«Sarah», una guepardo que vive en el zoo de Cincinnati (EE.UU.), es la más veloz del mundo entre los de su especie. Corre los 100 metros en 5,95 segundos, una marca mundial para el animal terrestre más rápido del planeta. En el aire, el campeón de velocidad es el halcón peregrino, mientras que en el agua vence el pez espada. Todos tienen algo en común: son animales de talla intermedia.
Los investigadores han propuesto muchas hipótesis para explicar por qué los animales más grandes son más lentos que otras especies más pequeñas. ¿Por qué un elefante, con músculos más poderosos y patas más largas no es más veloz que el guepardo?
Las teorías han ido desde limitaciones morfológicas hasta la habilidad de los huesos y músculos para soportar las fuerzas experimentadas durante la locomoción. Sin embargo, ninguna de estas explicaciones parece poder aplicarse por igual a todos los animales.
Ahora, científicos del Centro Alemán de Investigación en Biodiversidad Integrativa (iDiv) ofrecen una explicación unificadora, no sólo para los animales terrestres sino también para aéreos y los acuáticos. El modelo, que sirve tanto para la moscas de la fruta como para las ballenas, señala que es el tiempo necesario para acelerar lo que limita la velocidad máxima que el animal puede conseguir.
Lo que vienen a decir en su estudio, publicado en Nature Ecology & Evolution, es que los animales sólo tienen una cantidad finita de tiempo para acelerar desde que empiezan hasta que no pueden hacerlo más. En ese punto, han alcanzado su velocidad máxima.
La aceleración se produce a través de la rápida conversión de la energía metabólica (química) en energía mecánica (movimiento), que tiene lugar a través del metabolismo anaeróbico en la rápida contracción de las fibras musculares. Por lo tanto, la aceleración es posible hasta que estas fibras de contracción rápida agotan su combustible metabólico, y el tiempo disponible para la aceleración está limitado por la cantidad de estas fibras.
Todos los demás factores son iguales, los animales más grandes tienen más fibras musculares de contracción rápida en su cuerpo en comparación con especies más pequeñas, y por lo tanto pueden acelerar durante más tiempo. Pero -y aquí está la cuestión- los animales más grandes también tardan más tiempo en alcanzar una velocidad absoluta dada comparada con las especies más pequeñas. Si el tiempo de aceleración en la fase anaeróbica excede la cantidad de energía que puede ponerse a disposición de los músculos, la velocidad máxima alcanzable alcanza un límite superior, produciendo el patrón en forma de U invertida.
Comparando su modelo con datos de 474 especies que van desde moluscos a ballenas, y que incluyen animales voladores, los autores encuentran que encajan bien con sus predicciones de que la velocidad máxima disminuye abruptamente a medida que los animales crecen más allá de los tamaños intermedios.
Según explican Christofer J. Clemente y Peter J. Bishop, de la Universidad de Sunshine Coast, en Maroochydore (Australia), en un comentario que acompaña al estudio, la parte emocionante de esta propuesta es que se aplica igualmente bien tanto a los animales terrestres, como a los de aire o los acuáticos.
Fuente: abc.es