Según un estudio de la UNAM, el 28,1 % de fallecidos corresponde a personas sin actividad económica remunerada, como personas que buscan trabajo, estudiantes o amas de casa
Un hombre con escolaridad básica o sin estudios, mayor a los 40 años de edad y que no tiene un trabajo remunerado. Este es el perfil más común entre los mexicanos fallecidos por la COVID-19, según un estudio preliminar de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
«Se decía de forma demagógica que esta era una enfermedad de ricos, de personas con posibilidad de viajar. Pero en toda desgracia o catástrofe siempre son afectados los más vulnerables y esta no tenía por qué ser una excepción», dijo este jueves a Efe al autor del estudio, Héctor Hiram Hernández.
El breve documento «Mortalidad por COVID-19 en México. Notas preliminares para un perfil sociodemográfico» analiza los datos oficiales y los certificados de defunción hasta el 27 de mayo para conocer las características de los fallecidos en el país.
Según el análisis, el 70 % de los fallecidos en México son hombres, sobre todo entre 40 y 69 años, aunque el investigador recordó que también fallecen menores de edad e incluso bebés.
«Con estos datos, pretendimos hacer una primera aproximación a cuáles son los grupos sociales principalmente afectados por la mortalidad», dijo Hernández, investigador del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias de la UNAM.
Según el estudio, la mayoría de fallecidos, el 28,1 %, corresponde a personas sin actividad económica remunerada -como personas que buscan trabajo, estudiantes o amas de casa- seguido de jubilados (12%) y empleados del sector público (11,7 %), básicamente trabajadores del sector salud.
«En contraste, hay muy pocas personas que han fallecido que antes de morir ocupaban puestos directivos en el sector privado», apuntó el experto.
La importancia de la escolaridad
En cuanto al nivel de escolaridad de los fallecidos, el investigador destacó «una concentración muy importante», del 71,2 %, de personas que solo terminaron la primaria o no fueron escolarizadas, mientras que la educación media superior es del 15,7 % y con estudios superiores del 13,1 %.
«Dentro del conjunto de datos, la escolaridad es el que más claramente define el origen social porque está asociada con empleos precarios, bajos ingresos, vivienda precaria y sobre todo a la falta de acceso a la salud», explicó Hernández.
El hecho de que la mayoría de las víctimas (51,6 %) fallecieran en hospitales públicos de la secretaría de Salud federal o estatal tiene una «interpretación muy clara», dado que son centros médicos a los que acuden ciudadanos que no están asegurados o no tienen trabajo.
Por contra, los hospitales del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) concentran el 29,9 % de los fallecidos, mientras que «en los hospitales privados han ocurrido solamente el 3 % de las defunciones», destacó el experto.
«Nos parece muy importante conocer este perfil de las personas porque nos permite repensar la estrategia seguida por las autoridades hasta ahora», dijo el investigador.
El imposible confinamiento
Desde el mes de junio, México se encuentra en una lenta reapertura económica y social a un ritmo distinto según cada estado, aunque la pandemia sigue avanzando con 36.906 fallecidos y casi 318.000 contagios confirmados.
Durante los meses de marzo y abril, el Gobierno federal decretó el cierre de la economía no esencial, si bien el confinamiento ha sido una recomendación y no una obligación para evitar perjudicar a los más de 50 millones de pobres del país.
«Las personas de escasos recursos se ven ante la difícil balanza por un lado de resguardar su salud y por otro de salir a la calle con la necesidad de trabajar o buscar trabajo», explicó Hernández.
Por ello, sugirió «replantear» si puede funcionar un confinamiento «sin que existan estrategias de apoyo para que las personas puedan cubrir sus necesidades básicas y preservar su salud».
En ese sentido, defendió que deberían darse apoyos que hasta ahora «no existen en México».
Fuente: viveusa.mx