La inteligencia de las arañas saltarinas puede parecer rara, dado el tamaño de su cerebro, pero en realidad ese tamaño no importa tanto
Muchos se han visto alguna vez intentando capturar a una araña saltarina y sorprendidos por su destreza para esquivarnos. Sus movimientos bruscos despistan a cualquiera, haciendo muy ardua la tarea de dar con ella. Pero no es algo exclusivo de su forma de desplazarse. Las arañas saltarinas tienen una gran inteligencia que las convierte en animales conspiradores y muy duchos en el arte de la guerra.
A menudo solemos pensar que los animales con cerebros más grandes son más inteligentes. Incluso en el pasado hubo tendencia a pensar que dentro de los humanos los hombres eran más listos que las mujeres porque tenían cerebros más pesados. Uno de los científicos que defendía esta teoría fue el médico y biólogo alemán Theodor Ludwig Wilhelm von Bischoff. La leyenda cuenta que, tras su muerte, donó su cerebro a la ciencia y que resultó tener una masa por debajo de la media femenina. Desde luego, apetece mucho que la historia sea real, pero por lo visto no es más que un mito.
Lo que sí sabemos a día de hoy es que no tenía razón. Que un cerebro más grande no implica necesariamente una mayor inteligencia. De hecho, hay animales con cerebros extremadamente pequeños que resultan ser muy inteligentes. Es el caso de las abejas, que han mostrado ser capaces de fingir que saben matemáticas. O de las hormigas, que pueden tanto vivir en una sociedad jerárquica como organizar estrategias defensivas propias del más preparado de los ejércitos.
Las arañas saltarinas son también un gran ejemplo de esto. En un artículo publicado recientemente en Knowable Magazine por Betsy Mason, la periodista hace un resumen de algunos de los estudios científicos que se han publicado sobre ellas. Y es realmente sorprendente.
Inteligencia y estrategia, el punto fuerte de las arañas saltarinas
Uno de los grandes puntos fuertes de las arañas saltarinas es su vista. Son capaces de ver objetos de un milímetro a 2,5 centímetros de distancia y eso, dado su tamaño, es todo un logro. Esto les da unas dotes imponentes para la caza, pero hay que reconocer que también ponen bastante de su parte.
Todas las especies de arañas saltarinas destacan por su inteligencia, pero especialmente llaman la atención las del género Portia, que ha sido estudiado durante años por el equipo del científico Robert Jackson, de la Universidad de Canterbury.
Ha publicado multitud de estudios en los que analiza, por ejemplo, su capacidad para realizar emboscadas. Esto ocurre cuando atacan a otras arañas, pertenecientes al género Euryattus.
Se sabe que las hembras de este fabrican nidos con hojas suspendidos de hilos de seda. Cuando los machos los captan, trepan por el hilo y, llegando al nido, lo sacuden de un modo concreto, avisando a las hembras para que salgan a su encuentro. Las arañas saltarinas Portia son capaces de imitar a la perfección estas sacudidas, de modo que las hembras salen y no son capaces de volver a refugiarse antes de ser capturadas por ellas.
Además, con otras especies de arañas tejedoras lo que hacen es fingir que una presa ha caído en sus redes. Rompen sus telarañas estratégicamente, de modo que parezca que algún pequeño insecto ha caído en ellas. Mientras tanto, quedan agazapadas hasta que pueden abalanzarse sobre las arañas que pasan de creerse depredadoras a convertirse en presas.
Todo esto recuerda en parte a las hormigas, que también muestran una gran capacidad para el arte de la guerra. Aunque la diferencia es que estas suelen actuar por el bien de la colonia, mientras que las arañas saltarinas son más bien asesinas solitarias.
Muestran una gran capacidad para aprender
No todo es muerte y destrucción. Algunas arañas, cuando escasean las presas animales, pueden adaptar su alimentación a fuentes vegetales, como el néctar. ¿Pero cómo lo encuentran?
Esa fue la pregunta que se hizo en 2008 un equipo de científicos del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. En su caso analizaron a la araña no saltarina nectarívora Hibana futilis. Observaron que si se les exponía a una fuente de néctar con olor a vainilla, eran capaces de recordar ese aroma durante varias horas, pues sabían que iba asociado a alimento.
Pero no solo aprenden dónde encontrar un poquito de néctar. Volviendo a las arañas saltarinas del género Portia, se ha visto que son capaces de probar diferentes opciones de rotura de telas o de movimiento del hilo de seda, hasta observar cuál es la mejor para capturar a cada especie de araña. Aprenden diferentes estrategias de ataque y eso es algo que solo puede hacer un animal con una gran inteligencia. Por muy pequeño que sea su cerebro.
Matemáticas y evaluación de riesgos
Durante años creímos que las abejas sabían matemáticas. Con el tiempo se vio que no era exactamente lo que se creía, pues no distinguen números, aunque sí pueden visualizar las cantidades. Y eso es algo que Jackson observó también con las arañas saltarinas.
Concretamente, se ha visto que si se les presentan dos posibles presas se verán menos dispuestas a atacar que cuando solo hay una. Pero estarán más dispuestas a atacar a dos que a tres. No es que sepan contar, pero parece que distinguen esas cantidades gracias a su gran inteligencia. Eso sí, a partir de tres ya las cantidades pasan a catalogarse como muchas. Haya las que haya.
Esto no solo demuestra que las arañas saltarinas pueden diferenciar cantidades pequeñas. También que evalúan los riesgos. De hecho, es algo que se ha comprobado de más formas.
Por ejemplo, en 2019 se llevó a cabo en Nueva Zelanda un estudio consistente en exponer arañas saltarinas a una prueba de escape para evaluar su inteligencia. Para empezar, se las colocaba en una plataforma rodeada de agua. Son capaces de nadar, pero no les gusta nada, de modo que era esperable que intentaran escapar a través de tramos colocados por los investigadores. Los había más o menos largos, con más o menos pasos, pero todos consistían en ir pasando por nuevas plataformas, como cuando saltamos las piedras para cruzar un río.
Se observó que las arañas del género Portia eran capaces de pararse a evaluar los riesgos, eligiendo finalmente los caminos más cortos, que implicaban menos pasos. Solo había unas pocas excepciones en las que parecían cambiar su comportamiento y recurrir al camino más largo. Sin embargo, se vio que esto se debía a que eran tramos con curvas que les permitían tomar atajos y saltarse pasos.
En definitiva, la inteligencia de las arañas saltarinas es mucho mayor de lo que podríamos pensar. Por eso, la próxima vez que te las veas y te las desees para dar caza a una, piensa que quizás no esté evaluando cómo comerte, pero posiblemente sí cómo escapar de ti. Y posiblemente lo consiga.
Fuente: hipertextual.com