Después de realizar tres experimentos de eliminación de sexo, científicos polacos pudieron comprobar que a falta de machos, las hembras que se apareaban con otra recibían mayores beneficios que las que se quedaban solteras. El caso fue diferente para ellos.
Hace una década, cuatro científicos polacos modificaron un edificio en la ciudad de Słupsk, en el noroeste del país. En ese lugar, adaptado como un hábitat para palomas silvestres, llevaron a cabo su experimento: ver el comportamiento sexual de estas aves. La idea que tenían era atrevida: iban a separarlos por sexo, ver si entre ellas sucedía una relación o si entre ellos ocurría algún cortejo.
Para esa tarea dividieron el experimento en tres colonias, cada una con 116 palomas. En la primera pusieron sólo hembras; en la segunda, una proporción mayor de machos que de hembras, los primeros eran 45 y ellas; 20. Y en la tercera, una colonia ocupada solo por palomos. Los expertos querían comprobar si las especies prefieren quedarse con una pareja del mismo sexo antes de estar solas y criar.
Cada caso dio un resultado distinto. Como se esperaba, en el primer hábitat, varias hembras terminaron por juntarse. De ahí salieron cinco parejas de larga duración que criaron a su descendencia al igual que cualquier pareja heterosexual. De hecho, sus vínculos las beneficiaba en muchos sentidos. Sus pesos, comparados con las palomas solteras, eran mayores, así como sus crías, que tenían mayor masa corporal que los polluelos de madres solteras.
El resultado en la segunda colonia fue más impredecible. En ese espacio, donde convivían muchos machos con pocas hembras, las parejas que salieron fueron solo 20 entre hembras y machos, los otros palomos se quedaron solos. Algunos pelearon por copular y conseguir un nido pero fracasaron y entre esa insistencia, se formaron cuatro parejas de machos. Sus comportamientos iban desde cortejos, besos y hasta nidos pero su duración solo alcanzó pocas semanas y terminaban por agredirse mutuamente.
Por último, en la colonia donde solo había machos sus comportamientos sexuales no tuvieron mucha novedad. Los científicos habían sacado a las hembras que ya habían críado mientras que a las descendencias las dejaron. Así que cinco de 15 machos empezaron a mostrar una atracción por sus polluelos, a los que terminaron de críar. El macho después de alimentarlos, comenzaba a cortejar con algunas hembras jóvenes.
Al analizar las tres situaciones, los expertos concluyeron que “el comportamiento sexual y el apareamiento entre personas del mismo sexo es una mejor alternativa para criar sin la ayuda de un compañero. Mientras que en el caso en que no habían hembras, el apareamiento entre machos ocurrió como un fenómeno temporal con una característica agresión mutua”, concluyeron en el estudio recien publicado en la revista Scientific Reports.
Fuente: elespectador.com