Los papagayos de montaña neozelandeses, los keas (Nestor notabilis), son unos pájaros muy traviesos, como los turistas experimentan un poco a su pesar: rompen los limpiaparabrisas, las juntas de goma o las mochilas. Pero su alegría es a veces tan grande que han desarrollado un grito específico para esos momentos. Cuando lo profieren, los congéneres se contagian visiblemente y se animan también a jugar, como Raoul Schwing, de la Universidad de Viena, y sus colaboradores han descubierto.
Con ello, son estos papagayos la primera especie conocida de animales que, sin ser mamíferos, profieren vocalizaciones emocionales contagiosas, escriben los autores. Aparte de entre las personas, se ha constatado esa conducta en los chimpancés y las ratas.
A keas en libertad les han hecho oír estos biólogos gritos asociados al juego, grabados de los que esas mismas aves emiten cuando se ponen juguetonas, y han respondido con los mismos sonidos. “Algunos pájaros, al menos, empezaban espontáneamente a jugar después de que les hubiésemos hecho oír esos sonidos. Se acerca a que tengan efectos emocionales sobre ellos, de modo parecido a como la risa los tiene para nosotros”, dice Schwing. Como control, el equipo de Schwing presentaba a los papagayos también ritos suyos de otros tipos, el canto de un ave canora y un sonido artificial monótono.
El comportamiento ampliamente juguetón solo se producía con los gritos asociados al juego. Si había muchos pájaros que ya estaban jugando, los sonidos no hacían que participasen más keas en su juego. Más bien hacía que empezaran a jugar los que no lo estaban haciendo con otros que tampoco lo hacían, consigo mismos (volando acrobáticamente) o con objetos. Se podría comparar, pues, a ese tipo de grito con la risa contagiosa, opinan los investigadores, aunque cuando se trata de atribuir a animales conductas humanas hay que ser cautelosos.
No obstante, Schwing añade que “si los animales pueden reír, es que no son tan diferentes de nosotros”.
Fuente: investigacionyciencia.es