El experto mexicano considera que una persona en la UNAM o en alguna universidad de mediano tamaño en México tiene probablemente las mismas oportunidades de hacer investigaciones relevantes hoy que en otros lugares del mundo y, aunque hay excepciones, “no sólo es cuestión de tener a toda la gente y todo el dinero, sino de cómo enfocarse en resolver los problemas. Siempre hay caminos abiertos, y en México tenemos mucho talento: sí se puede”
El Premio Nobel de Química reconoció este año a tres expertos por su trabajo pionero a la hora de predecir e incluso diseñar la estructura de las proteínas, las piezas sobre las que se construye la vida. El mexicano Daniel Silva, egresado de la UNAM, trabaja de cerca con uno de ellos: David Baker, con quien ha realizado investigaciones conjuntas, avances inéditos en la ciencia e incluso ha construido empresas a su lado para desarrollar aplicaciones a todos sus trabajos científicos.
El máximo galardón de la ciencia se concedió en Química a Baker, que trabaja en la Universidad de Washington, en Seattle, y a Demis Hassabis y John Jumper, que trabajan en Google Deepmind, un laboratorio británico-estadounidense de investigación de inteligencia artificial con sede en Londres.
Heiner Linke, presidente del Comité del Nobel para Química, dijo que el galardón reconocía investigaciones que hicieron conexiones entre la secuencia de aminoácidos y la estructura de las proteínas.
“Eso estuvo considerado como un gran desafío en la química, y en particular en la bioquímica, durante décadas. De modo que lo que se premia hoy es un hito”, afirmó durante la semana de los premios, hace ya un mes.
Baker diseñó una nueva proteína en 2003 y después su grupo de investigación ha producido una sucesión de imaginativas creaciones proteínicas, incluidas algunas que pueden utilizarse como fármacos, vacunas, nanomateriales y sensores diminutos, dijo el comité del Nobel.
Hassabis y Jumper crearon un modelo de inteligencia artificial que ha podido predecir la estructura de casi todos los 200 millones de proteínas identificadas por los investigadores, añadió el comité.
Hace dos décadas, precisamente, mientras trabajaba en un laboratorio de la UNAM, Daniel Adriano Silva Manzano, egresado de la licenciatura en Investigación Biomédica Básica de la Facultad de Medicina, y del doctorado en Ciencias Bioquímicas de esa misma entidad y de la Facultad de Química, no tenía noción de que el evento que iba a suceder le cambiaría la vida.
Baker había impartido en ese entonces una conferencia en la Facultad de Medicina, y aunque le insistieron para que conociera la grandeza de Ciudad Universitaria, decidió irse al lugar donde se sentía más cómodo: los laboratorios. Como si fuera obra del destino, Silva Manzano era el único alumno en el laboratorio al que precisamente Baker pidió acceder. Intrigado por lo que hacía ese joven estudiante, el científico estadunidense comenzó a dialogar con él, y tuvieron una conversación que duró horas. Ese evento encendió una chispa en Daniel Silva.
“En el 2010 decidí contactar de nuevo a David, preguntándole si me apoyaría para irme a su laboratorio en Seattle, siempre y cuando pidiera una beca. Pedí la beca PEW para latinoamericanos, muy competitiva, y por suerte me la dieron. Al final, con eso, en 2013, me fui para el laboratorio y empezamos a trabajar juntos”, narra Silva en entrevista con GALILEO, el programa sobre ciencia de Estudio B.
Desde entonces, vive en la capital del estado de Washington, en el noroeste de Estados Unidos. Pero sus aventuras no se quedaron en la academia ni en los laboratorios “En 2018 lanzamos una compañía con Baker, con otros expertos como Alberto Quijano, y yo, que se llamaba Neoleukin Therapeutics, fue la primer compañía en el mundo que trató de poner una proteína diseñada por computadora en un humano, exitosamente, porque corrimos una prueba clínica. Eso lo cambió todo: antes de eso el 99 por ciento de las personas nos decía que no podía hacerse”, cuenta desde Seattle.
Pero en 2020, Daniel Silva decidió tomarse una pausa. La compañía llegó a su fin y el decidió dedicarse unos meses a su familia. A finales de aquel año, ante la pandemia de COVID-19 que azotó al mundo, el mexicano encontró entusiasmo. “Volví al laboratorio y Baker me enseñó lo que habían desarrollado. Entonces empezamos una nueva compañía, la llamamos Monod Bio”, cuenta. La empresa tiene ahora mismo a Silva como su CEO (el líder de todo el grupo).
“La idea es desarrollar una forma nueva: si fuera una pirámide, se necesitan en la base las herramientas para la investigación. Más arriba hay un campo regulado por el Gobierno, que básicamente se ocupa solamente en el campo médico, y luego te subes a los terapéuticos, cadenas de producción… Estas tecnologías alimentan absolutamente todo. Y vimos la diferencia y es que las compañías de terapéuticos diseñan un gran producto, que implica un viaje de unos siete años, y no tienes dos oportunidades: si tienes suerte tienes dos moléculas por si una falla, pero no hay startup que pueda hacer más, eso cuesta más de mil millones de dólares”, ahonda.
“La mayor parte de los terapéuticos no fallan en la fase 1, que requiere que no haya toxicidad; en la fase 2 requiere actividad, pero los pacientes están seleccionados; es la fase 3, con pacientes aleatorios, donde ocurren los problemas, pero eso se da hasta muchos años después. Lo que nosotros hacemos es al revés, diseñamos muchas moléculas, muchísimas herramientas para los investigadores”, completó.
“Nos preguntan por qué no usamos anticuerpos como el resto. Nosotros les decimos: está bien, esa es la tecnología de hoy, nosotros desarrollamos la tecnología del futuro (…). David es muy audaz”, recalca Silva.
El científico egresado de la UNAM manda por último un mensaje a los estudiantes y académicos mexicanos. “Una de las cosas mas importantes para mí es que siempre ha sido acerca de hacer las cosas que me dan satisfacción, que tengan potencialmente un beneficio para la humanidad, eso no se reemplaza con nada, avanzar el conocimiento científico. No creo que haya un momento mejor históricamente para entrar en la ciencia”, afirma.
“Una persona en la UNAM o en alguna universidad de mediano tamaño en México tiene probablemente las mismas oportunidades de hacer investigaciones relevantes hoy que en otros lugares del mundo. Obviamente hay laboratorios muy ricos, pero no sólo es cuestión de tener a toda la gente y todo el dinero, sino de cómo enfocarse en resolver los problemas. Siempre hay caminos abiertos, y en México tenemos mucho talento: sí se puede”, concluye.
Fuente: sinembargo.mx