Los dos cetáceos traídos desde Járkov hablan con silbidos más parecidos a los de los delfines con los que convivían que a los que usan las belugas de Valencia
Las vidas de Plombir y Miranda, las belugas del delfinario Nemo de Járkov, corrían peligro. La guerra complicaba el suministro y los cuidados de estos animales que ya se habían acostumbrado al ruido de las bombas. Trasladar las belugas fue una operación logística compleja por su tamaño y necesidades y además no estaban en buenas condiciones físicas. Plombir, un macho de 15 años, y la hembra de 14 años, Miranda, viajaron en un camión 12 horas por carretera desde Járkov hasta Odesa, y tras una revisión siguieron hasta la frontera con Moldavia.
En el aeropuerto de Chisináu se subieron a un avión especialmente fletado para ellas, y estuvieron cinco horas de vuelo en unos contenedores. Por fin llegaron al Oceanografic de Valencia, donde se unieron a sus nuevos compañeros en un ambiente mucho más tranquilo y seguro. Ahora, dos meses después, los investigadores han podido recabar datos muy curiosos sobre cómo se comunican y las diferencias entre el ‘lenguaje’ que utilizan con respecto a sus nuevas compañeras.
«Ellas desde pequeñitas habrán evolucionado como delfines, que es su familia de toda la vida», explica Daniel García, el director de operaciones zoológicas del Oceanografic. Una evolución que afecta a su lenguaje. «Es un sonido que lo producen obviamente debajo del agua para comunicarse con sus congéneres», añade García.
Lo que han descubierto en el Oceanografic es que esos sonidos emitidos bajo el agua son diferentes a los que emiten las belugas criadas en Valencia, pero muy parecidos a los que generan los delfines. Y eso confirmaría aún más sus capacidades de imitación y adaptación. Ya sabíamos que fuera del agua son capaces hasta de imitar los sonidos de un contratenor.
Muy pronto, en el Oceanografic, las belugas valencianas compartirán espacio con las venidas de Ucrania y los científicos podrán observar qué formas de lenguaje emplean para comunicarse entre ellas.
Fuente: elmundo.es