Una investigación de la Universidad de Salamanca publicada en la revista Journal of Apicultural Research demuestra que la interacción de las abejas de la especie Osmia caerulescens con el paisaje agrícola determina su estrategia a la hora de desarrollarse y reproducirse. La cantidad de hembras y de machos, así como el tamaño que alcanzan, son diferentes en zonas de viñedos, cereales y huertas y resultan muy importantes para todo el ecosistema, que ve afectada su polinización en función de estos factores.
La especie Osmia caerulescens es una de las llamadas abejas solitarias, que al contrario de las abejas de la miel, no se comporta de forma comunitaria, sino que cada hembra construye su propio nido. Una investigación de la Universidad de Salamanca publicada en la revista Journal of Apicultural Research demuestra que su interacción con el paisaje agrícola determina su estrategia a la hora de desarrollarse y reproducirse. La cantidad de hembras y de machos así como el tamaño que alcanzan son diferentes en zonas de viñedos, cereales y huertas.
“Aunque son mucho más conocidas las abejas de la miel, que se organizan en sociedades que se reparten las tareas, tenemos más de mil especies de abeja en la península ibérica y la mayoría son solitarias”, explica Natalia Rosas, del Grupo de Investigación Renoconocido Investigación Básica y Aplicada en Hymenoptera (IBAHYM), perteneciente al área de Zoología.
Por el contrario, Osmia caerulescens tiene un comportamiento individual, las hembras construyen nidos en cavidades a base de celdas separadas por tabiques hechos de pasta vegetal y en cada una ponen un huevo. El polen que recolectan sirve para alimentar a las crías, pero además tienen la facultad de elegir el sexo que tendrán al decidir si ponen huevos fecundados, de los que saldrán hembras, o sin fecundar, de los que saldrán machos.
Criar una hembra requiere una mayor cantidad de polen, porque alcanzan un mayor tamaño, así que estas abejas no toman sus decisiones al azar, sino fruto de una compleja estrategia que depende sobre todo de los recursos de los que disponen a su alrededor. Para ello, no sólo influye el lugar en el que se encuentran, sino todo el paisaje que tienen alrededor, puesto que pueden recorrer hasta un kilómetro en busca de alimento.
Diferencias entre abejas según el cultivo
En un estudio realizado en la Rioja Alta, los investigadores de la Universidad de Salamanca han encontrado diferencias importantes entre las abejas que se encuentran en viñedos, en cultivos de cereales y en huertas. En líneas generales, las que viven en viñedos interactúan más con el resto del paisaje natural –por ejemplo, bosques cercanos–, obteniendo los recursos necesarios como para apostar por criar un gran número de hembras y, además, de un tamaño grande.
Sin embargo, las que se encuentran en el cereal tienen menor descendencia de hembras, pero de grandes dimensiones. “Creemos que la clave está en que son parcelas muy extensas, de manera que los individuos tienen que recorrer grandes distancias para obtener otros alimentos y, por lo tanto, el tamaño es una ventaja”, apunta la investigadora.
En su opinión, lo más llamativo está en las huertas, donde las abejas tienen más descendencia femenina pero de menor tamaño. En este caso, el propio cultivo estaría proporcionando los alimentos necesarios, de manera que las abejas dejan de lado otros recursos del paisaje. “Este aspecto nos ha sorprendido, puesto que lo normal es que en las zonas naturales se vean más favorecidas”, comenta la experta, pero parece que en las zonas de huertas tienen todo lo que necesitan.
Cuestiones esenciales para el ecosistema
Tanto el sexo de los individuos como el tamaño que alcanzan son cuestiones muy importantes no solo para las abejas sino para todo el ecosistema que las rodea. “El hecho de que haya mayor número de hembras ayuda a la persistencia de la población de abejas en un mismo lugar, puesto que ellas tienen tendencia a construir los nidos donde nacen, mientras que los machos tienden a la dispersión para poder reproducirse”, señala Natalia Rosas. Al ser animales polinizadores, todo su entorno se beneficia de su presencia. El tamaño también es clave, porque afecta a la viabilidad de una población. “Una abeja más grande tiene una mayor probabilidad de supervivencia, puede volar a una mayor distancia y obtener más alimento”, comenta.
En este trabajo participan también Laura Baños Picón, Estefanía Tobajas, José Tormos y Josep Daniel Asis, miembros del grupo IBAHYM. Para llevar a cabo la investigación, emplearon trampas nido que les permitieron trasladar las abejas al laboratorio, estudiar su desarrollo y realizar las mediciones.
Fuente: SINC