Un nuevo estudio hecho en la Argentina detectó que puede recorrer 170 kilómetros sólo planeando para reducir el gasto energético
Aunque se dispone poca información sobre las condiciones que necesitan las aves de gran tamaño para remontar el vuelo, se sabe que este ejercicio requiere un gran esfuerzo. Un equipo de científicos estimó por primera vez el costo energético que tiene el cóndor andino.
Así descubrieron que aletea solo 1% del tiempo de su vuelo y puede recorrer por más de 5 horas y 170 kilómetros solo planeando entre corrientes de aire ascendentes que analiza minuciosamente para tomar decisiones instantáneas de acuerdo a las condiciones del ambiente.
El trabajo –del que participó el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-UNCOMA) y la Universidad de Swansea, Reino Unido- consistió en estudiar en muy alta resolución el movimiento de cóndores inmaduros en la zona andina de Bariloche, en la provincia de Río Negro, durante un lapso de 10 días.
“Como es un carroñero, depende de animales muertos, tiene que recorrer áreas muy grandes para poder encontrar esa carroña, si ese recorrido es costoso [en términos energéticos] el animal se tendría que pasar mucho tiempo comiendo, y de no disponer de alimento suficiente lo llevaría más rápidamente a la extinción. ¿Cómo resuelve ese problema? Reduciendo al mínimo el gasto de movimiento, para poder mantenerse en el aire y recorrer grandes áreas”, explica Sergio Lambertucci, investigador principal del CONICET en el INIBIOMA.
El cóndor andino o de los Andes (Vultur gryphus) es una de las aves planeadoras más grandes del mundo. Puede llegar a pesar hasta 15 kilos, por lo que su supervivencia depende de una gran eficiencia en su vuelo, es decir, gastar la menor cantidad de energía posible para trasladarse, particularmente cuando tiene que acercarse y alejarse del suelo en busca de alimento.
“Cuando encuentran esa carroña, al aterrizar o despegar es cuando realizan más del 70% del aleteo total, o sea, el mayor consumo de energía”, enfatiza Lambertucci.
Los esfuerzos de vuelo varían en función de las condiciones ambientales, algo que debería determinar la capacidad de movimiento y la distribución de las grandes aves voladoras. A pesar de esto, se sabe poco acerca de cómo el esfuerzo de vuelo varía con los parámetros climáticos.
“Los cóndores son híper-eficientes aprovechando corrientes de aires ascendentes tanto las dinámicas generadas por los vientos y la rugosidad del paisaje, como las térmicas. Por ejemplo, cuando un viento pega en una ladera y se eleva, es energía que puede ser aprovechada para volar. Otras corrientes se dan cuando el Sol calienta la tierra y hace que suban burbujas de aire que también aprovechan otras aves e incluso el ser humano para volar. Son expertos en el uso de la energía que les da el ambiente y las usan para poder moverse grandes distancias”.
También es importante la decisión de bajar a comer cuando encuentran carroña desde las alturas, ya que, como observaron, si el área donde está la comida no es adecuada tienen dificultades para despegar nuevamente. “Si no tiene una leve pendiente, o viento que los ayude, luego de comer les resulta difícil salir volando. Toda esta información es importante para entender mejor el vuelo y poder aprovechar esa información tanto desde un punto de vista ecológico-evolutivo, como también tecnológico”, asegura Lambertucci.
Para rastrear su desplazamiento emplearon una novedosa tecnología de bio seguimiento que consiste en un dispositivo llamado dayly diary, que incluye entre otras tecnologías un acelerómetro, magnetómetro, medidor de presión y además usaron un sistema de geolocalización para un seguimiento más preciso del vuelo.
“Estos dispositivos nos permitieron tomar más información de la que se obtiene con un GPS, ya que colectan hasta 40 datos por segundo, permitiéndonos conocer en detalle cómo vuelan los cóndores y con qué costo energético. Con los datos de los dos dispositivos uno puede describir comportamientos, ver a dónde fue a comer, dónde fue a tomar agua y cuándo aletea”, explica.
Estos resultados pueden ayudar a entender cómo vivieron aves mucho más grandes como otros cóndores y buitres ya extintos, o incluso la enorme Argentavis magnificens que habitó tierras pampeanas, en la zona del cerro azul, durante el Mioceno superior -hace entre 23 y 5 millones de años atrás- y que se piensa que podían haber llegado a medir 7 metros y pesar hasta 70 kilos.
Fuente: clarín.com