La capacidad de saber cuándo los demás tienen creencias erróneas se ha visto tradicionalmente como un hito clave y exclusivo en el desarrollo cognitivo humano. Las personas son capaces de entender las intenciones y pensamientos de los demás en la primera infancia, por lo general, antes de la edad de cinco años.
Esto marca el comienzo de la habilidad de los niños para comprender plenamente las emociones de la gente que los rodea, una aptitud esencial para llevarse bien con otras personas y predecir lo que podrían hacer. También es la base de nuestra capacidad para engañar a los demás, haciéndoles creer algo que no es cierto. De hecho, la incapacidad para inferir lo que otros están pensando o sintiendo se considera una señal temprana de autismo.
“Esta capacidad cognitiva está en el centro de múltiples habilidades sociales humanas,” explica Christopher Krupenye, de la Universidad de Duke, que ha dirigido un estudio junto con el psicólogo Fumihiro Kano, de la Universidad de Kyoto, para comprobar si esta capacidad es o no exclusiva de los humanos.
Para ello, en la investigación, que publica la revista Science, participaron chimpancés, bonobos y orangutanes que observaban dos vídeos cortos. En uno, una persona con un traje de King Kong se esconde en uno de los dos grandes montones de heno que hay, mientras que otro hombre lo mira y lo golpea con una vara.
Después el hombre desaparece por una puerta y, cuando nadie lo está mirando, el disfrazado se escapa. En la escena final vuelve a aparecer el hombre de la vara y trata de encontrar al falso mono.
El segundo vídeo que les enseñaron es similar, a excepción de que el hombre vuelve a la escena para recuperar una piedra que vio esconder a King Kong en una de las dos cajas. Pero este la ha robado a espaldas del hombre y se escapa.
Mientras los monos veían las películas, los investigadores monitorizaron su mirada con un sistema de visión infrarroja instalado fuera de su cubículo.
Leer la mente de los demás
Para pasar la prueba, los simios debían predecir que cuando el hombre regresa, buscará por error el objeto donde se escondió por última vez, a pesar de que ellos mismos saben que ya no está allí, y lo mismo ocurrirá con el montón de heno donde se escondió King Kong.
En ambos casos, los monos miraron primero y de forma más prolongada el lugar donde el hombre vio por última vez el objeto y a King Kong, lo que indica que esperan que este crea que todavía está oculto en ese lugar.
“Los monos pueden anticipar correctamente que los humanos buscarán un elemento oculto en un lugar específico, incluso si saben que el objeto ya no está allí”, recalcan los investigadores.
El experimento demostró, por tanto, que nuestros parientes primates también son capaces de saber cuándo algo está solo en nuestra cabeza y no se corresponde con la realidad. Es una destreza que ha existido en el árbol genealógico de los primates durante al menos de 13 a 18 millones de años, desde la existencia de los últimos antepasados comunes de los chimpancés, los bonobos, orangutanes y humanos.
“Les enseñamos un trocito de película al día”, comenta Krupenye, ahora investigador posdoctoral en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Alemania. “Realmente parecían disfrutar de ella”.
Estos resultados son similares a los de los experimentos realizados con los bebés humanos menores de dos años.
“Esta es la primera vez que animales no humanos han pasado un test sobre falsas creencias”, dice el investigador. “Si experimentos futuros confirman estos resultados –añade– podrían llevar a los científicos a replantearse hasta qué punto los simios se entienden entre sí”.
Fuente: SINC