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Nuevo estudio descubre que los árboles urbanos solo enfrían eficazmente si el suelo mantiene suficiente humedad

Los árboles no son una solución mágica, pero son una herramienta poderosa si se usan bien. Repensar cómo y dónde crecen estos aliados verdes puede marcar la diferencia entre un entorno hostil y un lugar habitable.

El calor urbano no da tregua

Las olas de calor extremo ya no son una anomalía estacional, sino parte de la nueva normalidad. En las ciudades, donde el efecto isla de calor urbana amplifica las temperaturas, el impacto es aún más severo. Superficies como el asfalto y el hormigón retienen calor, transformando zonas residenciales y comerciales en hornos durante el día y radiadores por la noche.

En este contexto, muchas ciudades apuestan por soluciones naturales. Los árboles urbanos, con su sombra y capacidad para enfriar el aire, son parte esencial del arsenal climático. Pero, como revela un reciente estudio suizo, no basta con plantar árboles: necesitan agua para funcionar como verdaderos refrigeradores naturales.

La humedad del suelo, la variable olvidada

Investigadores del ETH Zurich y Eawag estudiaron barrios de Zúrich para entender cómo y cuándo los árboles realmente enfrían el entorno. El hallazgo es contundente: sin humedad en el suelo, no hay enfriamiento significativo.

Un suelo seco limita la evapotranspiración, ese proceso mediante el cual las hojas liberan vapor de agua que ayuda a reducir la temperatura del aire. Además, la evaporación directa del suelo también tiene un papel clave, sobre todo en las zonas peatonales donde la sensación térmica es más alta.

El contraste entre barrios densos y áreas más verdes fue claro: donde hay espacio y riego, el alivio térmico es real. Pero en zonas compactas, ni la vegetación abundante logra compensar la falta de agua o espacio para que el aire circule.

Sombra, evaporación y gestión del agua

La combinación de sombra y evaporación es el corazón del enfriamiento urbano. La sombra protege directamente de la radiación solar, mientras que la evaporación disipa el calor al transformar el agua en vapor.

El estudio sugiere que, aunque la sombra ofrece un efecto más inmediato, la evaporación aporta beneficios adicionales siempre que haya suficiente humedad. En condiciones secas y calurosas, las hojas cierran sus estomas para conservar agua, y con ello se reduce su capacidad de enfriar el ambiente.

Mantener un suelo en condiciones óptimas puede requerir hasta 100 litros de agua por metro cúbico de tierra. Durante el verano, el riego diario necesario varía entre 2 y 4 litros por metro cuadrado, dependiendo de la densidad arbórea, la sombra preexistente y la temperatura ambiente.

Soluciones como sistemas de riego automatizados basados en predicciones meteorológicas han demostrado ser más eficientes. Además, los grandes grupos de árboles no solo proporcionan más sombra, sino que ayudan a reducir la evaporación del suelo, reteniendo mejor la humedad.

Riego sí, pero con cabeza

La refrigeración urbana no se trata de inundar las ciudades. Un exceso de riego, especialmente sin buen drenaje, puede aumentar el riesgo de inundaciones y deteriorar la salud del suelo.

La clave está en encontrar un equilibrio hídrico, con riegos frecuentes pero ligeros y un diseño urbano que favorezca la infiltración del agua. El estudio también advierte sobre el uso indiscriminado de mulch (acolchado vegetal): aunque conserva la humedad, impide la evaporación del suelo, lo que reduce el enfriamiento en zonas peatonales. Como alternativa, se propone el uso de rejillas permeables que protegen las raíces pero permiten que el suelo respire.

Lecciones compartidas entre ciudades

Zúrich no está sola en esta búsqueda. Singapur y Melbourne han sido pioneras en combinar vegetación con infraestructura hídrica: sistemas de drenaje sostenibles, estanques urbanos, techos verdes y corredores bioclimáticos. En estas ciudades, el enfoque verde-azul ya forma parte del diseño urbano estándar.

En contextos más extremos, como Phoenix (EE. UU.), donde el agua escasea, los árboles urbanos siguen marcando una diferencia: han logrado reducir la temperatura local hasta en 3 o 4 grados Celsius, siempre que el riego esté cuidadosamente planificado.

Pero incluso con tecnología y planificación, los árboles no pueden hacerlo todo. Como señala Lucas Gobatti, autor del estudio: “En días de calor extremo, ni siquiera grandes zonas arboladas totalmente irrigadas pueden eliminar el estrés térmico”.

Más allá de los beneficios térmicos, el contacto cotidiano con la vegetación urbana también transforma hábitos y salud mental. Un estudio reciente mostró que las personas que viven rodeadas de naturaleza tienen menos probabilidades de fumar o abusar del alcohol, lo que sugiere que el verde no solo enfría, sino que mejora la calidad de vida desde un enfoque más amplio y profundo.

Prepararse para un futuro más caluroso

El mensaje es claro: plantar árboles sin pensar en el agua es una estrategia incompleta. Hace falta una gestión inteligente del recurso hídrico, con soluciones adaptativas como sistemas de riego conectados al pronóstico del tiempo, sensores de humedad del suelo y materiales urbanos que retengan menos calor.

Además, es vital complementar la vegetación con medidas sociales. Algunas ciudades, como Barcelona, han empezado a habilitar refugios climáticos en edificios públicos: escuelas, bibliotecas o centros comunitarios donde las personas pueden protegerse del calor, hidratarse y reducir riesgos para la salud.

Fomentar el cuidado colectivo de los árboles urbanos, desde el riego hasta la protección frente a obras o vandalismo. Pero también promover el uso activo de estos espacios. Caminar por zonas verdes no solo refresca, sino que puede reducir el estrés, restaurar el bienestar emocional e incluso influir positivamente en la identidad personal, como concluyó un estudio reciente en Finlandia sobre el impacto de los paseos por entornos naturales.

Fuente: ecoinventos.com

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