José Sarasola acababa de graduarse como licenciado en Reaprovechamiento de Recursos Naturales cuando, paseando por un campo de La Pampa, tuvo un encuentro inesperado que le cambió la vida.
En la entrada de uno de los tantos campos pampeanos, José divisó un ave estaqueada entre los alambres y maderas de una tranquera. Se acercó y observó el cuerpo sin vida de una especie que no conocía: el águila coronada o también llamada águila del Chaco.
Ese animal muerto le haría desarrollar una vocación por el conservacionismo de esa especie y otras tantas del centro y norte argentino que ya lleva 25 años y le permitió hace pocas semanas recibir el “Óscar Verde del conservacionismo”, el Premio Whitley Award 2019 de la mano de la princesa Ana en Londres, hija de la reina Isabel II.
“Mi interés por las aves rapaces nace en 1997. Comencé a trabajar con ellas después de mi graduación y luego en particular con el águila de Chaco, una especie que habita los lugares áridos o semi-áridos de América del Sur y que particularmente no estaba registrada como especie en La Pampa”, explicó a Infobae el doctor Sarasola, investigador del CONICET, que luego de su paso por la universidad viajó a España y se doctoró en Biología en la Universidad de Sevilla.
Esa imagen del águila coronada abatida y puesta en una tranquera lo cambió. “Había sido colocada allí a propósito porque en la gente de campo existe la creencia que el exponer de esta forma a los animales abatidos hace que otros se mantengan alejados”, precisó Sarasola y no solamente refiriéndose a las águilas, sino también apuntando a los zorros y pumas como amenazas al ganado y animales de campo de los vaqueanos.
Sarasola se propuso identificar cuál era la situación de esta especie y halló que el águila del Chaco estaba en problemas: era una especie en extinción y además de la caza furtiva estaba amenaza por erróneas creencias de los hombres de campo, las electrocutaciones por los postes de luz no cubiertos y también por los tanques de almacenamiento de agua sin protección o rampas de escape.
“Estos factores combinados son los responsables de la muerte del 70% de los jóvenes aguiluchos que estudiamos los últimos años. Estimamos que mueren alrededor de 300.000 aves por año”, precisó Sarasola.
En su misión para proteger al águila del Chaco, Sarasola trabajó los últimos años recorriendo miles de kilómetros llevando su mensaje a pobladores locales y escuelas remotas para concientizar sobre la importancia del cuidado y conservación de esta especie y otras autóctonas de la región.
Una especie en extinción
El águila coronada (Buteogallus coronatus), se encuentra desde el sur de Brasil hasta Paraguay, Bolivia y Argentina, siendo su límite sur de distribución el norte de la Patagonia.
Actualmente en vías de extinción, al águila del Chaco se la reconoce por su color gris pálido, posee una envergadura de alrededor de 1,80 metros y pesa aproximadamente tres kilos -lo cual la coloca entre las aves rapaces más grandes de la región-.
Si bien es un ave representativa de los ambientes semiáridos del país, el número de individuos adultos de esta especie actualmente vivos en términos globales es menor a 1000 y se encuentra en baja.
Sarasola armó un equipo de trabajo y promovió la modificación de los postes eléctricos y la instalación de rampas de rescate en 60 tanques de agua australianos que no solo contribuyeron en reducir en un 50 por ciento las muertes por esta vía, sino que, también, salvaron a otras especies de aves, algunas de ellas también amenazadas o en peligro.
“Advertimos que eran muchas las aves ahogadas en los grandes tanques de agua que los hombres de campo utilizan para almacenar agua en las regiones semi áridas. Las aves buscan el agua y caen en los tanques, no pudiendo salir por sus propios medios. La creación de unas rampas de rescate permitieron salvar muchas águilas y otras aves y otros animales. También esto le sirve a los ganaderos ya que el agua no se contamina ni tampoco se tapan los caños que llevan el agua con plumas o pedazos de carne o piel”, resaltó el experto.
En cuanto a la mortalidad de las águilas por electrocutación, Sarasola registró las líneas eléctricas y los pilares más peligrosos. “Estos pilares comprenden menos del 1% del total en el área y sin embargo son responsables de casi el 20% de las muertes”, advirtió. Y destacó que muchos han sido modificados para que las aves no se posen sobre los cables.
Además, el científico desarrolló una campaña de divulgación entre vaqueanos, vecinos y fundamentalmente escuelas para que su mensaje llegue a las nuevas generaciones y sepan del verdadero comportamiento de este águila, haciendo especial hincapié en que no se trata de una especie predadora de ganado, con lo cual no resulta una amenaza para los ganaderos.
“Nuestra pelea contra la extinción de las especies y pérdida de hábitats parece ser muchas veces una tarea imposible. Pero uniendo entre todos cada esfuerzo individual, estoy seguro que estoy seguro que podremos resolver esta crisis mundial medioambiental que estamos viviendo”, afirmó Sarasola durante la premiación en Londres.
Y agregó: “La educación y el compromiso de sus habitantes y particularmente de los más chicos es la llave en todas las propuestas de conservacionismo ambiental. Las nuevas generaciones representan el futuro y también representan el futuro de la naturaleza que queremos preservar”.
Fuente: ifobae.com