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El 99% de las personas radicalizadas nunca cometen atentados

El 99 por ciento de las personas que tienen ideas radicales nunca cometen actos terroristas, mientras que muchos de los que llevan a cabo actos de violencia ni siquiera tienen ideas radicales.

Esta es una de las conclusiones de una investigación sobre el fenómeno del terrorismo que publica un número especial de la revista “American Psychologist”, editada por la Asociación Americana de

Psicología, del que informa en un comunicado.

Los artículos del dossier examinan temas tales como la forma en que se radicalizan las personas, cómo anticipar qué individuos se convertirán en un terroristas; la progresión de la no violencia frente a la radicalización y al terrorismo; y el papel de la resistencia de la sociedad para prevenir que la juventud llegue al extremismo práctico.

Ideas y acción

En uno de esos artículos, los investigadores Clark McCauley y Sophia Moskalenko, del ‘Bryn Mawr College’, en Pensilvania, Estados Unidos, aclaran que hay que diferenciar entre la radicalización de las opiniones y la acción terrorista propiamente dicha, ya que no hay una relación directa entre la posesión de ideas radicales y la comisión de atentados.

Añaden que en realidad existen dos pirámides, una pirámide de opinión, en la que se sitúan las personas que sencillamente opinan que hay que cometer atentados terroristas, y otra pirámide de acción, en la que se integran las personas que pasan del activismo legal para llegar a la acción política violenta, incluso a costa de su propia vida.

«La garantía del modelo de dos pirámides es la observación de que el 99 por ciento de los que tienen ideas radicales nunca actúan”, explican. Por el contrario, añaden, “muchos se unen a la acción radical sin ideas radicales».

En consecuencia, proponen que los programas para combatir el extremismo violento deben distinguir entre el hecho de tener ideas extremas y la comisión real de acciones extremistas, ya que si no se tiene en cuenta esta diferencia lo lógico es que se multiplique innecesariamente la amenaza terrorista.

Riesgo y prevención

En otro artículo del dossier, Kiran M. Sarma, de la Universidad Nacional de Irlanda, Galway, analiza la posibilidad de identificar con antelación a las personas que pueden terminar cometiendo actos terroristas.

Para ello describe algunas de las herramientas que usa la policía actualmente para seleccionar a las personas que han destacado como potencialmente peligrosas . Sarma sostiene al respecto que los cuerpos de seguridad deberían poner énfasis en los juicios estructurados, en lugar de simplemente sumar las puntuaciones en las listas de «comportamientos de bandera roja». Menos prejuicios y más objetividad en la valoración de la información.

Considera que, si bien la evaluación del riesgo para el terrorismo está llena de desafíos tanto éticos como empíricos, se puede avanzar en la forma en que los asesores recopilan, sintetizan y toman decisiones sobre la información, para conseguir una mayor eficacia en la prevención y evitar daños innecesarios a muchas personas.

Mayor implicación social

Un tercer artículo del dossier, escrito por Heidi Ellis, del Boston Children’s Hospital y de la Harvard Medical School, y Saida Abdi, también del Boston Children’s Hospital y de la Boston University School of Social Work, destaca la importancia de la implicación social, particularmente para prevenir la radicalización práctica de individuos de una comunidad.

Los autores sostienen que relaciones sanas entre las agencias gubernamentales y los miembros de una comunidad pueden, si se hace bien, proporcionar sistemas adecuados de alerta temprana para la prevención del extremismo violento.

Y hay que hacerlo bien, añaden, porque si, por ejemplo, se pone un énfasis excesivo en un grupo particular como vulnerable a la ideología extremista violenta, esto conducirá al estigma y a la discriminación, lo que puede socavar un sentido positivo de identidad social para los miembros de ese grupo y degradar la resistencia de la comunidad, según el artículo.

El dossier insiste en otros aspectos importantes para prevenir la radicalización social, entre ellos evitar la humillación de las personas sospechosas, ya que con frecuencia es un factor clave para generar conflictos terroristas.

Trastorno mental dudoso

También se señala que no existe un perfil psicológico común para un terrorista, y que ningún trastorno de salud mental parece ser clave para predecir la acción terrorista. Sugiere que la experiencia de los trastornos de salud mental puede ser sólo uno de los muchos factores de riesgo que empujan y tiran de un individuo hacia la actividad terrorista.

Por último, otro artículo del dossier descalifica la tortura como instrumento eficaz para obtener información ya que, después de analizar muchos interrogatorios grabados, los autores descubrieron que, entre otras muchas habilidades interpersonales, la estrategia adaptativa obtiene mejores resultados que la exigente y dogmática, algo así que funciona mejor el poli bueno que el poli malo.

«El terrorismo es uno de los problemas sociales más complejos de nuestro tiempo», concluye John G. Horgan, profesor de Psicología en la Universidad Estatal de Georgia, en Atlanta, Estados Unidos. «Los esfuerzos para entender el terrorismo abundan en todas las disciplinas académicas, pero permanecen sin respuesta muchas preguntas sobre cómo predecirlo y prevenirlo. Nunca ha habido una necesidad más urgente de un mayor compromiso de la psicología», agrega.

Fuente: tendencias21.net

 

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