Un estudio relaciona la muerte masiva de aves detectada en la costa oeste de Estados Unidos con la llamada “blob”, una enorme masa de agua caliente que se formó en el Pacífico Norte hace varios años
Entre los años 2013 y 2014 se detectó una enorme masa de agua caliente en la zona del Pacífico Norte, que se intensificó en 2015-2016 debido al fenómeno de El Niño y provocó un desastre medioambiental sin precedentes. Fue llamada the blob (la Gota), y sus efectos se produjeron sobre toda la cadena trófica, afectando en consecuencia a los recursos pesqueros de la zona.
Ahora, un estudio publicado en la revista PLOS ONE demuestra la relación entre este fenómeno y la muerte de cerca de un millón de araos comunes (Uria aalge) en las costas de América del Norte durante aquellos años.
El arao común es un ave que suele pasar buena parte de su vida en el mar, y acude a las costas solamente durante la época de cría. Durante este periodo, la observación de los acantilados rocosos donde realizan sus puestas los araos y otras aves marinas es un auténtico espectáculo, pues allí se reúnen cientos e incluso miles de parejas y conforman una especie de ‘mini ciudades’ animales.
Sin embargo, durante los años 2015 y 2016, el espectáculo observado en las playas del Pacífico Norte no debió ser tan gratificante, ya que se encontraron unos 62.000 cadáveres de araos en toda la costa entre California y Alaska, un número en torno a mil veces superior a lo que se contabilizaba otros años. Los expertos estimaron que, probablemente, el número real de muertes estuviera en torno al millón, ya que solo una fracción de los cadáveres acabarían llegando hasta la orilla.
Murieron de hambre
El arao es un ave con un metabolismo muy exigente, ya que cada día debe consumir en torno a la mitad de su peso en forma de pequeños peces: sardinas, anchoas, arenques e incluso crías de salmón. Por otro lado, los araos son expertos buceadores, capaces de nadar una distancia equivalente a dos campos de fútbol para conseguir sus presas.
Sin embargo, y pese a su gran capacidad de adaptación, la gota caliente fue demasiado para ellos. Según explican los autores del trabajo, la disminución en la disponibilidad de presas a consecuencia del calentamiento de las aguas, así como una mayor competencia con otros depredadores que registraron cambios en su metabolismo y aumentaron su demanda, fueron los causantes de estas muertes masivas.
“Imagínate que se desata el pánico por cualquier emergencia y todo el mundo corre a la vez a los supermercados para abastecerse. Y, al mismo tiempo, que los camiones de reparto dejan de abastecer a las tiendas con la misma frecuencia”, explica Julia Parrish, investigadora en la Universidad de Washington y una de las autoras del trabajo. “Más allá de la ola marina per se, lo que sucedió fue un apretón del ecosistema: menos peces forrajeros, más presas pequeñas y un incremento fuerte en la competencia con otros grandes depredadores como el bacalao del pacífico”.
Un desastre a gran escala
El caso de los araos es uno de los más llamativos, pero es solo la punta del iceberg. La gran ola del Pacífico acabó con la vida de peces, aves y cetáceos, desplazó especies fuera de su rango de distribución actual y provocó explosiones de algas (algo similar a lo sucedido en el Mar Menor en 2016) que desequilibraron todo el ecosistema. Como consecuencia, además, la actividad pesquera en la costa oeste del Pacífico sufrió pérdidas millonarias.
“El caso de los araos fue de una magnitud sin precedentes”, explica John Piatt, biólogo investigador del Centro de Ciencias de Alaska del Servicio Geológico de EEUU. “Es sorprendente, alarmante, una advertencia de bandera roja sobre el tremendo impacto que el calentamiento oceánico sostenido en el tiempo puede tener en el ecosistema marino”.
Y es que los científicos coinciden en que este tipo de acontecimientos serán la norma a partir de ahora. El año 2019 ha batido récords absolutos de temperatura del agua de los océanos, y a comienzos del mismo se detectaba una nueva ola que estaría empezando a formarse en el golfo de Alaska. Usando modelos de proyección del clima, los especialistas ya alertan que las olas de calor marinas serán, a finales del siglo, cuarenta veces más frecuentes que ahora.
“Todo esto, igual que la mortalidad masiva de especies tan emblemáticas como el frailecillo, nos demuestra que el calentamiento del océano cambiará totalmente los ecosistemas, y el entorno en el que tendrán que sobrevivir las aves marinas será muy distinto”, concluye Parrish.
Fuente: muyinteresante.es