Esta historia pertenece a Jill Fleming, estudiante de la Universidad de Massachusetts en Amherts. La joven herpetóloga encontró en 2016 en un bosque de Connecticut (Estados Unidos) un sapo al que le faltaban los ojos, la nariz, la mandíbula y la lengua, mientras participaba en una investigación para recopilar datos sobre tritones.
El caso sorprendió por completo al séquito de científicos que acompañaban a Fleming, que no daba crédito a lo que estaba viendo. La razón por la que el anfibio carecía de cabeza es un misterio, si bien los expertos se plantean distintas hipótesis que podrían explicar la pérdida de esta parte del cuerpo.
La primera es la posibilidad de que el individuo hubiese experimentado algún tipo de mutación genética, pero los expertos destacan otras hipótesis, entre las que figura la idea de que la presencia de larvas de un tipo concreto de moscas que habitualmente parasitan este anfibio hubiesen desdibujado el rostro del animal.
Se trata de moscas de la familia de los califóridos que se aposentan en el tejido suave de los sapos y se alimentan de la carne de sus hospedadores.
No obstante, la idea que más convence a los expertos es que el animal hubiese podido ser atacado por alguno de sus depredadores durante la hibernación, que se produce llegada la época de frío invernal y consiste, básicamente, en una disminución de la actividad metabólica que hace que el animal entre en estado de latencia.
Concretamente, los expertos aseguran que es probable que el animal haya sobrevivido al ataque de una serpiente o un pájaro, pues los anfibios son una de las clases de vertebrados más resistentes que se conoce.
Fuente: la vanguardia.com