuvo aquella famosa fotografía durante ocho meses y nunca concluyó que fuera una hélice”, sostiene Watson en el documental. La investigadora murió por un cáncer de ovario en 1958, cuatro años antes de la concesión del Nobel a sus tres compañeros varones: James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins. Los tres habían estudiado las imágenes de Franklin sin su autorización. En su libro La doble hélice, publicado en 1968, Watson se preguntó “qué aspecto tendría [Rosalind Franklin] si se quitase las gafas e hiciese algo distinto con su pelo”.
“No me preocupa decir lo que pienso”, presume el investigador en la película. Y es cierto. Sus entrevistas y libros están llenos de frases lapidarias. “Di la espalda a la izquierda porque no les gusta la genética. La genética implica que a veces en la vida fracasamos porque tenemos malos genes. [Las personas de izquierdas] quieren que todo fracaso en la vida sea culpa del malvado sistema”, declaró en 2007 a la revista Esquire.
En aquella entrevista, Watson defendía la libertad para hacer comentarios antisemitas y al mismo tiempo se preguntaba “por qué no todo el mundo es tan inteligente como los judíos askenazíes”, un grupo de unos 10 millones de personas cuyas raíces, muy endogámicas, se remontan a unos 300 individuos que vivieron hace 700 años en lo que hoy es Alemania, Polonia y Rusia. Durante el siglo XX, los asquenazíes eran el 3% de la población estadounidense, pero ganaron el 27% de los premios Nobel de ciencias concedidos a EE UU y más del 50% de los campeonatos mundiales de ajedrez, según el recuento de tres investigadores de la Universidad de Utah.
El documental Decoding Watson arranca con la celebración del 90º cumpleaños de Watson, el 6 de abril de 2018, en el laboratorio Cold Spring Harbor, donde todavía mantiene un despacho. Unos días después, el genetista Eric Lander, presidente del Instituto Broad del Instituto Tecnológico de Massachusetts y Harvard, se disculpó por brindar por Watson: “Sus puntos de vista son abominables: racistas, sexistas, antisemitas. Me equivoqué al brindar. Me disculpo”. Según fuentes familiares citadas por The New York Times, Watson tuvo que ser hospitalizado en octubre tras un accidente de coche y sigue en tratamiento médico.
Fuente: elpais.com