Las abejas africanas son descendientes de abejas melíferas africanas y sus primas europeas. A finales de la década de 1950, estas «abejas asesinas”, escaparon de un programa de reproducción experimental en Brasil. El programa se había propuesto producir una combinación de rasgos que dotara a las abejas de la “amabilidad” de las europeas y la resistencia a las enfermedades y la adaptación a un clima tropical propia de las africanas.
El objetivo no se cumplió, pero irónicamente, lo que los científicos no consiguieron, sí se logró por selección natural. Las abejas melíferas africanas llegaron a Puerto Rico (probablemente en un barco, por accidente) en la década de 1990, y en 30 años se transformaron en insectos más dóciles pero resistentes.
Los hallazgos, publicados en Nature Communications, podrían conducir a avances que impulsarán las poblaciones de abejas melíferas de acuerdo con los autores, liderados por Arian Avalos.
Para comprender cómo ocurrió esto, el equipo de Avalos secuenció el genoma de 30 abejas puertorriqueñas, 30 abejas africanas de México y otras tantas abejas europeas.
«El beneficio de tener estas tres poblaciones – explica Avalos en un comunicado –, es que se puede comparar y contrastar . Con los datos a la vista nos preguntamos, “¿Cómo es el genoma de la abeja africana más “amable” y en qué se diferencia de otras poblaciones?”
El equipo descubrió que, en su mayor parte, el genoma de las abejas menos agresivas se parecía al de sus antepasados africanos. Sin embargo ciertas regiones habían cambiado para reflejar una herencia europea. Dichas regiones parecían estar bajo la influencia de la «selección positiva». Esto significa que algo en el entorno de las abejas estaba favoreciendo estas firmas genéticas sobre otras.
Los científicos plantean la hipótesis de que las abejas evolucionaron para ser más dóciles como resultado de vivir en una isla muy densamente poblada de la cual no podrían escapar fácilmente. Los humanos probablemente erradicaron a las abejas más agresivas, ayudando a sus contrapartes más dóciles.
Fuente: Nature Communications