Científicos de la Universidad de Queensland, en Australia, han descubierto que el sapo de caña es capaz de intercambiar gases, agua y sal a través de su piel, según un trabajo publicado en la revista Journal of Experimental Byology.
Los autores explican que cuando a este venenoso anfibio le toca cambiar el recubrimiento de su cuerpo, su piel se vuelve ligeramente permeable, permitiendo la expulsión de sales y la entrada de agua.
Para realizar el estudio, el equipo, liderado por los expertos en ciencias biológicas Carig Franklin y Rebecca Cramp, examinó los sapos de caña del campus de la Universidad de Santa Lucía, en Queensland. En concreto, midieron la pérdida de sal a través de su piel y analizaron la forma en la que sus propiedades cambian cuando el sapo reemplaza su recubierta vieja por la nueva.
«Para asegurarse de que su nivel de sal interno está equilibrado, los sapos aumentan su reabastecimiento activo de sales a través de la piel e incrementan el número de proteínas de transporte, responsables de la captación de las sales», explica Nicholas Wu, primer autor del estudio.
Hasta el momento solo se habían estudiado los cambios fisiológicos que experimentaban los sapos en la muda de piel, sin embargo, ahora se ha analizado la función que desempeña el proceso de renovación de epidermis en la regulación del equilibrio de agua y sales.
En la investigación, los autores también han estudiado el papel que ejerce el dañino hongo chytrid en el cambio de piel. Este patógeno está infectando a una gran variedad de poblaciones de sapos y ranas en todo el mundo, provocando que más de 300 especies estén cerca de la extinción.
Los científicos creen que esta dolencia “posiblemente propagada por cangrejos” podría causar sufrimiento a los anfibios, debido a que tendrían que mudar su piel con mayor frecuencia para librarse de las infecciones que padecen.
Actualmente, la superpoblación de sapos de caña está ocasionando un grave perjuicio ambiental en Australia, incluyendo la muerte de especies autóctonas como: quolls (marsupiales), serpientes y lagartos.
Fuente: noticiasdelaciencia.com