El país ofrece grandes oportunidades para las tecnologías móviles, pero supone un riesgo para los emprendedores, sobre todo si tienen éxito. Esta es la historia de Alejandro Ávila, cofundador de Espiral
Alejandro Ávila, el emprendedor mexicano de 30 años que cofundó Espiral (un servicio de billetera móvil como «una mezcla de Square y Stripe»), está a punto de lograr algo grande. Los mexicanos utilizan más de 100 millones de teléfonos móviles, pero solo el 15 por ciento de la población dispone de tarjeta de crédito. Estos datos convierten a las tecnologías financieras en un mercado emergente muy lucrativo.
Sin embargo, Ávila (cuya familia abandonó México en la década de 1990 para volver 10 años más tarde) se enfrenta a una advertencia peligrosa si quiere tener éxito.
Espiral tiene su sede social en Guadalajara, en una zona que los lugareños llaman el Silicon Valley de México. Con la abundante presencia de start-ups y de solventes multinacionales como Intel, HP y Oracle aprovechándose de las ventajas de contar con ingenieros asequibles, esta ciudad es la cuna de la innovación tecnológica.
Lo que no cuentan los libros es que este lugar también es una cuna del terror. Tres agentes de policía fueron asesinados en un barrio pudiente el pasado mes de febrero (a plena luz del día), solo unos pocos días antes de que conociese a Ávila. El año pasado, se prendió fuego a los autobuses en el centro de Guadalajara, lo que originó cortes de tráfico y permitió que los líderes del cártel escapasen de la policía. En mayo, unos miembros de este mismo cártel utilizaron una granada propulsada por cohete para derribar un helicóptero militar.
Evidentemente, la violencia relacionada con las drogas en México hace que Ávila y otros emprendedores se planteen preguntas difíciles. El emprendedor explica: «Creo que todo el mundo en México se pregunta ‘¿Qué pasa si tengo éxito?'».
Ávila tiene la tarjeta verde estadounidense. Viaja frecuentemente a Los Ángeles para visitar a su primo y cofundador de Espiral, Francisco Díaz-Mitoma, quien fue incluído en la lista Forbes 30 under 30 en el año 2012. Ávila también aprovecha para visitar al tercer socio de la aventura: Jason Kline.
Con gafas y una tupida barba, Ávila se asemeja mucho a sus compañeros de EU en su forma de hablar. Su inglés es perfecto. Su familia se mudó a California (EU), cuando tenía dos años, pero volvió a México cuando tenía 13. En su vuelta al país, Ávila estudió Ingeniería Civil el prestigioso Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente, y se autodenomina «friki» de toda la vida.
Sin embargo, Ávila tiene hacer frente a algo que no afecta sus compañeros yanquis: la incómoda pregunta de si su lugar de trabajo es seguro. El propio Ávila considera Guadalajara una ciudad segura para los estándares mexicanos.
Espiral tiene 650 clientes en México, y ya obtiene beneficios. Pero podría ser tremendamente rentable ahora que Ávila ha firmado unos acuerdos para gestionar todas las transacciones móviles de la ciudad de Tijuana (EU) y del grupo de casinos Caliente, que es dueño del club de fútbol Xolos. Espiral permitirá que los visitantes de un estadio de fútbol pidan comida, bebida y artículos promocionales sin levantarse de sus asientos. La aventura incluye el procesamiento de pagos desde la aplicación, además de la preinstalación de Espiral en más de 800 tabletas y lectores de todos los establecimientos de pago móvil de la ciudad. Espiral se lleva una parte de cada venta.
La idea de Espiral surgió cuando Ávila, Díaz-Mitoma y Kline estaban de vacaciones en Sayulita, una ciudad costera hippie próxima a Puerto Vallarta (México). Eran las navidades de 2012, y los que entonces eran veinteañeros necesitaban efectivo. Los bares y los restaurantes no aceptaban tarjetas, y los cajeros automáticos les «cobrarían entre unos siete euros y 14 euros». Ávila recuerda: «Además, solo hubiéramos podido sacar unos 88 euros al día. Ahí es cuando empezamos con la lluvia de ideas».
Los tres amigos se aprovecharon de uno de los primos de Ávila en una ronda de inversión ángel y nació Espiral. El emprendedor detalla: «Juntamos a un par de programadores de la India, lo que condujo a una segunda ronda, y a otros 31.000 euros de un grupo privado».
Kline, que tiene un máster otorgado por la Universidad de Pepperdine (EU), se encargó de las finanzas, mientras que Díaz-Mitoma y Ávila se concentraron en el desarrollo de negocio. Pero Ávila era el único que estaba en México, lo que suponía un reto a nivel comunicativo y del día a día. Al sentir el estrés y la soledad, contrató un desarrollador a jornada completa en 2014. Los días se convertían en noches, pero ellos seguían trabajando. Y así fue como todo empezó a moverse de verdad.
Con el tiempo, Ávila consiguió su primer gran cliente tras una hora de reunión con Banorte, el tercer banco más grande de México, pero que se convirtió en una maratón de cuatro horas. Al final de la entrevista, Banorte se había convertido en su socio. Ahora Espiral contaba con un sistema bancario para facilitar las transacciones. Gracias al legítimo apoyo financiero de las instituciones, Espiral ganó credibilidad inmediatamente.
Después Ávila participó y ganó la Naranya, una competición de start-ups en Monterrey (México), lo que le granjeó otros más de 35 mil euros y un espacio de oficina gratuito en un acelerador compartido con personal de Google. Esta atmósfera de trabajo cooperativo le ayudó a asimilar ideas de otros emprendedores, muchos de ellos originarios de Argentina, Brasil y Chile, donde se sufren los mismos problemas financieros que en México.
Un año y medio después, el equipo de Ávila cuenta ya con 15 miembros, está trabajando con tres grandes bancos, y se está expandiendo más allá del procesamiento de tarjetas. Su siguiente apuesta son los giros, lo que según Ávila, permitiría que los usuarios se olvidaran de sus bancos y usasen Espiral sin pagar costes de transacción.
Ávila afirma: «Vamos a intentar competir con Google Wallet y Apple Pay mediante colaboraciones directas con los bancos con los que trabajamos».
Y teniendo a la ciudad de Tijuana como cliente, Ávila no se ve a sí mismo volviendo a los EU a corto plazo. A pesar del riesgo potencial, afirma: «Estoy más cómodo en México». También añade que alguien tiene que quedarse en la zona para las reuniones y realizar las gestiones.
Cuando se le presiona un poco, admite su preocupación por la seguridad, y menciona casualmente el bloqueo de los narcos del año pasado, así como el choque entre Uber y los taxistas, lo que provocó el cierre de la ciudad durante horas. Y se pone aún más serio cuando menciona que este riesgo le ha golpeado muy cerca.
El año pasado, su abuela y su tía obtuvieron un préstamo de Banamex, un banco propiedad del Citigroup. Querían liquidar una deuda de 25 mil 22 mil euros, y solicitaron un préstamo por valor de 26.500 euros. Pero cuando consiguieron el dinero y se dirigían hacia casa, unos pistoleros les emboscaron y les robaron el dinero. «Ahora deben casi 50 mil euros», lamenta Ávila.
Como la mayoría de los emprendedores, está persiguiendo su sueño, esté donde esté. Un sueño que le podría obligar a coger el toro por los cuernos. Pero si eso les reporta la riqueza con la que sueñan todos los fundadores, ¿qué más se puede hacer, aparte de seguir tirando del carro?
Fuente: technologyreview.es