Fue hace un año que el proyecto LIGO convocó a una conferencia en la que científicos de diversos países confirmaban uno de los hechos más importantes de los últimos años en la física y la astronomía: se confirmaba la presencia de las ondas gravitacionales postuladas por Albert Einstein hace un siglo.
En la oportunidad, el director ejecutivo del proyecto LIGO, David Reitze, comentó «damas y caballeros, hemos detectado ondas gravitacionales. ¡Lo hicimos!». Con esta frase que quedará marcada en la historia se daba un avance comparado con los descubrimientos de Galileo en cuanto a importancia histórica.
Ahora, un año después, es la misma iniciativa LIGO la que recuerda el hecho con un mini documental en que relata todo el proceso necesario desde la detección del evento, en septiembre de 2015, hasta su revelación el 11 de febrero de 2016, con las voces de los propios científicos que trabajaron en el proyecto.
«Desperté, y como todos los días, miré mi teléfono y revisé mi correo electrónico», relata Lisa Barsotti, una de las principales científicas en la investigación. «Había circulado un mensaje que decía ‘hemos visto, en los datos de anoche, un evento extraordinariamente claro, nos parece a nosotros que no se trata de una señal inyectada intencionalmente para probar el sistema. ¿Por favor pueden corroborar que no se trata de una inyección?'».
Era precisamente este evento la detección, un leve sonido que probaría las ondas gravitacionales generadas cuando dos agujeros negros chocaron entre sí hace unos 1.300 millones de años.
«Yo estaba segura de que no se trataba de una inyección, porque no estábamos listos para hacer ese tipo de pruebas. En ese momento comencé a pegarle a mi esposo, diciéndole ‘¡despierta, despierta. Mira los datos, mira los datos!’ porque algo grande estaba pasando», continúa Barsotti.
De manera similar lo retrata su esposo, Matthew Evans, quien también es profesor adjunto de Física en el MIT. «Me desperté en la mañana con Lisa diciéndome ‘hay algo interesante en los datos, tal vez deberías darle un vistazo’, y comencé a buscar las señales de que se trata de algo real y no de algo que estuviera distrayéndonos».
Stanley Whitcomb, científico en jefe de LIGO, recuerda que «vimos la fuente de los rastros del evento e inmediatamente pensé ‘esto es real'».
«Lo primero de lo que te tienes que convencer es de que realmente vimos ‘algo’ y luego tienes que convencerte de que no es otra cosa más que una onda gravitacional», agrega Whitcomb.
Para Reiner Weiss, profesor de física en el MIT, el hecho que hizo que el equipo de científicos mirara realmente en las ondas gravitacionales fue que el hallazgo se encontrara en los dos laboratorios simultáneamente.
El posible hacker que podría comprometer el hallazago
Durante el proceso de validación, los científicos desconectaron de internet los servidores ubicados en las dos dependencias del proyecto LIGO, en Washington y Louisiana, para comprobar que no se trataba de una intrusión realizada por un hacker.
«Tuvimos una idea que era realmente terrible, pero tenía que ser tratada seriamente en nuestro épico momento, y era que la señal podría haber sido generada por un ataque de un intruso en el sistema computacional», comenta Weiss.
«La gente fue a LIGO y selló todos los dispositivos electrónicos, para que ningún hacker pudiera entrar y sacar algún dispositivo que podrían haber instalado para generar esta señal. Desconectando todo no habrían sido capaces de removerlo y así seríamos capaces de encontrarlo», añade Whitcomb.
«Y entonces, encontramos que las señalas análogas, las que se utilizan para producir todos los datos digitales, tenían las señales ahí, en los fotodetectores. Mirando en todos los detectores, de alguna u otra forma, las señales estaban ahí; algunos mostraban frecuencias altas, otros frecuencias bajas. Todo estaba ahí, y era correcto», dice Weiss.
Así, luego de meses de trabajo se llegó hasta el 11 de febrero del año pasado en que se hizo público el hallazgo de las ondas gravitacionales.
Desde la fecha, los científicos fueron capaces de encontrar rastros de una segunda detección de ondas gravitacionales en junio de 2016, en esta oportunidad un poco más leve que la anterior, pero igualmente reveladora.
«Me encantaría poder contarle esta historia a Einstein y mirar su cara, como luce», finaliza Weiss.
Fuente: emol.com